Francisco en Santa Marta: Jesús prefiere un pecador a uno que finge la santidad

En la homilí­a de este martes, el Santo Padre ha recordado que la suciedad del corazón no se quita como se quita una mancha

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Si aprendemos a hacer el bien, Dios perdona generosamente todo pecado. Lo que no perdona es la hipocresía, la santidad fingida. Lo ha explicado el santo padre Francisco, este martes por la mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.

Están los falsos santos, que también delante del cielo se preocupan de parecer más que de ser, y también los pecadores santificados, que más allá del mal hecho han aprendido a hacer un bien más grande. El Papa ha asegurado que no hay dudas sobre a quién prefiere Dios de estas dos categorías.

De este modo, ha explicado que las palabras de la lectura de Isaías, son un imperativo y paralelamente una invitación que viene directamente de Dios: “Dejar de hacer el mal, aprendera hacer el bien” defendiendo huérfanos y viudas, es decir, “aquellos de los que nadie se acuerda”, entre los que están también –recuerda el Papa– “los ancianos abandonados», “los niños que no van a la escuela” y los que “no saben hacerse el signo de la Cruz”. De este modo, el Pontífice ha observado que detrás del imperativo y la invitación está como siempre la invitación a la conversión.

Y lo ha explicado así: “¿Pero cómo puedo convertirme? ‘¡Aprendiendo a hacer el bien!’ La conversión. La suciedad del corazón no se quita como se quita una mancha: vamos a la tintorería y salimos limpios… Se quita con el ‘hacer’: realizar un camino distintos, otro camino que no es el del mal. ‘¡Aprender a hacer el bien!’, es decir, el camino de hacer el bien. ¿Y cómo hago el bien? ¡Es sencillo! ‘Buscando la justicia, socorriendo al oprimido, siendo justos con el huérfano, defendiendo la causa de la viuda’”. El Pontífice ha señalado que “recordamos que en Israel los más pobres y los más necesitados eran los huérfanos y las viudas: hacer justicia con ellos, ir donde están las llagas de la humanidad, donde hay mucho dolor… Y así, haciendo el bien, lavarás tu corazón”

Y la promesa de un corazón lavado, es decir, perdonado, viene del mismo Dios, que no lleva la contabilidad de los pecados frente a quien ama concretamente al prójimo, ha explicado el Pontífice.

Nuevamente, el Santo Padre ha explicado esto con un ejemplo: “Si tú haces esto, vas por ese camino, al que yo te invito –nos dice el Señor– aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve”. Es una exageración, el Señor exagera: ¡pero es la verdad! El Señor nos da el don de su perdón. El Señor perdona generosamente. ‘Pero yo perdono hasta aquí, después veremos si el otro…’ ¡No, no! ¡El Señor perdona todo! ¡Todo! Pero si tú quieres ser perdonado, tu debes comenzar el camino del hacer el bien. ¡Esto es un don!”

El Evangelio del día presenta sin embargo al grupo de los vivos, los que dicen las cosas justas pero hacen lo contrario, advierte el Papa. “Todos somos pícaros y siempre encontramos el camino que no es correcto, para parecer más justos de lo que somos: es el camino de la hipocresía”.

A propósito, Francisco ha indicado que “estos fingen convertirse, pero su corazón es una mentira: ¡son mentirosos! Es una mentira… Su corazón no pertenece al Señor, pertenece al padre de todas las mentiras, a satanás. Y esto es fingir la santidad. Jesús prefiere mil veces a los pecadores que a estos. ¿Por qué? Los pecadores decían la verdad sobre sí mismos. ‘¡Aléjate de mí Señor que soy un pecador!’: lo dijo Pedro una vez. ¡Uno de estos nunca dice esto! ‘Te doy gracias Señor, porque no soy pecador, porque soy justo…’ En la segunda semana de la cuaresma tenemos estas tres palabras para pensar y meditar: la invitación a la conversión, el don que nos dará el Señor y eso es un perdón grande, un perdón grande; y la trampa, es hablar, fingir convertirse, tomar el camino de  la hipocresía”.

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ZENIT Staff

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