Fieles en Azerbaiyán (ex república soviética) aguardaron 70 años la Confirmación

Nuncio apostólico en el Cáucaso: «Indescriptible emoción» al administrar el sacramento

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BAKÚ, viernes, 20 mayo 2005 (ZENIT.org).- En el contexto de la reciente solemnidad de Pentecostés, fieles de la ex república soviética de Azerbaiyán –donde fue barrido el catolicismo con las persecuciones de Stalin–, que han mantenido viva la fe 70 años, han podido recibir finalmente en su ancianidad el sacramento de la Confirmación de manos del nuncio apostólico del Cáucaso.

La República de Azerbaiyán, que se independizó tras la caída de la Unión Soviética en 1991, cuenta con algo menos de ocho millones de habitantes de los cuales la gran mayoría son musulmanes, aunque existen importantes minorías de ortodoxos rusos y de ortodoxos armenios.

La comunidad católica en Azerbaiyán prácticamente desapareció con las persecuciones de Stalin y la iglesia católica de Bakú fue destruida. Con motivo de la visita de Juan Pablo II al país (en 2002), el fallecido presidente, Heider Aliev, ex comunista, puso a disposición un terreno en el centro de Bakú para la construcción de una iglesia católica. Actualmente en el país el número de los católicos no llega al millar.

«Cuando en las pasadas semanas me he acercado a Bakú para las Confirmaciones me he quedado asombrado al constatar que la mayor parte de los confirmandos eran personas ancianas», reconoce el arzobispo Claudio Gugerotti, de 49 años, en las páginas de «Avvenire» del miércoles pasado.

Y aclara el prelado la razón de esta circunstancia excepcional –normalmente la Confirmación se administra en la adolescencia–: «A principios del siglo XX en la capital azerí había una floreciente comunidad católica formada por inmigrantes polacos, alemanes, rusos, que habían construido una bellísima iglesia neogótica» dedicada a la Inmaculada Concepción. «En los años treinta, Stalin hizo asesinar al único sacerdote y demoler la iglesia. Desde entonces los católicos pasaron a la clandestinidad».

Ello significó para los azeríes renunciar a utilizar el propio nombre de bautismo, o no poder ser bautizados o confirmados.

Para algunos sacramentos fue preciosa la disponibilidad de la Iglesia ortodoxa –apunta el diario italiano–, hacia la cual Juan Pablo II demostró profundo agradecimiento en su visita a Azerbaiyán.

Como «muchos no pudieron ni siquiera ser bautizados» –apunta el nuncio apostólico– «han esperado hasta hoy para poder recibir el Bautismo».

Durante muchos años los católicos no tuvieron lugar donde reunirse a orar. Ni siquiera sacerdote. Fue en 1997 cuando llegó un joven sacerdote polaco, uno de los muchos pioneros en el Oriente post-comunista.

La vuelta a la libertad ha permitido a los católicos azeríes reconstruir poco a poco su comunidad bajo la guía de cuatro salesianos eslovacos, y poder recibir al final de sus vidas el don del Espíritu Santo en la Confirmación. La pequeña comunidad católica de Azerbaiyán cuenta también con la presencia de jóvenes convertidos.

«Ha sido una emoción indescriptible –reconoce el arzobispo Gugerotti— ver a estas ancianas con el velo tradicional en la cabeza y a estos ancianos cubiertos de arrugas avanzar y volver a pronunciar su nombre de bautismo –Teresa, Anselmo, Francisco– tras décadas utilizando otros de raíz azerí, y así pedir la Confirmación»

«Hace 70 años que esperábamos este momento», reconocieron.

Este año el prelado ha administrado el Bautismo y la Confirmación a 22 azeríes, de ellos 15 ancianos. «Se leía en sus rostros las palabras del anciano Simeón: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo vaya en paz”» (Cf. Lc 2,29. Ndr). Hombres y mujeres que durante 70 años han permanecido fieles en la fe esperando un sacerdote para los sacramentos; personas que han cultivado en el propio corazón la “Tradición” y la adhesión a la Iglesia», expresó el representante papal.

Comparte además lo que le ha transmitido esta experiencia: «Primero, la certeza de que es el Espíritu Santo quien da vida a la Iglesia, también cuando las estructuras eclesiales ya no están. Ver la fidelidad de aquella gente ha sido para mí como tocar con la mano el Espíritu».

«Y después una sacudida para nuestra fe» –añade el arzobispo Gugerotti–: «Cuando voy a Italia y administro el sacramento de la Confirmación cuento este episodio a los adolescentes confirmandos, para que se den cuenta de que lo que reciben frecuentemente de forma un poco por descontado y superficial en otros lugares ha sido esperado con fe, entre grandes sufrimientos, durante más de 70 años».

Hace exactamente tres años Juan Pablo II rindió homenaje a los fieles que habían quedado en Azerbaiyán visitando el país.

«(…) La columnata de Bernini, esos brazos que desde la basílica de San Pedro se extienden para abrazar el mundo, llegan idealmente hasta nosotros para estrecharte contra el pecho de Cristo y de su Iglesia también a ti, pequeña comunidad católica de Azerbaiyán. En este abrazo, el corazón de toda la Iglesia vibra de emoción y de amor a ti. Con ella y en ella vibra el corazón del Papa, que ha venido hasta aquí para decirte que te ama y jamás te ha olvidado», dijo el difundo Papa (Cf. Homilía, Palacio de Deportes de Bakú, 23 de mayo de 2002). Entonces los católicos del país eran poco más de un centenar.

Aquella visita fue «una obra maestra del espíritu», dijo en esa ocasión el párroco de Bakú. Y añadió: «El hecho de que Juan Pablo II haya querido realizar este viaje cuando está al límite de las fuerzas, probado por la edad y la enfermedad, es un testimonio impresionante de santidad».

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ZENIT Staff

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