Francisco invita a llevar al mundo la esperanza que da la fe

El santo padre alienta a los creyentes a anunciar el Evangelio hasta los confines de la Tierra

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En la carta del papa Francisco por la Jornada Mundial de las Misiones que se celebra el próximo 20 de octubre, mientras se clausura el Año de fe, el papa recuerda que es «una ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía».  A lo largo de la carta, Francisco propone cinco puntos de reflexión.

En primer lugar señala que la «fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella». Así mismo recuerda que la fe «necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia». Y este don, «se ofrece a todos generosamente». Por eso dice el papa que «todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación». Además, el santo padre recuerda que este don debe ser compartido porque de lo contrario «nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos».  El anuncio del Evangelio «es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia», señala.

En segundo lugar, muestra el Año de la fe como un estímulo para que «toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones». Añade también que la «misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los «confines» de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer». Haciendo alusión al Concilio Vaticano II, el santo padre recuerda que «la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas». Este mandato confiado por Jesús a los apóstoles no es un aspecto secundario de la vida cristiana sino un «aspecto esencial». A este punto, el santo padre invita a los obispos, a los sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a «dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos».

El tercer aspecto sobre el que reflexiona el obispo de Roma en su mensaje es sobre los obstáculos que puede encontrar la obra de evangelización: «a veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad». Por eso el papa afirma que «siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo». Frente a la propuesta de la violencia, la mentira y el error el papa cree que «es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia». Así mismo recuerda que «no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial».

En el siguiente punto el papa hace alusión al cambio en la forma actual de comunicarse y afirma que «la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias». Con el gran movimiento de personas, «a veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio», observa el papa. Este fenómeno junto al hecho de que en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias, «no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una ‘nueva evangelización'».

En una situación compleja en la que «la convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable» se hace aún más urgente el «llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión». Frente a la necesidad del hombre de nuestro tiempo de una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle el papa exhorta «traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe». Y como ya ha advertido en más ocasiones, el santo padre repite que la Iglesia no «es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría». Y es «el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino».

En el último punto redactado en el mensaje, el pontífice anima a todos a «ser portadores de la buena noticia de Cristo» y se muestra agradecido especialmente con los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos que «dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas». Del mismo modo subraya que «las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad […]llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza». También hace un llamamiento a los que siente la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu » a no tener miedo de ser generosos con el Señor». E invita también a obispos, familias, comunidades y agregaciones cristianas a «sostener con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana». Al mimos tiempo exhorta «a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden».

Para finalizar menciona también a los cristianos que «se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad». A ellos se refiere como «testigos valientes» y les asegura que se siente «cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia».

Retomando las palabras de Benedicto XVI «« Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada’ (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15), el santo padre expresa este mismo deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año.

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Staff Reporter

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