Falleció monseñor Nicolás Shi, último obispo agustino recoleto en China

En misión desde antes del comunismo sufrió décadas de persecución

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ROMA, jueves, 17 septiembre 2009 (ZENIT.org).- Este miércoles 16 de septiembre, ha fallecido en Shangqiu, Henan, República Popular China, Nicolás Shi Jing Xian, a los 88 años de edad. Era el último de los obispos agustinos recoletos en China y también el último de los religiosos en vida que permanecían en la misión desde antes de la revolución comunista.
 
Nicolás Shi, «tras décadas de persecución y aislamiento, fue quien reinstauró la vida religiosa en su diócesis y quien recuperó las relaciones de la Iglesia Católica con las autoridades civiles por su autoridad humana y con empeño evangelizador», según ha informado a ZENIT el Gabinete de Prensa de la Orden de Agustinos Recoletos.
 
Nicolás Shi nació en 1921, tan sólo tres años antes de que la Orden de Agustinos Recoletos llegase a la Misión de Henan (actual Shangqiu, tras el cambio de nombre que sufrieron las poblaciones tras la revolución comunista).
 
Ingresó en el seminario menor de los Recoletos de su municipio natal, donde también hizo el noviciado y profesó como religioso el 16 de enero de 1940. Tras realizar los estudios de Filosofía y Teología, fue ordenado presbítero el 29 de julio de 1948.
 
Los sucesivos acontecimientos que vivió China en la primera mitad del siglo XX (guerra chino-japonesa, II Guerra Mundial, Guerra Civil y advenimiento del régimen comunista) provocaron al poco tiempo de la ordenación sacerdotal de Nicolás la expulsión de los religiosos españoles, la dispersión de los religiosos chinos –cuando no fueron enviados a campos de concentración- y el cierre definitivo de la misión.
 
Cuando los misioneros españoles (con el obispo, que era de esta nacionalidad, a la cabeza) fueron expulsados, Nicolás Shi fue nombrado vicario episcopal, hasta que definitivamente le fue prohibida toda acción pastoral.
 
En primer lugar tuvo que ejercer de oculista, pero más tarde sufrió confinamiento durante tres años en una fábrica de ladrillos para ser «reeducado», otros dos años de cárcel y hubo de vivir de forma mísera y con el desprecio público de las autoridades.
 
Sin embargo, de puertas para dentro, no dejó su labor pastoral en continuas visitas a las casas de los cristianos y celebraciones litúrgicas clandestinas. Su calidad
humana llamó la atención incluso de quienes le vigilaban.
 
La llegada al poder de Deng Xiao Ping y el fin de la Revolución Cultural en 1979 propició que Nicolás consiguiera una «carta de rehabilitación» y fuera destinado a la docencia como profesor de inglés, labor que ejerció hasta su jubilación en 1986.
 
A comienzos de los 80 consiguió relacionarse con los Agustinos Recoletos mediante cartas escritas a direcciones que había memorizado de joven y que llegaron a Manila, iniciándose así un contacto inesperado por las dos partes: él ni siquiera sabía si la Orden todavía existía –una de las presiones psicológicas habituales que sufrió era decirle que la Orden ya no existía en ningún lugar del mundo–, y los propios Agustinos Recoletos no sabían si quedaba alguno de los religiosos chinos en vida.
 
Jubilado de sus tareas docentes, volvió en 1980 a Shangqiu a dedicarse ya solamente a la labor pastoral. Consiguió que las autoridades civiles devolviesen a la Iglesia todos los bienes confiscados desde 1948, reabrió la parroquia y contactó con algunos de los religiosos recoletos que quedaban dentro de China tras la dispersión. También comenzó a recibir la visita de religiosos del exterior, una vez que se permitió viajar al interior de la República Popular.
 
Durante años inició una relación con las autoridades civiles que pasó por muchos altibajos, momentos de mayor control y otros de respeto, que le permitió ir abriendo los cauces de la vida religiosa femenina y masculina en su diócesis. Por su trabajo leal, abnegado y ejemplar, el 8 de mayo de 1991 fue nombrado obispo de la diócesis, tras 39 años sin pastor.
 
«Nicolás Shi merece un puesto de honor en la historia de la Orden y en la de la Iglesia católica en China. Su humanidad, discreción, capacidad de reacción y prudencia le llevaron a mantener siempre una relación tensa pero respetuosa con las autoridades. Su figura atrajo a muchos de sus compatriotas al catolicismo y a la vida religiosa», afirma la Orden.
 
«Fue una persona de profunda vida espiritual, de honda fe y una inteligencia nada común -añade–. No habiendo vivido nunca fuera de China, escribía en latín, inglés y español, y llegó a traducir textos oficiales. Cuando contactó con los primeros religiosos españoles tras casi 40 años sin hablar, escuchar o leer una palabra en español, no tuvo problemas en escribir cartas e informes en esta lengua con una perfección asombrosa».
 
«Su amor a la Orden de Agustinos Recoletos en la que se formó, a la que perteneció y que reinstauró en su diócesis, con un gran florecimiento vocacional, fue un rasgo que todos los agustinos recoletos le reconocen y agradecen», subraya la Orden.
 
Para conocer más sobre esta figura relevante del catolicismo chino: www.agustinosrecoletos.org.
 

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ZENIT Staff

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