Genoma humano, un paso más en la investigación científica

Habla el presidente de la Asociación Italiana de Médicos Católicos

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ROMA, 13 febrero 2001 (ZENIT.org).- Medios de comunicación de los cinco continentes han dado la noticia como uno de los avances científicos más grandes de la historia: el mapa del genoma humano ha sido concluido y está al acceso de todos en Internet.

En efecto, los trabajos de la compañía norteamericana privada Celera Genomics y del Proyecto Público Internacional Genoma Humano (HGP: Human Research Project) fueron publicados este domingo en los sitios Internet de las prestigiosas revistas «Science» y «Nature».

La noticia ha suscitado gran entusiasmo, aunque no han faltado voces que han denunciado el peligro que gracias a estas informaciones y con las nuevas tecnologías sea más fácil manipular al hombre en laboratorio. Algunos componen incluso escenarios apocalípticos.

Para comprender mejor algunas de las implicaciones de la decodificación del genoma humano, hemos entrevistado al profesor Domenico Di Virgilio, presidente de la Asociación Italiana de Médicos Católicos.

–Profesor, ¿es tan importante como dicen este «descubrimiento»?

–Domenico Di Virgilio: Ante todo tenemos que aclarar que se trata sólo de una etapa en la evolución de la ciencia. Aunque ciertamente se trata de una etapa muy importante, entusiasmante y cansada. Ahora bien, la meta no está tan cercana, o al menos todavía no se ha alcanzado. El haber codificado el genoma humano es algo importantísimo, pero el hecho de que los genes sean mucho menos numerosos de lo que se esperaba es un dato nuevo. Hay que recordar que los genes componen las proteínas, que tienen una gran influencia en la salud y en la posible enfermedad. Las proteínas producidas por estos 30 mil genes son millones y no son totalmente conocidas. Por tanto, se calcula que harán falta entre 20 y 30 años de trabajo por parte de la investigación para que se puedan decodificar todas las proteínas producidas.

–El perfil genético del ser humano, según emerge de estos primeros datos de la investigación, es mucho más «esencial» de lo que podía pensarse. El recuento final de los genes (algo más de 30 mil) es muy inferior a los cálculos previos, que hace apenas un año oscilaban entre 80 mil o incluso 120 mil. ¿Se trata de una sorpresa?

–Domenico Di Virgilio: La ciencia está también hecha de sorpresas. Basta pensar en el hecho de que muchos descubrimientos han tenido lugar casi por casualidad. Ahora bien, desde nuestra perspectiva de católicos, esto no modifica el proyecto divino sobre un organismo, como es el humano, admirable síntesis de tantos factores que dan como resultado la persona humana.

–Algunos científicos atacan a la Iglesia de ir contra el progreso.

–Domenico Di Virgilio: ¡Eso es totalmente falso! Muchos investigadores son católicos y están trabajando por «leer» en e los escondites que todavía nos depara la naturaleza informaciones que Dios no ha querido esconder a los hombres. Al contrario, nos ha dado la capacidad para descubrirlas con nuestra libertad y nuestras capacidades. De modo que para nosotros, los católicos, la fe no frena la ciencia, sino que la estimula. Algo muy diferente es la posición en relación con una ciencia sin ningún tipo de frenos, que no está al servicio del hombre.

–Algunos afirman que este descubrimiento ha puesto punto final al «determinismo genético». ¿A qué se refieren?

–Domenico Di Virgilio: Es un punto final, pues algunos creían que todo estaba determinado por nuestros genes y por nuestro código genético. De este modo, cualquier patología y cualquier característica somática individual se debía exclusivamente a los genes. Pero en realidad no es así, y lo sabemos desde hace tiempo. Por ejemplo, el impacto ambiental tiene mucha influencia en la modificación de ciertas tendencias genéticas. Algunas enfermedades, como diabetes, son la manifestación más clara de la relación que existe entre predisposición genética e impacto ambiental, que puede modificar a la primera. De aquí se deriva, por tanto, el valor del respeto de la naturaleza y la responsabilidad de la ciencia a la hora de modificar o manipular el ambiente.

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ZENIT Staff

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