Homilía del Papa en el 90 cumpleaños del cardenal Tomáš Špidlík

Autor de la capilla “Redemptoris Mater” del Vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 17 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía del Papa al celebrar hoy, en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano, una eucaristía en el 90 cumpleaños del cardenal Tomáš Špidlík, S.I.

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Queridos amigos,

con la Liturgia de hoy entramos en el último tramo del camino del Adviento, que exhorta a intensificar nuestra preparación para celebrar con fe y alegría el Nacimiento del Señor, acogiendo con íntimo asombro a Dios que se hace cercano al hombre, a cada uno de nosotros.

La primera lectura nos presenta al anciano Jacob que reúne a sus hijos para la bendición: es un acontecimiento de gran intensidad y conmoción. Esta bendición es como un sello de la fidelidad a la alianza con Dios, pero es también una visión profética, que mora adelante e indica una misión. Jacob es el padre que, a través de las líneas no siempre rectas de su propia historia, alcanza la alegría de reunir a sus hijos en torno a sí y trazar el futuro de cada uno y de su descendencia. En particular, hoy hemos escuchado la referencia a la tribu de Judá, del que se exalta la fuerza real, representada por el león, como también a la monarquía de David, representada por el cetro, el bastón de mando, que alude a la venida del Mesías. Así, en esta doble imagen, aparece el futuro misterio del león que se hace cordero, del rey cuyo bastón de mando es la Cruz, signo de la verdadera realeza. Jacob tiene progresivamente conciencia de la primacía de Dios, ha comprendido que su camino está guiado y sostenido por la fidelidad del Señor, y no puede sino responder con adhesión plena a la alianza y al designio de salvación de Dios, convirtiéndose a su vez, junto con su propia descendencia, en eslabón del proyecto divino.

El pasaje del evangelio de Mateo nos presenta la “genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1), subrayando y explicitando ulteriormente la fidelidad de Dios a la promesa, que Él realiza no solo mediante los hombres, sino con ellos y, como para Jacob, quizás a través de caminos tortuosos e imprevistos. El Mesías esperado, objeto de la promesa, es verdadero Dios, pero también verdadero hombre; Hijo de Dios, pero también Hijo nacido de la Virgen, María de Nazaret, carne santa de Abraham, en cuya semilla serán bendecidos todos los pueblos de la tierra (cfr Gen 22,18). En esta genealogía, además de María, son recordadas cuatro mujeres. No son Sara, Rebeca, Lía y Raquel, es decir, las grandes figuras de la historia de Israel. Paradójicamente en cambio son cuatro mujeres paganas: Rajab, Rut, Betsabé y Tamar, que aparentemente “enturbian” la pureza de una genealogía. Pero en estas mujeres paganas, que aparecen en puntos determinados de la historia de la salvación, se puede ver el misterio de la iglesia de los paganos, la universalidad de la salvación. Son mujeres paganas en las que aparece el futuro, la universalidad de la salvación. Son también mujeres pecadoras y así aparece en ellas también el misterio de la gracia: no son nuestras obras las que redimen al mundo, sino es el Señor quien nos da la verdadera vida. Son mujeres pecadoras, sí, en las que aparece la grandeza de la gracia de la cual todos nosotros tenemos necesidad. Estas mujeres revelan con todo una respuesta ejemplar a la fidelidad de Dios, mostrando la fe en el Dios de Israel. Y así podemos entrever a la Iglesia de los paganos, misterio de la gracia, la fe como don y como camino hacia la comunión con Dios. La genealogía de Mateo, por tanto, no es sencillamente un elenco de las generaciones: es la historia realizada primeramente por Dios, pero con la respuesta de la humanidad. Es una genealogía d ella gracia y de la fe: precisamente sobre la fidelidad absoluta de Dios y sobre la sólida fe de estas mujeres se apoya la continuación de la promesa hecha a Israel.

La bendición de Jacob combina muy bien con la feliz celebración hoy del 90 cumpleaños del querido cardenal Špidlík. Su larga vida y su singular camino de fe dan testimonio de cómo Dios guía a quien se confía a él. Pero él ha recorrido también un rico itinerario de pensamiento, comunicando siempre con ardor y profunda convicción que el centro de toda la Revelación es un Dios Tripersonal y que, en consecuencia, el hombre creado a su imagen es esencialmente un misterio de libertad y amor, que se realiza en la comunión: el modo mismo de ser de Dios. Esta comunión no existe por sí misma, sino que procede – como no se cansa de afirmar el Oriente cristiano – de las Personas divinas que libremente se aman. La libertad y el amor, elementos constitutivos de la persona, no son aprehensibles por medio de las categorías racionales, por lo que no se puede comprender a la persona si no es en el misterio de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y en la comunión con Él, que se convierte en acogida de la “divino-humanidad” también en nuestra existencia. Fiel a este principio, el cardenal Špidlík ha entretejido a través de los años una visión teológica vivaz y en muchos aspectos original, en la que confluyen orgánicamente el Oriente y el Occidente cristianos, intercambiándose recíprocamente sus dones. Su fundamento es la vida en el Espíritu; el principio del conocimiento: el amor; el estudio: una iniciación a la memoria espiritual; el diálogo con el hombre concreto: un criterio indispensable, y su contexto: el cuerpo siempre vivo de Cristo, que es su Iglesia. Estrechamente ligada a esta visión teológica está el ejercicio de la paternidad espiritual, que el cardenal Špidlík ha desarrollado constantemente y sigue desarrollando. Hoy, podríamos decir que se reúne en torno a él, en la celebración de los Divinos Misterios, una “pequeña descendencia” espiritual suya, el Centro Aletti, que quiere recoger su preciosa enseñanza, haciéndola fructificar con nuevas intuiciones y nuevas investigaciones, también a través de su representación artística. En este contexto, me parece particularmente hermoso subrayar el vínculo entre teología y arte brotado de su pensamiento. Se cumplen de hecho diez años desde cuando mi venerado y amado predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II, dedicó esta Capilla, la Redemptoris Mater, afirmando que “esta obra se propone como expresión de esta teología a dos pulmones de la que puede sacar nueva vialidad la Iglesia del tercer milenio”. Y continúa el Papa:»La imagen de la Redemptoris Mater, que corona la pared central, pone ante nuestros ojos el misterio del amor de Dios, que se ha hecho hombre para darnos a nosotros, seres humanos, la capacidad de ser hijos de Dios… (Es el) mensaje de la salvación y de alegría que Cristo, nacido de María, ha traído a la humanidad» (Enseñanzas XXII, 2 [1999], p. 895).

A usted, querido cardenal Špidlík, le auguro de todo corazón la abundancia de las gracias del Señor, para que siga iluminando con sabiduría a los Miembros del “Centro Aletti» y a todos sus hijos espirituales. Continuando la Celebración de los Santos Misterios, confío a cada uno a la materna protección de la Madre del Redentor, invocando del Verbo divino, que ha asumido nuestra carne, la luz y la paz anunciada por los Ángeles en Belén. Amén

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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