Fundador de los Heraldos del Evangelio recibe condecoración del Papa

A monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias la “Pro Ecclesia et Pontifice”

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SAO PAULO, lunes 17 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- Durante una solemne y emotiva eucaristía en la fiesta de Nuestra Señora de la Asunción, celebrada en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Fátima, el Cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y  Sociedades de Vida Apostólica entregó el 15 de agosto, en nombre del Papa Benedicto XVI, la Cruz «Pro Ecclesia et Pontífice», a monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, fundador y presidente general de los Heraldos del Evangelio.

Al hacer entrega de la condecoración, según informa la Oficina de Información de el cardenal Rodé presentó los objetivos de esta reciente asociación internacional de fieles de Derecho Pontificio inspirada en «un nuevo ideal de santidad y un heroico empeño por la Iglesia».

«En esta iniciativa nacida en su noble corazón, no podemos dejar de ver una gracia particular concedida a la Iglesia, un acto de la Divina Providencia, ante las necesidades del mundo de hoy», reconoció el cardenal esloveno dirigiéndose al fundador.

Según el purpurado, el ideal que propone monseñor Joao Scognamiglio «es el de seguir a Cristo en el gran movimiento de los Heraldos del Evangelio, con radicalismo evangélico, combatiendo sin tregua, como dice San Bernardo una doble la batalla, sea contra la carne y la sangre; sea contra los espíritus malignos del mundo invisible».

«Gracias monseñor por su noble empeño, gracias por su santa audacia, gracias por su amor apasionado por la Iglesia, gracias por el espléndido ejemplo de su vida. Usted es de la estirpe de los héroes y de los santos», añadió el cardenal.

Por su parte, Monseñor Joao Scognamiglio Clá, al dirigirse al cardenal Rodé agradeció a Benedicto XVI esta condecoración.

«Yo fui criado, fui formado, fui beneficiado, por un líder católico de aquí, de Brasil, llamado Plinio Correa de Oliveira que me enseñó a amar el Papa, entre otras cosas. Plinio Correa tiene un pronunciamiento de 1944, en el semanario ‘O Legionário’, órgano oficioso de la archidiócesis de Sao Paulo, donde dice algo que está en mi corazón y en el corazón de todos los Heraldos, con respecto al Papa: ‘Todo cuanto hay en la Iglesia de santidad, de autoridad, de virtud sobrenatural, todo esto, absolutamente todo sin excepción, ni condición, ni restricción, está subordinado, condicionado, dependiente de la unión a la Cátedra de Pedro'».

«Las instituciones más sagradas, las obras más venerables, las tradiciones más santas, las personas más conspicuas, todo en fin, que más genuina y altamente pueda expresar el catolicismo y ornar la Iglesia de Dios, todo eso se torna nulo, estéril, digno del fuego eterno, de la ira de Dios, si es separado del Sumo Pontífice», añadió el fundador.

«Conocemos la parábola de la vid y de los sarmientos. En esa parábola la vid es nuestro Señor Jesucristo, los sarmientos son los fieles, pero como nuestro Señor se unió de modo indisoluble a la Cátedra Romana, se puede decir con toda seguridad que la parábola sería verdadera entendiéndose como la vid a la Santa Sede, y los sarmientos como las varias diócesis, las parroquias, órdenes religiosas, familias, pueblos y las personas que constituyen la Iglesia y la cristiandad».

«Todo esto será totalmente fecundo en la medida en que esté en íntima, calurosa, incondicional unión  con la Cátedra de San Pedro. Incondicional, y lo decimos con razón, en moral no hay condicionalismos legítimos», subrayó.

«Todo está subordinado a la gran y esencial condición de servir a Dios pero, dado que el Santo Padre es infalible, la unión a su infalible magisterio sólo puede ser incondicional».

«Después del amor a Dios, es este el más alto de los amores que la religión nos enseña, uno y otro amor se confunden. Hasta cuando santa Juana de Arco fue interrogada por sus perseguidores que querían matarla y que para esto querían hacerle caer en algún error teológico, por medio de preguntas capciosas, ella respondió ‘Cuanto a Cristo y la Iglesia para mí son una única cosa’. Nosotros podemos afirmar que entre el Papa y Jesucristo no hay diferencia, todo lo que dice respecto al Papa está directa, íntima e indisolublemente unido a Jesucristo».

La condecoración «Pro Ecclesia et Pontifice» fue instituida por el Papa León XIII, en 1888 para distinguir sacerdotes o laicos por sus cualidades, virtudes o méritos, especialmente por su amor a la Santa Iglesia y al Romano Pontífice.

Los Heraldos del Evangelio fueron reconocidos como asociación internacional de fieles de Derecho Pontificio erigida por la Santa Sede 22 de febrero de 2001.

Mayoritariamente integrada por jóvenes (consagrados en el celibato o «cooperadores"), la asociación actualmente se haya presente en 57 países.

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ZENIT Staff

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