Hacia los altares el alcalde de Florencia

Giorgio La Pira

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 6 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Un exponente de la Santa Sede ha confirmado que se encuentra en estado avanzado la causa de beatificación de Giorgio La Pira (1904-1977), jurista, opositor del fascismo, alcalde de Florencia, y gran promotor de la paz en plena guerra fría.

Su causa de canonización «camina a buen paso. No podemos hacer previsiones temporales pero es una causa que interesa a todos», afirmó el cardenal José Saraiva Martins, cfm, prefecto de la Congregación para las causas de los Santos.

Lo revela en una entrevista al diario vaticano «L’Osservatore Romano», en vísperas de la misa que celebró, el 5 de noviembre pasado, en la Basílica de San Marcos de Florencia, con motivo de los treinta años de la muerte de Giorgio La Pira, y de la bendición de su nueva tumba.

Las reliquias del «alcalde santo» de Florencia –como ya es conocido en Italia– fueron trasladadas desde el cementerio periférico de Rifredi, donde fue sepultado, dentro de la basílica, en la que habitó, compartiendo la oración, como terciario, con los frailes dominicos.

La Congregación vaticana ha pedido esta nueva sepultura, en el marco del proceso de beatificación, que fue abierto el 9 de enero de 1986 por el cardenal Silvano Piovanelli, arzobispo de Florencia, y cuyas actas –dieciséis cajas con las valoraciones de los teólogos sobre los escritos editados e inéditos–, fueron trasladadas a Roma, el 6 de mayo de 2005, por el cardenal Ennio Antonelli, su sucesor.

«Es por tanto justa la espera impaciente de mucha gente que desea ver pronto el día de su elevación al honor de los altares», reconoce el cardenal Saraiva Martins.

«Conocí a La Pira cuando yo era seminarista aquí en Roma. Me sentí enseguida atraído. Y le he seguido siempre. Mi admiración por él es cada vez mayor. Para mí es uno de los modelos más altos de santidad laical», declaró.

«El mundo, la Iglesia necesita santos como La Pira –añadió–. Pienso en su valor, en su esperanza, en su ser cristiano, sin miedo a profesar la propia fe en toda situación».

El purpurado alabó «su testimonio de pobreza», «su desprendimiento del dinero, su paso por las calles de Florencia con la alegría de quien es en verdad pobre entre los pobres».

«Por esto, su testimonio profético no está superado. Está anclado en Cristo», añadió.

Su verdadero carisma, explicó, era «la capacidad de ser testigo de la esperanza cristiana, en cualquier lugar, en la Iglesia, en la vida pública, en el mundo».

Giorgio La Pira nació en Pozzallo, Ragusa, Italia, el 9 de enero de 1904, en una humilde familia. Licenciado en Derecho, se trasladó a Florencia, donde en 1934 obtuvo la cátedra de Derecho Romano y creó la Mesa de San Próculo, para la asistencia espiritual y material de los pobres –el nombre está tomado de la iglesia abandonada que la albergó en sus comienzos–.

Descubrió personalmente a Cristo a los veinte años y, en 1924, vivió «la primera Pascua santa». Entre 1929 y 1939, desarrolló una intensa actividad de estudioso que le puso en contacto con la Universidad Católica de Milán. Se dedicó en pleno a la Acción Católica juvenil y a publicaciones católicas, escribiendo en numerosas revistas, entre ellas la famosa «Frontespizio».

En 1939, fundó y dirigió la revista «Principi» (Principios), en pleno régimen fascista, que vetó enseguida la publicación, en la que presentó las premisas cristianas de una auténtica democracia. En 1943, impulsó la publicación clandestina «San Marco», mientras que la policía secreta hacía todo lo posible para arrestarlo.

Alcalde de Florencia, entre 1951 y 1958, y entre 1961 y 1965, dejó un rastro indeleble en la conciencia y en la imagen de esta ciudad, mediante numerosas realizaciones administrativas y las extraordinarias iniciativas políticas y sociales.

Jugó un papel importante en la redacción de Carta Constitucional de Italia, manteniendo el valor inmanente de la persona humana y la inviolabilidad de sus derechos fundamentales y luchando también por la inclusión del derecho al trabajo, como elemento inalienable de la dignidad de la persona humana.

En 1951, sintió una llamada especial a dedicarse enteramente a la paz. En 1959, en un viaje a la URSS, La Pira, ante el Soviet Supremo en el Kremlin, afrontó además de la cuestión del desarme, la de la libertad religiosa como elemento esencial de un proceso completo de edificación pacífica.

La Pira trabajó siempre al servicio del bien común, tenía profunda devoción a la Trinidad y al Jesús eucarístico, por lo que afirmaba: «El cristianismo está todo en la Eucaristía […]. Así se edifica el cuerpo de Cristo, el pueblo cristiano, la ciudad de Dios y, según su modelo, la ciudad humana […]. La Eucaristía organiza al pueblo el Señor, edifica las ciudades, los pueblos, las naciones y la civilización».

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ZENIT Staff

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