¿Ha estallado el choque entre las civilizaciones?

Responde el filósofo Jesús Villagrasa

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ROMA, 21 septiembre 2001 (ZENIT.org).- ¿Constituyen los atentados del «martes negro» el estallido del choque entre las civilizaciones del que tanto se ha hablado en los últimos años? Para responder a esta pregunta, Zenit ha entrevistado al filósofo Jesús Villagrasa, catedrático de metafísica en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma.

Una coincidencia quiso que el 11 de septiembre, en el momento en que las Torres Gemelas y el Pentágono se convertían en objetivos de la barbarie terroista, el padre Villagrasa estuviera dictando una conferencia ante estudiantes universitarios en Roma sobre «Diálogo entre las culturas: retos de las sociedades multiculturales y de la globalización cultural».

–¿Estamos ante un choque de civilizaciones?

–Jesús Villagrasa: No, al menos por ahora. Es siempre una posibilidad. Según declaraciones al diario argentino «Clarín» (19 de septiembre de 2001) de Samuel Huntington, el famoso autor del libro «The Clash of Civilizations» depende de la reacción que adopte Estados Unidos y el mundo árabe.

Si éstos se unen en su lucha contra los terroristas no se dará. Si la reacción norteamericana es violenta e indiscriminada, podría ser el detonante. Henry Kissinger, el antiguo secretario de Estado norteamericano, después de presentar las medidas que Estados Unidos debería adoptar en su lucha contra los terroristas, advertía en «The Telegraph» el 16 de septiembre pasado que Estados Unidos y sus aliados deben tener mucho cuidado para no presentar su nueva política como una lucha de civilizaciones entre Occidente y el Islam. La batalla es contra una minoría radical de terroristas, no contra el mundo árabe, aclaró.

–¿Es realista o posible el diálogo?

–Jesús Villagrasa: El diálogo no es sólo posible, sino necesario para la paz. En el Mensaje para la jornada mundial por la paz del 1 de enero del 2001, Juan Pablo II dice a todos los hombres de buena voluntad que el diálogo entre las diferentes culturas es «el camino necesario para la construcción de un mundo reconciliado, capaz de mirar con serenidad al propio futuro».
Ciertamente habrá que tomar medidas de fuerza contra los terroristas y sus apoyos, y sólo contra ellos, pero la vía necesaria y realista para superar de raíz las causas de esta violencia es el diálogo. E l presidente Bush está dando pruebas de sabiduría política con el despliegue de una intensa actividad diplomática y con su visita del 17 de septiembre al centro islámico de Washington donde recordó que los enemigos no son los árabes o musulmanes sino los terroristas.

–Usted ha mencionado el mensaje del Papa para la Jornada para la paz de este año dedicado precisamente al diálogo entre las culturas. ¿Por qué escogió el pontífice este tema?

–Jesús Villagrasa: El Papa ha querido sumarse a la iniciativa de la ONU que en 1998, respondiendo a una petición del presidente Jatami de Irán, declaró el 2001 como Año del Diálogo entre Civilizaciones.

El embajador de Irán ante la ONU motivó la petición aduciendo que existen teorías que institucionalizan y exasperan rivalidades y conflictos del pasado e intereses políticos y económicos confrontados hasta considerar irreconciliables a las civilizaciones, y su choque, inevitable.

Algunos observadores vieron en la petición motivaciones ocultas: el deseo de contrarrestar la imagen de «intolerancia» y «fundamentalismo» que el régimen de Teherán tiene en occidente, una maniobra política de Jatami para buscar respaldo internacional y reforzar sus tendencias reformistas frente a los sectores más intransigentes del país, un intento de defensa frente a lo que para Irán y otros países constituye el verdadero peligro: la difusión a escala planetaria de una cultura globalizada única que amenaza con suprimir cualquier otro tipo de cultura o civilización.

Sea cual sea el motivo de la petición, la iniciativa es más que oportuna. El diálogo siempre ayudará a eliminar o disminuir tensiones y conflictos.

–Todo esto está muy bien, pero ¿cómo dialogar con quien no da la cara, y en vez de palabras de paz sólo lanza amenazas y atentados salvajes?

–Jesús Villagrasa: Con un terrorista o con un fundamentalista hay poco que dialogar. Sería un monólogo peligroso, porque el fundamentalista considera que el diálogo es peligroso. Me sorprendió ver en la edición de «L´Osservarore Romano» de la víspera a los atentados en Estados Unidos, una triste constatación sobre el conflicto palestino-israelí: «Hay un ciclo de violencia que brota cuando el diálogo parece dar pasos adelante».

El violento teme el diálogo porque, en el fondo, sabe que no tiene razones suficientemente fuertes que justifiquen su violencia. Pero quedan abiertos otros canales: la diplomacia y el diálogo intercultural en nuestras ciudades multiculturales; un diálogo que no es fácil, ni siquiera entre personas de buena voluntad.

–¿Cuáles serían los principales obstáculos para el diálogo?

–Jesús Villagrasa: ¡Hay tantos! En realidad, las dificultades suelen ser comunes a los diversos interlocutores, aunque se configuren según rasgos culturales o religiosos propios.

Por nombrar algunos: la falta de genuino espíritu religioso –un buen cristiano y un buen musulmán no son violentos–; la intransigencia y violencia de quien no tiene convicciones profundas; la propia incultura y el desconocimiento o desprecio por las culturas ajenas; el recuerdo de dolorosos conflictos pasados, alimentado por propaganda religiosa incendiaria, o por «mitos nacionalistas»; prejuicios profundamente arraigados en la población; la incomprensión por parte de miembros de la propia comunidad y cultura que interpretan la apertura como debilidad o traición a la propia fe o nación; la frustración generalizada ante la falta de reciprocidad en el interlocutor; el secularismo occidental, tan «extraño» a las culturas religiosas de otros pueblos e incapaz de valorar las convicciones religiosas ajenas; la incoherencia occidental que pretende ser un sólido, estable y respetable estado de derecho mientras legaliza acciones tan inmorales como el aborto; la intransigencia e intolerancia de los pequeños grupos integristas que en los dos lados azuzan pasiones y escarnecen al «enemigo» (estos grupos se dan no sólo entre los musulmanes; también hay sectas de «inspiración cristiana»; y también hay funcionarios de gobiernos occidentales que no distinguen entre un grupo fervoroso y una secta peligrosa).

Quizás el principal obstáculo es el temor al otro, al diverso.

–Todo parece indicar que los autores de los atentados son fundamentalistas islámicos… Las religiones con su pretensión de poseer una verdad absoluta, ¿no seguirán siendo la causa de constantes conflictos?

–Jesús Villagrasa: Este problema lo planteó con toda su radicalidad el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, en una reciente conferencia en una universidad de Teherán. Cristianismo e Islam, se conciben a sí mismas como religiones universales y misioneras, que por mandato divino deben llevar la Revelación y la salvación a todos los hombres. ¿Es posible conciliar una tal pretensión de verdad con la actitud del diálogo? ¿No es más bien causa de innumerables conflictos, incluso de guerras de religión? En Occidente, constataba el cardenal, está muy extendida la opinión de que sólo podrá haber «diálogo de las culturas» si las religiones olvidan su pretensión de verdad y renuncian a la misión.

Es una opinión infundada. El cristianismo anuncia el evangelio sin imposiciones, con el máximo respeto de la conciencia y libertad de los hombres; inspira sentimientos de paz. El pueblo estadounidense ha dado un gran testimonio de fe sufriendo en silencio, orando. El cardenal de Nueva York Edward M. Egan ha expresado esos sentimientos
en su reciente Carta a las Iglesias.

Los terroristas no eran buenos musulmanes. Lamentablemente el satírico Johnatan Swift parece tener razón: «Tenemos bastante religión para odiarnos unos a otros, pero no suficiente para amarnos unos a otros».

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ZENIT Staff

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