Ha muerto Miguel Delibes, un escritor cristiano

Su obra y su vida están llenas de referencias a su fe católica

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MADRID, miércoles, 17 marzo 2010 (ZENIT.org).- El escritor Miguel Delibes, recientemente fallecido, al que toda España rindió su último homenaje, dio siempre testimonio de su fe y su humanismo cristiano, como lo revelan sus numerosas declaraciones sobre el tema.

El escritor español Miguel Delibes, ampliamente reconocido por su obra literaria y académico de la lengua, no ocultó nunca su condición de creyente y católico.

La muerte de su mujer, Ángeles, fue uno de los momentos críticos del escritor. Recientemente en una entrevista, según destaca la revista Ecclesia, comentaba “Cuando murió mi mujer, Dios me ayudó, sin duda. Tuve esta sensación durante varios años, hasta que logré salir del pozo. A veces, Dios ayuda. Ayuda a mucha gente que lo reconoce así. Los evangelios de Cristo son estimulantes a este respecto”.

En otra de sus entrevistas comentaba “A un jesuita no le gustó nada cuando le dije que echaba en falta mi ciega fe de niño. Él prefería una fe más razonada y adulta. Mi opinión es que en este punto no nos es dado elegir. El ateo listo no menciona a Dios apenas, pero cuando lo hace es con un sutilísimo deje de superioridad, algo así como el del españolísimo desplante del Rey a Chávez, que me hizo reír tanto”.

En otra de sus recientes entrevistas le preguntaban: “¿El cáncer y El hereje han acentuado su sentimiento religioso, tocando un tema que en su obra anterior no se prodigaba demasiado?” Y respondía: “El tema religioso no lo he rehuído. Al rabino de Las ratas, por ejemplo, no le entra en la cabeza que un vecino con una cruz en el pecho haya asesinado a otro. En Madera de héroe hay dos curas que se confiesan mutuamente cuando estalla la guerra civil… Hay en algunos de mis libros, elemental o profundamente, una idea religiosa. Me eduqué en un colegio de hermanos cristianos, hermanos ‘del babero’, como les llamábamos. Luego me aparté de la religión como más o menos nos apartamos todos, pero nunca del todo. Me reconozco cristiano y católico aunque, desgraciadamente no libre de dudas que en ocasiones me torturan. Esta posición dubitativa que se me impone a veces hace más creíble el terrible final de Cipriano Salcedo en el auto de fe que cierra El hereje.

En Señora de rojo sobre fondo gris, una de sus últimas novelas y en la que mejor se dibuja la silueta de su esposa, Ángeles de Castro, Delibes define la necesidad cristiana de un Dios persona, de un Dios hecho hombre, al que se puede encontrar en la Eucaristía: “Tu madre –escribe– conservó siempre viva la creencia. Antes de operarla confesó y comulgó. Su fe era sencilla pero estable. Nunca la basó en accesos místicos ni se planteó problemas teológicos. No era una mujer devota, pero sí leal a los principios: amaba y sabía colocarse en el lugar del otro. Era cristiana y acataba el misterio. Su imagen de Dios era Jesucristo. Necesitaba una imagen humana del Todopoderoso con la que poder entenderse. […] Identificó a Dios con Jesús, y ni la vida, ni las lecturas, modificaron luego su pensamiento. Y el día que comulgó por primera vez tuvo conciencia de que había comido a Jesús, no a Dios Padre, ni al Espíritu Santo. Cristo era el cimiento. En particular el Cristo del sermón de la montaña. Era la suya una fe simple, ceñida a lo humano; un cristianismo lineal, sin concesiones”, explicaba.

Convirtió su obra en una defensa de la dignidad humana y a través de ella luchó contra la reducción materialista del hombre y su desarraigo cultural. “Mi vida de escritor no sería como es si no se apoyase en un fondo moral inalterable. Ética y estética se han dado la mano en todos los aspectos de mi vida”, señalaba.

Ideológicamente, señala el diario La Razón, Delibes se caracterizó por un humanismo cristiano abierto, exigente, comprometido con los problemas de su tiempo. “Opté por los más débiles”, reconocía en una entrevista.

La opción de Delibes por los más débiles de la sociedad está clara en su obra y así lo reconocía: “El hecho de que yo me incline por el hombre humilde y por el hombre víctima revela, imagino, mi espíritu democrático, pero no menos mi espíritu cristiano”.

Esta opción queda patente, de modo significativo, en su encendida defensa del no nacido: “Una cosa está clara –escribía Delibes–:el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad”.

“De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante en este dilema es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio”, escribía.

Y al fondo, Cristo, esperando al final del camino: “Espero que Cristo cumpla su palabra y ella nos traiga una paz y una justicia perdurables a los que tanto las hemos predicado. Para mí eso podía ser una forma de vida eterna”, declaraba.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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