Histórica firma entre gobierno y rebeldes del SPLA abre expectativas de paz en Sudán

El país ha vivido la guerra más larga de África

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NAIROBI, lunes, 10 enero 2005 (ZENIT.org).- La firma del acuerdo de paz, el domingo pasado, entre el gobierno de Jartum y los rebeldes del «Ejército de Liberación Popular de Sudán» (SPLA) podría suponer el final, si se lleva a la práctica, de una guerra de 21 años que ha ocasionado más de dos millones de muertos –sobre todo por enfermedades y hambre– y casi cinco millones de desplazados y refugiados.

El conflicto armado estalló en 1983, año en que el ex presidente Gaafar Nimeiry instauró la «sharia» (ley islámica). En 1989 se impulsó el proceso de islamización forzada entre las poblaciones del sur. Desde entonces la guerra civil ha enfrentado al régimen del norte –del gobierno de Jartum, de etnia árabe y blanca y religión musulmana– y a la rebelión del sur –de población negra mayoritariamente animista y cristiana—.

El acuerdo, firmado en una ceremonia en el «Nyayo National Stadium» de la capital de Kenia, concluye las negociaciones iniciadas en octubre de 2002, puntualiza «Misna». El norte podrá mantener en vigor la «sharia», mientras que el sur tendrá derecho a un período de seis años de autonomía, al término del cual podrá decidir por referéndum su independencia.

El acuerdo determina también la repartición al 50% de los recursos petrolíferos del país –que se encuentran sobre todo en el sur–, la formación de una nueva fuerza armada y la participación de los rebeldes del SPLA en el Ejecutivo de Jartum.

El vicepresidente Ali Osman Taha y John Garang, líder del grupo rebelde, firmaron el pacto; como testigos lo hicieron el presidente keniano Muai Kibaki y el ugandés Yoweri Museveni. El jefe de Estado de Sudán, Omar Hassan el-Bashir, presenció la firma del acuerdo, que suscribió igualmente como testigo el secretario de Estado estadounidense, Colin Powell. A éste le siguieron representantes de la ONU y de la Unión Europea, entre otros.

Los presidentes de Tanzania, Argelia, Ruanda, Burundi y Somalia asistieron a la ceremonia, así como los primeros ministros de Etiopía y Chad, los vicepresidentes de Sudáfrica y Nigeria, el secretario general de la Liga Árabe y diplomáticos de todo el mundo, cita «Efe».

En la solemne ceremonia estuvo presente también, entre otras personalidades, el arzobispo de Jartum, el cardenal Gabriel Zubeir Wako.

«La firma de la paz es un hecho muy significativo», constató en «Radio Vaticano» el obispo de la diócesis de Rumbek –en el sur sudanés–, monseñor Cesare Mazzolari. En su opinión, la participación de 17 Estados, de Powell y de otras personalidades «tiene un significado extraordinario que podría crear una expectativa que no sea decepcionada inmediatamente».

En cualquier caso el prelado alertó de que los próximos seis meses serán un «período difícil», pues «el norte y el sur deberán preparar sus constituciones para ser gobernados de forma autónoma». Serán meses «cruciales y podrían indicar cosas positivas» o «ser meses de nuevo conflicto»; «la expectativa es grande, pero aún todo está por ver», subrayó.

La firma del acuerdo es «un hecho histórico que debería favorecer el proceso de normalización en el Cuerno de África, una de las regiones más encendidas del continente africano», informó el misionero comboniano y periodista, el padre Giulio Albanese –hasta hace pocos meses al frente de la agencia «Misna», especializada en el sur del mundo–, en la emisora pontificia

Recordó que la decisión de Jartum de extender a todo Sudán la «sharia» determinó el estallido del conflicto, pero los intereses petrolíferos «han sido evidentes» desde su inicio «y paradójicamente han dado sustancia, tras años de tormentos, a la negociación entre norte y sur».

En cualquier caso, en estos años de guerra, ambas partes «han cometido crímenes y otras vejaciones contra civiles inermes», sin dar en cambio espacio a la sociedad civil, «la única –la Iglesia católica a la cabeza–, a la que siempre le ha importado la suerte de la gente, exigiendo un firme respeto de los derechos humanos», recalcó el padre Albanese.

«He aquí por qué la firma –consideró– tiene en efecto el sabor de una repartición de poder entre dos antiguos enemigos, cosa que podría –a medio y largo plazo– comprometer los difíciles equilibrios internos»; en cualquier caso, «hay un largo camino por recorrer, sobre todo en cuanto al delicado proceso de integración entre los distintos componentes políticos, étnicos y religiosos presentes en el territorio del mayor país africano».

El acuerdo omite la crisis en la región occidental de Darfur, escenario de enfrentamiento bélico desde febrero de 2003. Acusando al gobierno sudanés de abandonar Darfur porque su población es mayoritariamente negra y de financiar las milicias «Janjaweed» –que siembran muerte y destrucción entre la población civil–, dos grupos rebeldes de autodefensa populares –el «Movimiento para la Justicia y la Igualdad» (JEM) y el «Ejército-Movimiento de liberación de Sudán» (SLA-M)– se alzaron en armas contra Jartum.

El resultado de estos combates –cuyo «alto el fuego» ha sido repetidamente violado– es la muerte de decenas de miles de personas y el desplazamiento de 1,7 millones, todos protagonistas de una gravísima crisis humanitaria en curso en este momento.

John Garang, líder de los rebeldes del sur sudanés, «ha prometido resolver la cuestión» de Darfur «en breve tiempo, en cuanto asuma el papel de vicepresidente», apuntó el padre Albanese.

Por su parte, el obispo de la ciudad sudanesa de El Obeid, obligado desde hace doce años a vivir en Kenia, monseñor Macram Max Gassis, describió a «Misna» que en la firma del acuerdo en Nairobi «se respiraba un aire muy positivo». «Hemos oído muchas declaraciones y discursos de numerosos jefes de Estado: veremos ahora si esta firma se aplica concretamente», manifestó.

El prelado expresó de todas formas su pesar por el hecho de que «en toda la ceremonia no se empleara ni una palabra para subrayar el papel de la Iglesia en las conversaciones de paz».

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ZENIT Staff

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