Filipinas: Gobierno y rebeldes del FMLI vuelven al diálogo gracias a la Iglesia

KIDAPAWAN, 21 julio 2003 (ZENIT.org).- Monseñor Romulo Valles, obispo de Kidapawan –diócesis de la isla filipina de Mindanao–, ha acogido como un signo de esperanza el anuncio del alto el fuego, firmado el pasado viernes por el gobierno y el «Frente Moro de Liberación Islámica» (FMLI).

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La diócesis de Kidapawan se encuentra en medio del conflicto entre las tropas gubernativas y el grupo separatista activo en el sur del archipiélago. La misma situación vive la diócesis de Cotabato, a cuyo frente está el arzobispo Orlando Quevedo.

El alto al fuego precede al retorno a las negociaciones de paz que tendrán lugar en Kuala Lumpur (Malasia) en los próximos días entre los representantes del FMLI y los del gobierno.

«Hay grandes posibilidades de éxito en las conversaciones de paz porque las partes parecen estar disponibles y listas para firmar una acuerdo duradero», declaró a Fides el prelado.

De hecho, «ambas partes alimentan una confianza recíproca y coinciden en que la guerra es perjudicial para todos –añadió–: afecta a la población local llevando a la miseria y a la evacuación; afecta a todo el país porque frena las inversiones y la reactivación económica, y alimenta las divisiones y las tensiones sociales».

Monseñor Valles afirmó que en la reconstrucción de la confianza, paso comprometido para la vuelta al diálogo, la Iglesia católica ha jugado un papel muy importante con la incansable obra de mediación desarrollada por monseñor Quevedo.

En efecto, el arzobispo de Cotabato –presidente saliente de la Conferencia Episcopal de Filipinas– se ha ocupado de los contactos entre ambas partes, ha puesto en juego su carisma de pacificador y su labor de persuasión moral para reanudar una relación interrumpida.

«El rostro de la Iglesia en el Sur de Filipinas tiene gran credibilidad –constató monseñor Valles–. El gobierno nos respeta y somos apreciados por los líderes islámicos y por la población musulmana local: es una posición favorable para animar a la paz».

La Conferencia Episcopal filipina publicó hace algunas semanas una carta abierta apoyando la necesidad de recomenzar las negociaciones.

Sucesivamente se produjo un intercambio epistolar frecuente entre el líder del FMLI –Hashim Salamat— y monseñor Orlando Quevedo que clarificó la posición de los rebeldes y restableció una relación directa.

Por su parte, el gobierno de Manila ha afirmado la voluntad de actuar con firmeza contra el terrorismo y su disposición a tratar con el FMLI. Éste ha condenado las acciones terroristas que en el último año han causado la muerte a cerca de 100 personas en Filipinas.

Estas son las bases sobre las que ha sido posible firmar el «alto al fuego» y reanudar las negociaciones.

Además, el vicepresidente de Filipinas, Teofisto Guingona, ha pedido la implicación de los representantes religiosos cristianos y musulmanes en el proceso de paz entre el gobierno y los rebeldes del FMLI, informó Misna este lunes.

Guingona considera que para llegar a una paz duradera en la isla de Mindanao se necesita una aproximación «interreligiosa» a través de expertos que sepan indicar a los negociadores los aspectos religiosos y culturales de la rebelión secesionista.

Tras un encuentro mantenido en días pasados con Guingona y administradores de Mindanao, la «Conferencia Obispos-Ulemas» –organismo que reúne a los líderes cristianos e islámicos de Mindanao y promueve iniciativas de diálogo y de paz– se ha declarado dispuesto a desempeñar un papel de asesoramiento y observación del respeto del «alto el fuego».

Monseñor Fernando Capalla –arzobispo de Davao y presidente electo del episcopado filipino–, está al frente de esta organización interreligiosa instituida en 1996.

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ZENIT Staff

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