Habla el nuevo presidente de la Fraternidad Verbum Dei

«La Iglesia se ha de forjar como una verdadera escuela de apóstoles»

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GRANADA, martes, 27 febrero 2007 (ZENIT.orgVeritas).- La Fraternidad Misionera Verbum Dei es una nueva Institución de forma consagrada de Derecho Pontificio, aprobada como tal en el año 2000. Durante casi un mes (del 17 de enero al 14 de febrero) ha celebrado su III Congreso General, bajo el lema «Un carisma al servicio de la Palabra», durante el que se han elegido a los responsables generales de la Fraternidad, que regirán el Instituto el próximo sexenio. Próximamente saldrá el Documento final de este III Congreso General.

El mismo día en el que se iniciaba el Congreso, se cumplía el 44 aniversario de la fundación en Mallorca del Verbum Dei, por el padre Jaime Bonet; actualmente, el Instituto está presente en más de 30 naciones de los cinco continentes. Su carisma es la misión, con una dedicación especial a la palabra de Dios, a través de sus miembros, que pertenecen a distintos estados y vocaciones.

En este contexto, Veritas entrevistó al nuevo presidente de la Fraternidad, el padre Antonio Velasco.

-¿Qué destacaría del III Congreso General de la Fraternidad, tras su conclusión?

–Antonio Velasco: El fruto primordial ha sido sencillo a la vez que muy grande: Dios nos ha hablado al corazón, a través de palabras y de muchos hechos, dándonos la certeza de que el Verbum Dei no es obra de hombres, sino obra de Dios; y de un Dios fiel. El ama nuestra historia, tal como es y ha sido, con sus fracasos y logros; asume nuestro pasado, ilumina nuestros pasos, y nos señala un futuro prometedor, confirmándonos que nos quiere para el mundo de hoy.

Como los apóstoles reunidos con María en el Cenáculo, hemos experimentado la acción consoladora del Espíritu Santo derramada en nuestros corazones y que se constituye en fuerza creadora para la misión. Esta presencia del Espíritu nos ha renovado la conciencia de ser Iglesia, la necesidad de ser ayudados por ella y la urgencia de vivir y aportar nuestro carisma responsablemente.

Nos alegramos por la espiritualidad de comunión y el espíritu de colegialidad que ha reinado entre nosotros. Creemos que es posible la comunión en la diversidad, pues aún en el caso de que «no pensáramos igual, amamos igual». Valoramos inmensamente el trabajo comunitario, y apuntamos a un futuro de colaboración fraterna y eclesial, sea en ámbito local como universal.

El milagro de la corresponsabilidad ha sido otra gran lección y regalo en el Congreso. Jesús en la multiplicación de los panes, sabe contar con lo poco (cinco panes y dos peces de un muchacho) y da de comer a una multitud. En otras palabras, nos ha suscitado una nueva «cultura de corresponsabilidad», con mayor participación, compromiso y conciencia de que pertenecemos a la generación fundacional.

Los signos de los tiempos demandan de nosotros fidelidad creativa, para custodiar y transmitir a nuevas generaciones, el carisma de la Palabra de Dios.
<br> Dios nos ha ido hablando, abriendo nuestros oídos a su escucha, y prendiendo en nosotros el fuego de la misión. Estamos a punto para volver a echar las redes y creer en nuestro carisma y en la eficacia de la oración y predicación.

–El lema del Congreso definía al Verbum Dei como «un carisma al servicio de la Palabra» ¿Qué importancia tiene la Palabra de Dios en la Fraternidad, y en general en la vida de la Iglesia?

–Antonio Velasco: El Verbum Dei centra su misión en la Palabra viva de Dios. Con el lema de los primeros discípulos de Jesús («Nos dedicaremos a la oración y ministerio de la Palabra»), nuestra misión consiste en vivir el dinamismo de la Palabra de Dios: orar la Palabra, asimilándola hasta hacerla vida propia, transformándonos en ella y enseñándola así a los demás, con el deseo que también la oren, la vivan y la enseñen vivencialmente a otros. Es un dinamismo vital que hace de la Iglesia un hogar siempre abierto.

Somos conscientes que la Palabra de Dios, tal como lo definió el Sínodo de Obispos de 1985, es una de las dos fuentes de la Iglesia (Palabra de Dios y sacramentos). Es por ello que la Palabra se constituye como alma y motor, norma y espíritu para la Iglesia; es luz en su sendero -como dice el salmo-, luz para llegar a ser una comunión de discípulos de Jesús en su misma misión; es lugar donde Dios habla y manifiesta su voluntad y, al mismo tiempo, es la escuela de vida y amor para los discípulos y apóstoles de Jesús, sean laicos, consagrados o sacerdotes.

Para nosotros ha sido de una inmensa alegría la noticia sobre el próximo Sínodo de Obispos con el tema de la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia. Consideramos que puede ser un soplo de Espíritu para la Iglesia, para las comunidades de fe, para las realidades diocesanas, para el movimiento ecuménico, así como para aunar las fuerzas de todas las confesiones en una misión que nos libera de las vías estrechas de centrarnos en problemas internos y en discusiones interminables.

–¿Qué planes tiene como nuevo presidente de la Fraternidad?

–Antonio Velasco: ¿Qué planes tengo? Me gustaría saberlo. Más bien, preguntaría qué planes puede tener el Espíritu Santo… Él es realmente quien guía esta obra.

Por mi parte, considero que los encargos que han surgido en el III Congreso Ordinario de la Fraternidad son una prioridad a la que quiero responder con todas mis fuerzas. De la misma forma deseo responder a las funciones propias de la figura del residente tal como las ha perfilado el padre Bonet, fundador del Verbum Dei: consolidar y garantizar la dimensión de comunión en la diversidad del carisma Verbum Dei (formado por una rama célibe de mujeres, una rama célibe de hombres y una rama de matrimonios consagrados); trabajar para hacer posible la unidad y comunión de misión y de criterios en la Fraternidad.

–El fundador de Verbum Dei estuvo presente en el III Congreso General ¿le dio algún consejo?

–Antonio Velasco: En estos días del Congreso, no sólo a mí sino a todos los congresistas nos ha repetido algunas cosas básicas pero extraordinariamente vitales en el momento actual de la Iglesia y de nuestro mundo.

El primero, repetido de palabra, y sobre todo con su ejemplo, es la llamada a vivir una fuerte espiritualidad, centrada en la convivencia continua con la Trinidad y María que habitan en nosotros y forman nuestro primer hogar. De este diálogo continuo y afectivo, nace un corazón misionero, encendido del deseo de atraer al amor de Dios al mayor número de personas, y sin miedo a las dificultades propias a la misión.

Por último, nos ha trasmitido una experiencia de libertad grandísima, nacida de la oración, que lleva a buscar caminos de evangelización siempre nuevos sin atarnos a estructuras, esquemas o intereses propios, e iluminada de una esperanza que va más allá de las eficacias humanas o resultados aparentes.

-Como presidente de una Institución de personas consagradas a la evangelización, ¿considera que falta implicación y compromiso por parte de los católicos en la evangelización del mundo actual?

–Antonio Velasco: En mi experiencia misionera por diversas partes del mundo he visto gentes de toda condición social muy implicados en el anuncio y vivencia del Evangelio; algunos casos me han hecho ponerme de rodillas y derramar lágrimas de agradecimiento y de dolor: hablo de católicos, que he conocido personalmente, que han llegado a derramar su sangre por amor al Reino de Dios.

El panorama en nuestro mundo occidental, sin embargo, es muy confuso y la gente sufre mucho por un estilo de vida creado tan individualista y superficial.

La gente necesita y desea implicarse en la evangelización o en la construcción de un mundo más solidario, pero muchas veces no sabe cómo, o no tiene fuerz
as para romper la burbuja virtual en la que un mundo global consumista nos introduce suavemente. Con algo de ayuda y acompañamiento, y cuando se introduce a las personas en la escuela de vida y amor que es el Evangelio, las personas disfrutan dando lo mejor de sí.

Considero que la Iglesia se ha de forjar como una verdadera escuela de apóstoles. Solo así los católicos podrán dar lo mejor de sí, y esto les hará sentirse más afectivamente vinculados a la Iglesia, sintiéndola como su propia familia; una familia en la que participamos activamente y de la cual podemos estar orgullosos pese a sus límites evidentes.

–Además de los misioneros, consagrados y sacerdotes, la Fraternidad acoge a matrimonios misioneros ¿Qué importancia tiene la familia desde el punto de vista de la evangelización?

–Antonio Velasco: Para nosotros es vital. No solo porque la familia sea la primera evangelizadora de la familia, sino porque, además, contribuye a la vivencia de fe y de amor de sacerdotes y consagrados. Pienso que los consagrados necesitamos el aporte de familias cristianas para vivir plenamente nuestra consagración y misión. La familia de Nazaret es, de hecho, el mejor modelo de una comunidad de fe.

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ZENIT Staff

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