Homilía de Navidad pronunciada por el patriarca de Jerusalén en Belén

BELÉN, lunes, 25 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció el patriarca de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, durante la misa de Navidad en la Nochebuena, celebrada en la iglesia de santa Catalina en Belén, que se encuentra junto a la basílica de la Natividad.

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Hermanos y Hermanas

¡Feliz Fiesta de Navidad!
1. A vosotros, habitantes de esta ciudad santa de Belén, y a todos vosotros, nuestros fieles en todas partes de nuestra diócesis patriarcal en Palestina, en Israel, en Jordania y en Chipre, a todos los habitantes de esta Tierra Santa, judíos, drusos, musulmanes y cristianos, a todos nuestros países árabes y a los cristianos del mundo entero, desde Belén, deseo días felices y santificados por la bendición de la Navidad.

Señor Presidente Mahmoud Abbas, sea usted bienvenido con todos vuestros compañeros. Nosotros rogamos y pedimos a Dios de inspiraros sabiduría y ánimo, para poder llenar vuestros deberes en las tensiones internas difíciles que vivimos y de ver en un tiempo cercano los días de justicia del que habla el profeta “En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo que ejercerá en el país el derecho y la justicia… y Jerusalén habitará en seguro” (Jer 33,15-16).

2. Hermanos y hermanas, sí, Navidad vuelve en las mismas circunstancias difíciles, agravadas aún más por nuestras disensiones internas. Con todo eso, queremos meditar juntos sobre las palabras de san Pablo que nos dice, en su carta a los Filipenses: “Alegraos sin cesar en el Señor”, pues “la bondad de Dios ha aparecido” (Tit 2,11): “el Verbo de Dios se ha hecho hombre y ha habitado entre nosotros” (Jn 1,14).

San Pablo añade: con la alegría, “que vuestra clemencia y vuestra amabilidad, sean conocidas por todos los hombres” (Fil 4,5), sean vividas con todos, sin excepción, en cada circunstancia, en la comunidad parroquial, en la ciudad, en vuestras relaciones entre nuestras diferentes Iglesias, y entre nuestras diferentes religiones.

Y, en nuestras circunstancias difíciles, el apóstol añade “no tengáis ninguna preocupación”. Todas las preocupaciones, las que vienen de la Ocupación con todas sus consecuencias, el muro, la falta de libertad, la falta de trabajo, la vida social que ahoga, las familias divididas por leyes militares, y las disensiones internas palestinas que se han sumado recientemente…. Con todo eso “no tengáis preocupación”. Eso quiere decir, permaneced fuertes, no os dobléis bajo el fardo, y sabed que cada día es Navidad en la vida de cada creyente. Cada día y en cada acontecimiento la bondad de Dios nace en cada creyente que acepta acoger la gracia. Y, con esta gracia, puede enfrentar todas las preocupaciones. “No tengáis ninguna preocupación”, que las preocupaciones no sean una razón que os conduzcan al mal, que os lleven a olvidar que vosotros podéis vencer el mal con el bien, y así por la bondad que Dios ha puesto en vosotros, vosotros podéis rectificar el mal por el bien, y frenarlo por vuestra resistencia, para procurar la vida no la muerte, para producir la justicia y no el mantenimiento de la opresión y el fin de la ocupación en vez de dejarla pesar sobre vosotros.

Y la consecuencia de esta bondad será la paz: “Entonces la paz de Dios que supera toda inteligencia, tomará bajo su guía vuestros corazones y vuestros pensamientos” (Fil 4,7). La paz de Dios supera toda inteligencia, porque viene de Dios. Supera toda inteligencia, pero es fuente de vida en nuestras preocupaciones sobre esta tierra y puede guiar a los combatientes de los dos lados a encontrar las sendas de la paz verdadera.

3. Esta senda del espíritu, descrita por el apóstol Pablo, no es ciertamente la senda seguida en las situaciones mundiales de conflictos, ni en el conflicto que nos desgarra de desde hace generaciones en esta Tierra Santa. Y, sin embargo, la humanidad y cada persona humana son llamadas a tomar conciencia de estas sendas del espíritu para encontrar allí la luz y la sabiduría que ayudan a salir del impasse de la muerte. Todos son invitados a un examen de conciencia, a la luz de la bondad que Dios ha puesto en cada uno de nosotros, todos, los jefes políticos, los adversarios de los dos lados, las milicias, aquellos que son clasificados en los rangos de extremistas y terroristas… los que dicen hablar en nombre de Dios y todos los que dicen querer la paz, todos son invitados a un examen de conciencia para entrar en una nueva senda que ponga fin a la sangre, a la muerte y, en estos días, a las nuevas peleas intestinas. Así se hace la paz y cada persona humana halla su dignidad, y no añadiendo sangre sobre sangre: los palestinos en sus luchas intestinas o los militares israelíes que siguen matando los palestinos en sus ciudades palestinas.

4. Aquí el conflicto ha durado demasiado. Es grande el tiempo en el que todos los responsables que tienen nuestras suertes en sus manos en esta tierra, los responsables palestinos e israelíes y la comunidad internacional: es tiempo que tomen una acción nueva que ponga fin a una larga fase de muerte en nuestra historia y nos introduzca en una nueva fase en la historia de esta Tierra Santa. He aquí lo que nosotros necesitamos.

A todos los cristianos del mundo, desde Belén os decimos: ¡Feliz Fiesta de Navidad! Nosotros tenemos necesidad de vuestros ruegos y de vuestra acción para poder empezar un nuevo período de nuestra historia. Numerosos son los que piden noticias nuestras, sobre nuestras pruebas, y se preocupan de nuestro futuro y de nuestra próxima desaparición en esta tierra. Unos quieren vernos en peligro a causa de nuestras relaciones con los musulmanes. Otros quieren vernos pisados entre dos mayorías, musulmana y judía. Sí, la cuestión de la mayoría y de la minoría plantea un problema. Y en nuestras relaciones entre musulmanes y cristianos, no hemos alcanzado todavía el perfecto equilibrio, pero muchos esfuerzos son desplegados para llegar un día a la estabilidad querida. Pero la cuestión cristiana hoy en Tierra Santa no es en primer lugar una cuestión de minoría entre dos mayorías ni una cuestión de relaciones entre cristianos y musulmanes. La cuestión de los cristianos y su suerte se juega hoy sencillamente con el conflicto que dura. El verdadero peligro que amenaza hoy nuestro presente y nuestro futuro como cristianos en Tierra Santa y lleva a algunos de entre nosotros a emigrar es sencillamente la cuestión de la inestabilidad política que amenaza todo, la ocupación y todas sus consecuencias en cada aspecto de la vida. Quien está verdaderamente interesado por nuestro destino y quiere ayudarnos, he aquí el campo dónde es invitado a actuar, la estabilidad política, la justicia, la paz, el fin de la ocupación y la reconciliación. Ayudad a los dos pueblos a comenzar un nueva era de paz, de justicia y de reconciliación en la región, y el futuro de los cristianos estará asegurado.

También es cierto que somos testigos, en estos días, de un nuevo desarrollo de la situación del conflicto, las luchas fratricidas entre palestinos. Esto es aún un peligro suplementario para nosotros como para todos. Y Navidad dice a todos: paz, e invita cada uno a ver en su hermano la dignidad que Dios le ha dado. Tomar partido contra mi hermano y contra cada hermano, es tomar partido contra Dios, Creador de mi hermano y mi Creador. Navidad dice: ¡dejad las armas! ¡Recurrid al diálogo y a la razón! La lucha fratricida no es una senda hacia la libertad querida, sino una senda para más muerte, más confusión y una nueva esclavitud que nosotros nos imponemos.

5. Rogamos en esta noche santa por todos nuestros países árabes, sobre todo por los que están siendo probados: El Líbano, Irak e Sudan. Pedimos para todos: paz, sabiduría y la capacidad de ver en cada persona humana el amor de Dios por ella. Rogamos por los prisioneros para que Dios les conceda la libertad y los reconduzca a sus familias. Rogamos por todos los que sufren, por los enfermos, y por todos aquellos que han perdido la alegría de vivir. Qué la alegría de Navidad llene sus corazones y la visión de Dios que ama a los hombres y se compadece de las prue
bas de cada uno. Finalmente le pedimos a Dios el concedernos a todos esta gracia: de aprender a convertirnos en artesanos de paz, no de guerra, en dadores de vida no de muerte, y de llevar la gracia de Navidad cada día y en cada momento en nuestros corazones. Amén.

+ Michel Sabbah,
Patriarca

[Traducción distribuida por el Patriarcado Latino de Jerusalén]

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ZENIT Staff

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