Homilía del cardenal Bertone en el 60 aniversario de Caritas

Comenzó hoy la Asamblea General de Caritas Internationalis

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto de la homilía pronunciada hoy por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, durante la Misa con la que se inauguró hoy por la tarde la Asamblea General de Caritas Internationalis, en la Domus Mariae de Roma.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

La vida de la Iglesia, y la vida de cada cristiano unido a Cristo en la Iglesia, son siempre una “nueva canción”: constantemente proclaman, en el rostro de la debilidad humana y los fracasos, las maravillas del Señor.

Más aún, esta vida es ya en sí misma una maravilla, porque participa en la vida de Jesucristo y su manifestación al mundo. También Caritas Internationalis, puesta en el corazón de la Iglesia universal, y cada Caritas nacional, diocesana y local son una manifestación particular de ese “cántico nuevo” que revela la salvación a todos los hombres.

Nos hemos reunido para vuestra decimonovena Asamblea General y el sesenta aniversario de la fundación de Caritas. Dentro de esa gran alabanza a Dios y acción de gracias en Cristo, como es toda celebración eucarística, hoy se nos ofrece la ocasión particular de dar gracias al Señor por la caridad organizada de la Iglesia (cf. Enc. Deus caritas est, 21-23) y, más concretamente, por la historia, la vida y la acción de Caritas Internationalis. Elevemos, pues, nuestra voz a Dios para darle gracias por las innumerables iniciativas de caridad que este organismo ha llevado a cabo desde su fundación, especialmente por las realizadas en el último cuatrienio.

En nombre del Santo Padre, doy las gracias por la promoción y puesta en práctica de la caridad cristiana a todos los responsables de Caritas Internationalis, a los representantes de las Caritas nacionales y de otras instituciones hermanas, y hago extensivo este reconocimiento a todas las Caritas locales, tanto de ámbito diocesano como parroquial. Este compromiso de conjunto responde a la palabra del Señor Jesús que hemos proclamado en el Evangelio de hoy: “Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre” (Jn 14,1-12). Agradezco de modo especial la actividad desarrollada tras las recientes calamidades naturales en Haití y en Japón, así como también por los esfuerzos realizados en las emergencias debidas a los conflictos, como en Costa de Marfil y en otras situaciones de guerra, o en situaciones de pobreza extrema. En todas estas dolorosas realidades, esta benemérita institución eclesial está llamada a mostrar de modo práctico y eficaz que el mundo es una sola familia, la familia de los hijos de Dios: “One human family, zero poverty”, como reza el tema de la Asamblea.

1. La Caridad organizada, caridad de toda la Iglesia, como Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios

El pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado en la primera lectura, la institución de los primeros diáconos en la comunidad de Jerusalén, resulta muy adecuado para vuestra convocatoria. Con la constitución de este primer grupo de los siete, la “diaconía” entró a formar parte de la estructura fundamental de la Iglesia como servicio comunitario y orgánico (cf. Enc. Deus caritas est, 21.23). Como afirma el Santo Padre en la encíclica sobre el amor cristiano, posteriormente, “el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales, junto con la administración de los Sacramentos y el anuncio de la Palabra: practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra” (n. 22).

Caritas Internationalis, por tanto, se sitúa dentro de esta dimensión fundamental de la caridad estructurada de la Iglesia (cf. ibíd., 23). Así pues, vuestra actividad es una manifestación pública de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y como Pueblo de Dios. En efecto, “el amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad”. Vuestra aportación se sitúa en el orden de la diaconía eclesial. En efecto, “también la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor” y “el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado” (ibíd., n. 20). Esto es válido particularmente para el organismo Caritas, que se debe entender como instrumento del Obispo para la pastoral caritativa.

2. Lo que está a la base: la Iglesia como Cuerpo de Cristo

En la segunda lectura ha resonado entre nosotros la palabra del apóstol Pedro: “Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo” (1 P 2,4-9). La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Es presencia viva de Cristo por los caminos de la historia. Por eso, el cristiano, llamado a vivir en plenitud la propia existencia unido estrechamente a Cristo, “en” Él, como suele decir san Pablo, no puede hacer esto sin vivir en la Iglesia. Como Cristo es el sacramento del Padre, la Iglesia es el sacramento de Cristo. Vivir en la Iglesia, pues, significa identificarse con su misión, cooperar con sus tareas de salvación: el anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), la celebración de los Sacramentos (leiturgia) y el servicio de la caridad (diakonia). Estas tres tareas se presuponen recíprocamente y no se pueden separar una de otra (cf. Enc. Deus caritas est, 25).

La plenitud de la misión de Caritas Internationalis, por consiguiente, se realiza en la Iglesia, y al mismo tiempo este organismo, con todo el conjunto de las Caritas nacionales, diocesanas y parroquiales, ofrece a los fieles una oportunidad privilegiada de compartir la misión de la Iglesia y de estar unidos a Jesucristo. “Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podía dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia” (ibíd.). Esta caridad eclesial tiene una doble manifestación: la primera en el seno de la comunidad, la segunda dirigida hacia todos. Sobre todo en la Iglesia misma, como familia, “no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario… ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad” (ibíd.). Pero, al mismo tiempo, la caritas-agape supera los “confines” de la comunidad eclesial y, según el modelo del Buen Samaritano, se dirige hacia el hermano necesitado, quienquiera que sea (cf. ibíd.).

Todo esto ha sido bien comprendido y puesto en práctica con la creación de Caritas Internationalis y con el desarrollo de su actividad a lo largo de estos sesenta años de historia; esto se ha hecho de manera muy particular al otorgarle, en el 2004, la personalidad jurídica canónica pública, que ha constituido al organismo en una comunión cualificada con la jerarquía de la Iglesia y le ha asegurado una participación peculiar en su misión, participación que Caritas Internationalis está llamada a conocer, profundizar, acoger y realizar cada vez mejor. La personalidad canónica pública es un instrumento jurídico para manifestar una realidad teológica: en la comunión plena con Cristo y con la Iglesia, manifestada también en la vida de sus miembros y en la búsqueda personal de Je
sucristo, Caritas Internationalis será capaz de colaborar verdaderamente para que el mundo sea una familia, pues solamente en Jesucristo se revela plenamente al hombre su verdadera identidad y dignidad (cf. Concilio Vat. II, Const. Gaudium et spes, 22).

3. El Evangelio del paralítico: servir la plena dignidad del hombre

El Evangelio nos relata, en el episodio del paralítico de Cafarnaún (cf. Mt 9,1-7; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26), que Jesús, antes de curar a aquel hombre, perdonó sus pecados, escandalizando a algunos escribas que estaban presentes. En aquella circunstancia, Jesús quiso revelar de manera explícita que había sido enviado por el Padre a curar íntegramente al hombre, en el cuerpo y en el espíritu; y que la parálisis profunda del hombre es la que no se ve, y que está causada por el pecado, del que solamente Dios puede liberar. Al mismo tiempo, Jesús revela plenamente el hombre al hombre: al paralítico lo que es sí mismo, recordándole su dignidad transcendente.

Manifestándose como el Hijo del Padre misericordioso que perdona los pecados, sitúa al hombre ante el sentido pleno de su existencia, ante su relación con el Todopoderoso. La curación de la parálisis física es el signo de la vida nueva, en la dignidad redescubierta de hijo de Dios.

La acción caritativa de la Iglesia, como la de Cristo, nunca puede limitarse a socorrer las necesidades materiales de los hombres, aunque, a veces, éstas sean urgentísimas y no puedan esperar. Una asistencia humanitaria que prescinda habitualmente de la identidad cristiana y adopte un estilo, por así decir, “neutro”; un modo de actuar que quisiera complacer a todos, correría el riesgo de no prestar al hombre un servicio adecuado, a la altura de su plena dignidad, incluso en el caso de que lograse sus fines inmediatos. De este modo, aun sin quererlo, se acabaría por suscitar en las personas asistidas una mentalidad materialista, que ellas aplicarían a su vez a sus relaciones con los demás y a la hora de afrontar los problemas sociales. En una palabra: la Iglesia no solamente debe practicar la caridad, sino practicarla como Cristo.

4. Ayudar a reconocer al hermano en el pobre

Caritas Internationalis, ante las necesidades y las miserias humanas que afronta cada día, se ve apremiada a defender y promover los derechos de los más pobres, incluso ante las autoridades internacionales. Dentro de los límites propios de su modo peculiar de participar de la misión de la Iglesia y de su mandato específico como persona pública canónica, y realizada en comunión con los legítimos Pastores, esta acción de advocacy es una riqueza de la Iglesia. Sin embargo, existe otro nivel de servicio que precede y supera en importancia al realizado ante las autoridades públicas. Es el de llegar de modo convincente y respetuoso a la mente y al corazón de los creyentes y de todas las personas de buena voluntad, para que reconozcan a sus hermanos en los pobres. Es lo que deseaba el Siervo de Dios Pablo VI cuando insistía en la tarea eminentemente educativa de Caritas. Tanto la ideología liberal como la colectivista, aunque cada una tiene aspectos de verdad tomados del Cristianismo, han deslumbrado a la gente prometiendo el paraíso en la tierra. En realidad, en este tiempo histórico, el paraíso jamás se alcanzará; sin embargo, debemos esforzarnos en todo momento con responsabilidad en el servicio de los hermanos. En el fondo de todas las miserias está el egoísmo y la indiferencia, que en campo político se manifiestan especialmente en la corrupción. Caritas Internationalis y las Caritas nacionales y locales hacen un bien inmenso cuando ayudan a las personas y a las comunidades a reconocer con amor la presencia de otros hermanos necesitados, que es la presencia del mismo Cristo (cf. Mt 25,31-46); cuando logran sacudir sus conciencias, para que, tanto a través de la libre iniciativa como colaborando con la caridad organizada de la Iglesia, sientan siempre la urgencia exigente del compartir evangélico. Deseo, como fruto de esta Asamblea, que el compromiso fundamental de Caritas Internationalis, y también el objetivo de una relación renovada con los organismos de la Santa Sede, sea descubrir el rostro de los hermanos, ayudar a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad a considerar como algo propio sus necesidades y la exigencia del reconocimiento total de su dignidad.

5. Fin último de la Asamblea

“No perdáis la calma… Señor no sabemos a dónde vas… Yo soy el camino, y la verdad y la vida” (Jn 14,1.5.6).

Para poder llevar a cabo la diaconía de la caridad en su plenitud, sin limitarse a dar ayudas materiales y ni siquiera a defender los derechos de los pobres, sino buscando despertar en todos los destinatarios de nuestra actividad la conciencia de su dignidad humana; para poder reforzar en los cristianos y en los hombres de buena voluntad una conciencia operativa, de fraternidad, especialmente hacia los más pobres, es preciso vivir en Jesucristo, que “es el camino, y la verdad y la vida”, y estar animados por su Santo Espíritu. Esta Asamblea no es sólo la ocasión para un encuentro fraterno y para cumplir con las obligaciones institucionales. Esta Asamblea es sobre todo la ocasión para reencontrar a Cristo más intensamente, para dar un nuevo impulso al compromiso personal de servir a los hermanos con el Espíritu de Cristo. A Él lo encontramos en la Palabra y en el Pan de Vida, en la oración personal y en los Sacramentos, pero también lo encontraremos y transmitiremos su vida a los demás en la actividad de Caritas, de la familia de Caritas como parte cualificada de la Iglesia. En efecto, Sacramentos, Palabra y Diaconía son elementos co-esenciales de la vida de la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Gracias a ellos podemos ocupar el “sitio” que Cristo nos ha preparado junto al Padre, pero solamente si hemos amado a los hermanos como Jesús nos ha enseñado.

6.Deseo y oración en nombre del Santo Padre

Queridos amigos, éste es el deseo que albergo para vosotros, pensando tanto en vuestra vida personal y familiar como en vuestro compromiso eclesial en Caritas. Pero tengo sobre todo el gozo de traeros el saludo del Santo Padre Benedicto XVI y el testimonio de su cercanía espiritual. Habiendo querido consagrar su primera encíclica al amor cristiano y, en particular en la segunda parte, a su ejercicio por parte de la Iglesia, comunidad de amor, él sigue con una gran atención vuestro camino y os acompaña a través de su oración que él confía a la intercesión maternal de la Virgen María así como a la del Beato Juan Pablo II quien erigió Caritas Internationalis como entidad canónica pública. Que ellos obtengan, para todas las personas presentes y para las que participarán en los trabajos de esta Asamblea, frutos duraderos y eficaces de caridad y de paz.

[Versión distribuida por la Santa Sede]

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ZENIT Staff

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