Incendiados una iglesia y un convento de los franciscanos en Libia

Los religiosos no sufren daños y trasfieren su residencia a Trípoli

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ROMA, domingo, 26 febrero 2006 (ZENIT.org).- Las manifestaciones de protesta que han tenido lugar en la ciudad líbica de Bengasi han provocado el incendio de la iglesia y del convento de los Frailes Menores franciscanos de esa comunidad.

Lo ha confirmado en una carta Fray José Rodríguez Carballo, OFM, ministro general de la Orden, revelando que el obispo Sylvester Carmel Magro, O.F.M., vicario apostólico de Bengasi, y los cuatro religiosos de esa comunidad –dos filipinos y dos polacos– han tenido que refugiarse en Trípoli, junto con las religiosas de la citada diócesis.

Fuentes de la Orden en Libia aclaran que en el incendio «ni los religiosos ni las religiosas que trabajan en Bengasi han sufrido daño alguno».

En Libia han tenido lugar duras protestas, en particular contra objetivos italianos, después de que el ministro de las Reformas del gobierno italiano, Roberto Calderoli, después dimitido, apareciera en televisión con una camiseta en la que aparecían grabadas las viñetas de Mahoma publicadas por periódicos occidentales.

En Bengasi los manifestantes atacaron también el consulado italiano y en los desórdenes, entre el 17 y el 18 de febrero perdieron la vida 14 personas.

Publicamos la carta escrita por Fray José Rodríguez Carballo a los religiosos franciscanos que trabajan en aquella Iglesia, así como a todos los cristianos que viven en Bengasi, mostrándoles su cercanía en estos momentos de prueba y reafirmando la voluntad de la Orden de seguir fieles a un historia de presencia pacífica en el mundo musulmán que se remonta al año 1219, cuando San Francisco encontró al Sultán Melek-el-Kamel.

* * *

Roma, 20 Febrero 2006

A Sus Excelencias
Mons. Giovanni Martinelli, ofm
y Mons. Sylvester Carmel Magro, ofm,
a todos los Hermanos Menores,
a las Hermanas de la Familia Franciscana
y a todos los Cristianos presentes en Libia,
el Señor os dé la paz!

Mientras nos llegan noticias preocupantes sobre nuestra querida tierra de Libia, deseo manifestaros la cercanía de todos los Hermanos Menores esparcidos por el mundo entero. Por eso el saludo de paz, revelado por el Señor a San Francisco, se transforma hoy en nuestra oración por todos vosotros, porque, como el mismo san Francisco nos ha enseñado, «son verdaderamente pacíficos aquellos que, en todas las cosas que en este siglo padecen por amor de Nuestro Señor Jesucristo, conservan la paz en el alma y en el cuerpo» (Admonición 15).

Ciertamente es un don de Dios permanecer en la paz, continuar siendo verdaderos testimonios de la paz, cuando el mundo entero grita con fuerza su violencia, pero en cuanto hijos del «pobrecillo de Asís» sabemos que es concretamente la paz el don precioso que el Resucitado nos ha entregado, para que a su vez nosotros lo entreguemos a los hombres y mujeres con quienes convivimos.

Junto a vosotros, y gracias a vosotros, también hoy, toda la Orden de Hermanos Menores manifiesta su firme voluntad de mantenerse fiel a su historia de presencia pacífica en el mundo musulmán, presencia que desde el día en que san Francisco, en el 1219, se encontró con el sultán Melek-el-Kamel, ha continuado ininterrumpidamente a lo largo de los ochocientos años de nuestra historia.

Y además, nos sentimos en plena comunión con cuanto ha manifestado el Santo Padre Benedicto XVI, durante su encuentro con algunas Comunidades musulmanas en Colonia el 20 agosto 2005, y con él queremos reafirmar en esta ocasión la urgencia extrema de: «afirmar, sin concesiones a las presiones negativas del ambiente, los valores del respeto recíproco, de la solidaridad y de la paz», porque «la vida de todo ser humano es sagrada ya sean cristianos ya sean musulmanes».

Queremos continuar nuestro camino buscando los grandes valores que unan a todos los hombres, y esto desde sus tradiciones religiosas y culturales, las cuales nos permiten superar las barreras que ideologías y malintencionados intereses económicos continúan a ensalzar.

Queremos continuar a creer que solamente no cayendo en la tentación del abuso y la violencia, manifestados en cualquier forma, sino por el contrario persiguiendo siempre el pleno reconocimiento de la dignidad de toda persona y de sus derechos fundamentales, se conseguirá que todos los hombres puedan vivir unidos como hermanos y en paz.

Deseamos además, que la justicia, la serenidad y la paz vuelvan enseguida a reinar en la tierra de Libia y para esto os aseguramos nuestra fraternal oración.

Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro General

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ZENIT Staff

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