Familia y educación en el discurso del Papa al embajador de Andorra

La armonía social, suma de un “marco legislativo justo” y la “calidad moral” de cada uno

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 17 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- La educación de los jóvenes y la ayuda a las familias facilitan la cohesión social.

Lo señala Benedicto XVI en el mensaje que entregó este jueves al nuevo embajador de Andorra ante la Santa Sede, Miquel Àngel Canturri Montanya, al recibirle en el Vaticano, junto a otros cuatro embajadores, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

“Para suscitar el sentido duradero de la solidaridad” necesario para la armonía social, “la educación de los jóvenes es sin duda la mejor manera”, señala el texto.

En este sentido, el Papa anima a todos a “mostrar creatividad” en el ámbito educativo, “a invertir los medios necesarios y a sembrar generosamente para el futuro, preocupándose por darle las bases éticas necesarias”.

“Con la educación, conviene también prestar a la familia el apoyo que merece -continúa el Pontífice-. Célula básica de la sociedad, la familia cumple su misión cuando es fomentada y promovida por los poderes públicos como primer lugar de aprendizaje de la vida en sociedad”.

“Dando a todos los componentes de la familia la ayuda necesaria, ésta facilitará eficazmente la armonía y la cohesión social”, añade.

Y recuerda que “la Iglesia puede aportar una contribución positiva a la consolidación de la familia, debilitada por la cultura contemporánea”.

Según Benedicto XVI, la armonía social requiere tanto “un marco legislativo justo y adaptado” como “la calidad moral de cada ciudadano”.

“La solidaridad se eleva al rango de virtud social cuando puede apoyarse a la vez en estructuras de solidaridad, pero también en la determinación firme y perseverante de cada persona a trabajar por el bien común, porque todos somos responsables de todos”, advierte.

Peculiaridad andorrana

En el discurso, el Papa también se refiere al peculiar sistema institucional del Principado de Andorra, que tiene como jefes de Estado dos copríncipes, el obispo de Urgell y el presidente de Francia.

Señala que el co-principado “es la herencia resultante de una evolución histórica que ha tenido en cuenta los intereses legítimos del pueblo andorrano y le ha garantizado la soberanía”.

Y considera que “este sistema original y único en su género permite a la población vivir en paz, lejos de los conflictos”.

“Es verdad que la solución institucional que ha encontrado vuestro país no puede aplicarse en otros lugares, pero sin embargo conviene sacarse de él una lección -destaca-. La armonía es posible en el interior de las naciones y entre los pueblos”.

En este sentido, indica que “la inventiva jurídica y la buena voluntad permiten muy a menudo resolver numerosos problemas que surgen por desgracia entre los pueblos, y favorecen la tan deseada concordia internacional”.

Benedicto XVI también destaca las históricas buenas relaciones entre Andorra y la Santa Sede, consolidadas por el establecimiento de relaciones diplomáticas primero y después, hace dos años, por la firma de un acuerdo bilateral.

“Este acuerdo es el resultado y la expresión de una colaboración sana y leal entre la Iglesia y el Estado, los cuales, a títulos diversos, están al servicio de la vocación personal y social de las personas humanas”, subraya.

El Papa también se refiere al reciente crecimiento demográfico de Andorra, propiciado por la vuelta de jóvenes andorranos al país y por la llegada de nuevas poblaciones.

Respecto a la inmigración, indica que la “apertura entraña una necesaria toma de conciencia y una responsabilidad por parte de las instituciones y de cada uno”.

Finalmente, agradece a los andorranos que viajaron a Barcelona para acompañarle durante su visita del pasado mes de noviembre su “presencia cálida” y citó a los jóvenes para la próxima Jornada Mundial de la Juventud.

Benedicto XVI recibió ayer en la sala Clementina del Palacio apostólico a cinco nuevos embajadores. Además del de Andorra, se encontraban los de Nepal, Zambia, las Seychelles y Mali.

Tras dirigirles un discurso común centrado en el tema de la fraternidad humana, les entregó a cada uno un discurso dirigido especialmente a cada una de las naciones que representaban.

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ZENIT Staff

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