Histórica visita del arzobispo ortodoxo de Atenas al Papa

Proponen avanzar en la unidad colaborando en defensa de la vida y de las raíces cristianas

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 14 diciembre 2006 (ZENIT.org).- La primera visita de un arzobispo ortodoxo de Atenas y de toda la Grecia a un Papa en el Vaticano, Su Beatitud Christodoulos, se ha convertido en un paso importante para superar la división entre ortodoxos y católicos.

El encuentro concluyó con la firma de una declaración común por parte de los dos líderes religiosos en la que se reafirma la colaboración de ortodoxos y católicos particularmente en la defensa de la vida y en la recuperación de las raíces cristianas de Europa.

No era la primera visita del arzobispo griego al Vaticano, aunque sí era la primera a un Papa. Su Beatitud Christodoulos se había encontrado con el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, con motivo de las exequias de Juan Pablo II, el 8 de abril de 2005.

Tras el encuentro privado, entraron en la biblioteca privada del Papa los componentes de séquito del arzobispo de Atenas para escuchar ambos discursos.

Primero tomó la palabra Benedicto XVI para constatar que «hoy, nuestras relaciones se reanudan lenta, pero profundamente y con una preocupación de autenticidad».

«Nos ofrecen la oportunidad de descubrir toda una nueva gama de expresiones espirituales llenas de significado y un compromiso mutuo. Damos gracias a Dios», reconoció.

Tras recordar los grandes pasos que se han dado en la relación entre católicos y ortodoxos griegos, a raíz la visita que hizo a ese país Juan Pablo II, en mayo de 2001, su sucesor invitó a dirigir «nuestra mirada hacia el porvenir», para afrontar «un inmenso campo en el que podrá crecer nuestra colaboración mutua y pastoral».

«Católicos y ortodoxos están llamados a ofrecer su contribución cultural y sobre todo espiritual ».

En particular, «tienen el deber de defender las raíces cristianas del continente [europeo], que le han forjado a través de los siglos, y permitir así que la tradición cristiana siga manifestándose y operando con todas sus fuerzas a favor de la salvaguardia de la dignidad de la persona humana, del respeto de las minorías, prestando atención para evitar una uniformación cultural que correría el riesgo de perder inmensas riquezas de la civilización».

Al mismo tiempo, aseguró, «es necesario trabajar para salvaguardar los derechos del hombre, que comprenden el principio de libertad individual, en particular, la libertad religiosa: estos derechos tienen que promoverse y defenderse en la Unión Europea y en cada país miembro».

Su Beatitud Christodoulos, en su discurso, afrontó prácticamente los mismos temas suscitados por el Papa.

«Venimos a visitar al eminente teólogo y profesor universitario, al investigador asiduo del pensamiento griego antiguo y de los Padres griegos de Oriente; pero también al visionario de la unidad de los cristianos y de la cooperación de las religiones para asegurar la paz del mundo entero», comenzó reconociendo.

Consideró que su visita ofrece la oportunidad «emprender una nueva etapa para el camino común de nuestras Iglesias para afrontar los problemas del mundo actual».

El arzobispo garantizó al Papa su compromiso para «superar los obstáculos dogmáticos que obstaculizan el camino de la unidad en la fe», hasta que ortodoxos y católicos alcancen «la unidad plena», y puedan «comulgar en el Cuerpo y en la Sangre precioso del Señor en el mismo Cáliz de Vida».

En este sentido, arzobispo de Atenas confió en el trabajo de la Comisión Mixta Internacional encargada del diálogo entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica, que se reunió el pasado mes de septiembre en Belgrado, acabando con años de estancamiento.

Antes de la audiencia con el Papa, Su Beatitud Christodoulos visitó la Basílica de San Pedro en el Vaticano y rezó ante la tumba de Juan Pablo II y de otros Papas.

En la tarde, participó en una solemne celebración en la Basílica de San Pablo Extramuros, en la que recibió como regalo de la Iglesia de Roma dos eslabones de la cadena con la que, según la tradición, fue hecho prisionero san Pablo apóstol.

El regalo había sido preparado por voluntad de Juan Pablo II para esta visita que el representante ortodoxo no pudo realizar a causa de las condiciones de salud del fallecido Papa.

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ZENIT Staff

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