Falleció monseñor Mazzolari, defensor del pueblo sud sudanés

Incansable testigo del Evangelio durante treinta años en Sudán

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ROMA, lunes 18 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Monseñor Cesare Mazzolari, obispo de la diócesis de Rumbek, falleció hacia las 8 de la mañana del sábado 16 de julio en el Hospital Estatal de Rumbek, capital del estado sud sudanés de Lagos.

Según han informado varias agencias, entre ellas el Catholic Information Service for Africa (CISA), monseñor Mazzolari, de los padres combonianos (MCCJ o Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), estaba concelebrando la Misa cuando, al principio de la consagración, se sintió mal y se agachó sobre una silla, llevando una mano al pecho.

El prelado, con ayuda de algunos sacerdotes, monjas y fieles, fue llevado a la sacristía y después a su habitación, donde fue visitado por un médico. Llevado al hospital de Rumbek, no se pudo hacer nada por su vida: los médicos sólo pudieron constatar la defunción.

La muerte del obispo (74 años) ha tenido lugar apenas una semana después de la solemne ceremonia de proclamación de la independencia de Sudán del Sur, en la que había participado activamente.

“Parece casi como si hubiese esperado al final para irse: esperó a que Sudán del Sur se hiciera independiente”, explicó un hermano de su congregación, padre Giulio Albanese, en declaraciones a Radio Vaticano (16 de julio). «Creo que esa fiesta la celebró verdaderamente en la fe, con la conciencia de que de una forma u otra, el bien se impone siempre sobre el mal», añadió.

Nacido el 9 de febrero de 1937 en Brescia, Cesare Mazzolari entró siendo menor de edad en el seminario de los combonianos, porque quería por todos los medios ser misionero. “Nunca pensé en hacer otra cosa, A los 8 años era monaguillo en el santuario del Sagrado Corazón en Brescia, que dirigían los padres combonianos. A los 9 fui a visitar su seminario de Crema. A los 10 entré en él», explicó él mismo al periodista Stefano Lorenzetto en una entrevista publicada el 23 de mayo de 2004 en el diario Il Giornale.

Ordenado el 17 de marzo de 1962, fue enviado a EE.UU., donde trabajó durante años en Cincinnati (Ohio), entre los negros y mexicanos que trabajaban en las minas. Casi veinte años después, en 1981, cambió de continente y fue enviado a Sudán, primero en la diócesis de Tombura-Yambio y después en la archidiócesis de Juba. En 1990 fue nombrado administrador apostólico de Rumbek, donde ha permanecido hasta su muerte.

En Sudán, monseñor Mazzolari experimentó en su propia piel las consecuencias de la segunda fase de la larga y dramática guerra civil sudanesa (1983-2005), que terminó el 9 de enero de 2005 en la capitak de Kenia, Nairobi, con la firma del Acuerdo Comprensivo de Paz (CPA).

Tras haber vuelto a abrir en 1991 la misión de Yirol – «la primera de una larga serie», recuerdan las fuentes -, el entonces administrador apostólico fue capturado y tenido como rehén durante 24 horas por los rebeldes del movimiento independentista del Ejército Sudanés de Liberación Popular /SPLA).

El 6 de enero de 1999, monseñor Mazzolari recibió la ordenación episcopal de manos del papa Juan Pablo II. Como lema, el nuevo obispo había acuñado la frase «Per reconciliationem et crucem ad unitatem et pacem» (A través de la reconciliación y la cruz, a la paz y a la unidad).

Con la muerte del obispo de Rumbek, la Iglesia católica africana ha perdido una de sus figuras relevantes. “Un hombre de frontera”, así le definió el padre Albanese. «Tenía una gran empatía hacia la gente, en el sentido de que conseguía captar sus problemas, sus anhelos, Verdaderamente hay que decirlo: dio voz a quien no tenía voz y se consumió hasta el final”, explicó el sacerdote a Radio Vaticano.

«Había sido probado – ya era como una vela que poco a poco se estaba consumiendo – pero se entregó del todo y esperó que su Sudán, Sudán del Sur, llegase a ser independiente. Esperó que los anhelos de democracia, de participación por parte de esta sociedad civil, fuesen verdaderamente respetados».

El último gran proyecto lanzado por monseñor Mazzolari, que luchó sin tregua por mejorar la situación de su gente y por denunciar las atrocidades cometidas por el régimen sudanés durante la guerra, era la construcción del primer centro de formación para profesores de Sudán del Sur, cuya primera fase se inaugurará el próximo 10 de octubre.

«Ahora más que nunca necesitamos formar la clase dirigente del futuro, para que la autodeterminación del pueblo sud sudanés sea plena y madura, en el signo de la esperanza y de una recuperación fundamental de la identidad», había declarado el 30 de mayo pasado, con ocasión de la presentación de una biografía escrita por el periodista Lorenzo Fazzini y publicada con el título «Un Evangelio para África. Cesare Mazzolari, obispo de una Iglesia crucificada».

«Como Iglesia – proseguía el prelado –, tenemos aún hoy una gran responsabilidad en la construcción del nuevo Estado. Sobre todo, debemos enseñar el arte paciente del diálogo, de la comunicación y de la reconciliación para poner las bases de una nación nueva».

Conocido también por haber devuelto la libertad a 150 esclavos – una valiente iniciativa que no quiso continuar porque se había dado cuenta de que podía convertirse en un círculo vicioso –, monseñor Mazzolari «era una persona que tenía la capacidad de saber leer la realidad con mucho realismo», subrayó el padre Albanese a Radio Vaticano.

Hombre de esperanza

A principios de junio, monseñor Mazzolari, en una entrevista concedida a ZENIT (ver www.zenit.org/article-39529?l=spanish), el difunto prelado mostraba sus esperanzas para Sudán del Sur, unas esperanzas que habían animado durante años su propio trabajo en la región.

“Preveo una época de cristiandad que se profundizará cada vez más. Este símbolo de libertad a la africana, de libertad genuina fuertemente deseada es visible también en el Norte de África con las revoluciones que se han sucedido en los últimos meses”, afirmaba el prelado.

“El Sur de Sudán – afirmaba, en su carta pastoral unos días antes de la proclamación de independencia, ver www.zenit.org/article-39866?l=spanish – está orgulloso de ser una nueva nación y está preparado para conquistar su propia identidad en el mundo”.

“La Iglesia -afirmaba, hace apenas dos semanas – ha perseverado en la oración y en la difusión de la fe en Dios, animando el compromiso hacia la reconciliación en una región sangrante por los conflictos, las divisiones y los problemas tribales”.

Sudán, añadía, “necesita entregarse a un Dios que ama al pueblo sudanés, mientras que la Iglesia universal debe guiar las iniciativas de solidaridad hacia el Sur de Sudán para que el pueblo pueda sentirse parte de la familia global a través de signos de comunión”.

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ZENIT Staff

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