Frente a la hora del desaliento es la hora de la perseverancia, exhorta el nuncio en Venezuela

Ante los obispos del país

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CARACAS, martes, 11 enero 2005 (ZENIT.org).- Un llamamiento a la perseverancia –que es posible «mirando a Cristo clavado en la cruz»– lanzó el viernes el nuncio apostólico en Venezuela, una nación con acontecimientos «muy preocupantes» referidos «a las diversas situaciones de violencia, al destino de la convivencia nacional y a la plena vigencia de los derechos humanos».

Pero en los últimos cuatro años el representante papal –el arzobispo francés André Dupuy– también ha sido «testigo de acontecimientos» «reconfortantes», como «las impresionantes manifestaciones espontáneas de civismo y voluntad popular» de las que fue escenario especialmente Caracas y que honran al pueblo «y a la democracia», según reconoció al intervenir en la inauguración de la 83ª asamblea del episcopado.

«¿Dónde se encuentra hoy ese pueblo valiente, es decir, esos hombres y mujeres, testigos de libertad y solidaridad, conscientes de su responsabilidad y protagonismo?» –interrogó–; «su desesperanza es tanto mayor cuanto más grande había sido su esperanza».

De describir la realidad que atraviesa el país se encargó el presidente de los obispos venezolanos, monseñor Baltazar Porras, quien denunció, entre otros aspectos, el peligro de exclusión que se respira en vida nacional (Cf. Zenit, 11 enero 2005).

En «una sociedad marcada por una crisis de difícil precedente» el arzobispo Dupuy recordó ante los prelados que «a la Iglesia le corresponde ser, para todos, mensajera de la verdadera esperanza» y permanecer «como un punto de referencia espiritual y moral», para lo cual necesita «la fidelidad, la lucidez y la valentía de los profetas del Antiguo Testamento».

El profeta –aclaró– rechaza «aceptar una permanente fatalidad»; «amonesta, desenmascara», pero su palabra «confiesa, no polemiza»; «no atenta contra la justicia, sino contra las desviaciones de una justicia selectiva, incapaz de asegurar la protección de toda persona, y de hacer posible la convivencia en sociedad»; e «insiste, a tiempo y a destiempo, que la referencia a valores morales es indispensable para asegurar al ejercicio de la justicia su independencia de los poderes o ideologías de turno».

«El profeta –prosiguió– no es un iconoclasta de la riqueza y del bienestar, sino de su idolatría», así como tampoco es «un iconoclasta del poder, sino de sus abusos, cuando la autoridad civil, instituida para el bien común, se desvía en favor de uno solo o de un grupo».

«Un pastor no tiene que ser una oveja ni callar lo que es verdadero y justo –observó el nuncio apostólico–. Debe caminar delante de sus fieles, abriendo senderos, animando al pueblo de Dios a no dejarse invadir por las tinieblas ni domesticar por la rutina».

Por ello «hoy, más que nunca, necesitamos de esa virtud que San Pablo llama la perseverancia (2 Cor 6,4)», advirtió monseñor Dupuy. Y es que «la tentación que nos acecha» «es la de abandonar el desafío, cansados como estamos por las pruebas que no esperábamos», alertó.

Pero «en la hora del desaliento, de la banalidad o de la cobardía» los creyentes «debemos imperativamente mirar a Cristo clavado en la cruz; sin Él, no es posible la perseverancia», reconoció.

El representante papal exhortó, «ante los acontecimientos que estamos viviendo», a ser «humildes y realistas». «Evitemos tanto el abatimiento como el optimismo ilusorio –invitó–. No cerremos los ojos, estemos bien atentos para que nuestra esperanza no se convierta en resignación o en violencia».

«El sentido común no muere porque algunos carezcan de él; y aunque algunos los ignoren o traicionen, los valores del espíritu y del corazón siempre prevalecen», concluyó el nuncio ante los obispos de Venezuela.

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ZENIT Staff

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