Iglesia y cambio climático

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 4 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título «Iglesia y cambio climático».

 

* * *

VER

Se está llevando a cabo en Cancún la Convención de la ONU sobre Cambio Climático, con la participación de 194 países. La Iglesia Católica está presente, por medio de Caritas, con testimonios y celebraciones.

En la pasada asamblea de nuestra diócesis, ante el progresivo desastre ecológico, tomamos el acuerdo de articular la pastoral de la tierra. Para ello, nos propusimos impulsar un proceso de concientización sobre el amor, respeto y cuidado que merece y necesita la madre tierra; recuperar las experiencias de las comunidades, para que se articulen a nivel diocesano; detener los daños que nosotros mismos le causamos; organizarnos para concientizar sobre el avance de proyectos de muerte; promover talleres y cursos.

¿Por qué nuestra Iglesia se interesa por estos temas? ¿Es sólo por moda, por seguir la corriente? ¿Es una distracción de nuestra misión evangelizadora? ¿Es pura política? ¿Tiene que ver con la fe cristiana?

JUZGAR

El Papa Benedicto XVI, en su Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz de este año, no deja lugar a dudas, cuando dice: «El respeto a lo que ha sido creado tiene gran importancia, puesto que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios, y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de la humanidad. No son menos preocupantes los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado. Por este motivo, es indispensable que la humanidad renueve y refuerce esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos.

¿ Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? Todas estas son cuestiones que tienen una repercusión profunda en el ejercicio de los derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud y al desarrollo.

Se ha de constatar por desgracia que numerosas personas, en muchos países y regiones del planeta, sufren crecientes dificultades a causa de la negligencia o el rechazo por parte de tantos a ejercer un gobierno responsable respecto al medio ambiente.

Entre las causas de la crisis ecológica actual, es importante reconocer la responsabilidad histórica de los países industrializados. No obstante, tampoco los países menos industrializados, particularmente aquellos emergentes, están eximidos de la propia responsabilidad respecto a la creación, porque el deber de adoptar gradualmente medidas y políticas ambientales eficaces incumbe a todos».

ACTUAR

Concluye el Papa, y yo aduzco su autoridad, para que se comprenda que esta preocupación forma parte también de las exigencias de nuestra fe: «Todos somos responsables de la protección y el cuidado de la creación. No se puede permanecer indiferente ante lo que ocurre en nuestro entorno, porque la degradación de cualquier parte del planeta afectaría a todos. La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y sobre todo para proteger al hombre frente al peligro de la destrucción de sí mismo. Al cuidar la creación, vemos que Dios, a través de ella, cuida de nosotros».

Mientras los países más contaminantes se resisten a controlar sus industrias, nosotros cuidemos los árboles, los ríos, los manantiales. En las tierras en declive, hay que hacer bordos o terrazas, para que la tierra buena no se vaya al río con las lluvias. Si necesitas cortar un árbol, siembra y cuida diez. Aprende a manejar la basura. No te dejes engañar por los agroquímicos. Elabora y usa abonos orgánicos. Evita los incendios destructivos. Ama y cuida la tierra, nuestra casa.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación