Frutos del Año Sacerdotal: El sacerdocio un don, no una “gloria”

Comentario del portavoz vaticano a la ceremonia de clausura

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 13 de junio de 2010 (ZENIT.org).- El Año Sacerdotal y, en particular su conclusión, ha servido para recalcar que el sacerdocio es un don de Dios no una «gloria humana», explica el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede.

El portavoz vaticano ha analizado en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano del que también es director, la celebración de clausura, presidida por Benedicto XVI en la plaza de San Pedro este viernes, junto a 15 mil presbíteros procedentes de los cinco continentes.

Recogiendo las palabras que el Santo Padre pronunció en la histórica homilía de esa concelebración eucarística, el padre Lombardi constata que «el Papa ha sido clarísimo al invitarnos con fuerza a reconocer el sacerdocio no como un oficio, una profesión humana, sino como un don de Dios, de un Dios que confía ‘con audacia’ en seres humanos para que digan sus palabras de perdón y lo hagan presente en el mundo con su Cuerpo y su Sangre. Hombres que –dijo el Papa en la Vigilia del jueves– son atraídos hacia Él, en la persona de Cristo, y hacia el mundo de la resurrección».

«El Papa ha observado que los escándalos de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes han puesto aún más de relieve que el don de Dios se esconde en ‘vasijas de barro’ –como dice San Pablo–, que debe por lo tanto, ser reconocido como un don y no como una gloria humana, y que debe ser acogido con humildad y valentía, custodiado con dedicación pidiendo la protección del Señor para que no sea destruido por el pecado, y semejantes abusos no ocurran nunca más», recuerda el padre Lombardi
 
El Año Sacerdotal concluido debe provocar «gratitud, humildad, confianza, en una perspectiva de fe», concluye el portavoz vaticano. «La iglesia no puede vivir sin el don del sacerdocio. Es necesario pedirlo a Dios con intensidad e insistencia. La imagen de la adoración nocturna sobre la Plaza de San Pedro del jueves precedente debe seguir acompañándonos».

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ZENIT Staff

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