Inaugurado el Congreso Teológico-Pastoral sobre la Familia en Valencia

«La transmisión de la fe en familia»

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VALENCIA, martes, 4 julio 2006 (ZENIT.org).- Con una oración por las víctimas del trágico accidente del metro de Valencia, presidida por el cardenal Alfonso López Trujillo, se inauguró esta tarde en Valencia el Congreso Teológico-Pastoral con el lema «la transmisión de la fe en familia».

En atención al luctuoso acontecimiento, se han eliminado del programa de la Feria de las Familias todos los actos festivos y se han suprimido de este Congreso las intervenciones de las autoridades y del arzobispo de Valencia en el acto de inauguración, debido a que están dedicados a la atención al funeral por las víctimas.

El cardenal López Trujillo, en la oración, dijo que este «es un momento de dolor y de prueba para una ciudad alegre, gozosa que espera al Sucesor de Pedro. Queremos sumarnos desde lo hondo de nuestra fraternidad en una oración que nos recuerda el encuentro definitivo».

Para poder facilitar la asistencia de los congresistas al funeral de las siete de la tarde en la catedral, se acortaron las intervenciones de este congreso.

El cardenal Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, dividió la ponencia inaugural en dos partes. En la primera se propuso mostrar la bondad ética de la institución matrimonial en sí, aparte del sacramento. En la segunda, mostrar lo que es hoy en occidente la discusión sobre el tema. Optó por desarrollar sólo la segunda parte.

«No hay duda –dijo el cardenal Caffarra– de que la percepción clara del valor, de la preciosidad propia del matrimonio se va hoy gradualmente oscureciendo. El hecho a mi juicio más emblemático de este oscurecimiento ha sido que el 18 de enero de 2006, con 468 votos a favor, 149 contrarios y 41 abstenciones, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que invita a equiparar las parejas homosexuales a las de hombre y mujer y condena como homofóbicos a los Estados y países que se oponen al reconocimiento de las parejas gay».

«Este hecho –añadió– no había sucedido nunca en la historia de la humanidad. La relación homosexual ha sido siempre y es también hoy diversamente juzgado desde el punto de vista del comportamiento personal».

¿Por qué se ha llegado a esta petición? ¿Qué estamos arriesgando en ella?, se preguntó el ponente.

«La petición de equiparar en los ordenamientos jurídicos matrimonio, uniones de hecho y convivencias homosexuales es el punto de llegada coherente con una falsa concepción de laicidad del Estado», respondió.

De estos se deduce que «ninguna concepción de vida buena es verdadera en alternativa a la contraria. Es imposible (según esta concepción) cualificar como verdadera una concepción de vida y como falsa a su contraria, desde el momento en que expresan siempre y simplemente fines y preferencias subjetivamente motivados y siempre revisables».

El corolario de este presupuesto, dijo el cardenal Caffarra, es que «cualquier opción (legislativa, administrativa…) a favor de una concepción en lugar de otra se hace inevitablemente parcialidad injusta y violación de la autonomía del sujeto. Por tanto: completa equiparación entre matrimonio, parejas gay y uniones de hecho».

El segundo presupuesto del que nace la actual radicalización del concepto de laicidad es que «debe ser posible organizar la vida asociada prescindiendo imparcialmente de las diversas concepciones de vida buena, a través de propuestas universalmente condivisibles porque justificables sin referencia a ninguna de las diversas concepciones de vida buena, pero también a través de propuestas que no son meramente formales o procedimentales».

Respecto a la segunda pregunta, ¿qué estamos arriesgando?, el cardenal afirmó que «una entrada en una crisis sin precedentes de la institución matrimonial, que acompañará la construcción de una sociedad de extraños los unos a los otros. La torre de Babel se hará cada día más la ‘cifra’ de nuestros edificios sociales».

El cardenal Caffarra dijo que la santidad no es más que «el esplendor de la verdad y de la bondad propia de la persona humana. Es el esplendor del amor conyugal que refulge hoy todavía en tantas parejas el que disolverá la niebla de ideologías devastantes: y lo harán simplemente viviendo».

Por último, se preguntó por los jóvenes. «No dudo en decir que hoy en nuestra sociedad occidental la principal emergencia es la emergencia educativa: una entera generación de adultos no sabe ya educar a una entera generación de jóvenes. Ya la razón es simple y grave. Educar significa introducir a la realidad y la clave que abre la puerta es la razón, una razón que no renuncie a sí misma, a tomar en cuenta –sin excluir ninguna- todas las demandas que la realidad presenta».

«Tenemos una gran tarea –concluyó el cardenal–: reconstruir un fuerte lazo educativo dentro y fuera de las familias. Porque la devastación de lo humano a la que asistimos no se para en inútiles lamentos e ineficaces palabras, sino en la regeneración educativa de personas humanas verdaderamente libres y libremente verdaderas. Una vez más a la Iglesia se le pide generar al hombre en Cristo».

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ZENIT Staff

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