Imposible callar ante el drama de los jóvenes en campos de refugiados, denuncia el Papa

En su mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2008

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 28 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pide ayuda ante el drama diario que se vive de los campos de refugiados, especialmente fijándose en los niños y jóvenes que no han conocido otra realidad en su vida.

Los «jóvenes migrantes» son el centro del Mensaje del Papa para la próxima Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado -13 de enero de 2008- presentado este miércoles en la Oficina de Prensa de la Santa Sede–.

«Desafortunadamente» hay «muchos niños y adolescentes» entre los «migrantes forzosos», «refugiados», «prófugos» y «víctimas del tráfico de seres humanos», escribe el Santo Padre.

«Es imposible callar ante las imágenes desgarradoras de los grandes campos de prófugos y de refugiados, presentes en distintas partes del mundo. ¿Cómo no pensar que esos pequeños seres han llegado al mundo con las mismas, legítimas esperanzas de felicidad que los otros?», subraya.

«La infancia y la adolescencia son fases de fundamental importancia para el desarrollo del hombre y de la mujer, y requieren estabilidad, serenidad y seguridad»; en cambio, estos niños y adolescentes «han tenido como única experiencia de vida los «campos» de permanencia obligatoria», advierte.

Allí «se hallan segregados, lejos de los centros habitados y sin la posibilidad de ir normalmente a la escuela», cosa que, como alerta el Papa, pone en cuestión la posibilidad de que contemplen con confianza su propio futuro.

«Es necesario dedicarse aún más a ayudarles, mediante la creación de estructuras idóneas de acogida y de formación», exhorta.

En la presentación del mensaje papal, el arzobispo Agostino Marchetto, secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los emigrantes e Itinerantes, advirtió de la dramática dimensión de conceptos como «asilo» y «prófugo» cuando se refieren a los jóvenes migrantes.

Ya el «desarraigo forzoso del lugar de origen» implica un evento traumático, y los jóvenes refugiados «sufren inmensamente por violaciones de derechos humanos sufridas como víctimas de guerras y de violencias, o de negligencia, crueldad, explotación social o de otro tipo, discriminación racial, agresión y ocupación extranjera de los lugares donde viven», enumeró.

El prelado hizo hincapié en que existe una generación entera que ha nacido y crecido en campos de refugiados.

Tales estructuras «deberían volver a ser aquello para lo que fueron creadas: un lugar donde estar temporalmente»; pero la praxis general –lamentó–, especialmente en países del sur del mundo, es «obligar a las personas a vivir en campos superpoblados, muchas veces en situaciones espantosas».

A los refugiados normalmente no se les permite trabajar, mientras que su libertad de movimientos está limitada –describió–; quedan «totalmente limitados a la distribución de alimentos dentro de los campos», donde no es excepcional la malnutrición.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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