Inculturización y evangelización, desafíos de los franciscanos en China

Explica el Ministro general de los Frailes Menores

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ROMA, viernes 22 de enero de 2010 (ZENIT.org).- La inculturación y la difusión del Evangelio son dos de las prioridades de la Orden de los Frailes Menores en su misión en China.

Lo explicó el padre José Rodríguez Carballo, Ministro general de la Orden, al intervenir en la Universidad Pontificia Antonianum de Roma el pasado 15 de enero, con motivo de la fiesta de la Gran Cancillería y de la Universidad.

En este contexto, se celebró una jornada de estudio sobre la Iglesia en China para celebrar el VII centenario de la ordenación episcopal de fray Juan de Montecorvino, primer obispo en el país asiático, nombrado arzobispo del actual Pekín y Patriarca de Oriente.

El Ministro general de los Frailes Menores recordó que la sociedad china está viviendo actualmente “un periodo histórico de transición hacia una colaboración cada vez mayor con el mundo occidental, especialmente en el ámbito económico”.

“La juventud parece vacía de valores, y entre los más sensibles aparece la búsqueda de una nueva espiritualidad que pueda dar un sentido a su vida”, reconoció.

“En este sentido, el cristianismo, en cuanto religión extranjera, le parece a mucha gente que puede ofrecer algo nuevo y algo más respecto a las religiones o ideologías ya conocidas o experimentadas en China”, dijo.

“Y esto explica en parte el relativo crecimiento de los cristianos en el continente, y la participación también de los budistas en las celebraciones más importantes de la Iglesia católica”, continuó.

En este contexto, el desafío para la Iglesia china y para los franciscanos es “cómo ayudar a la sociedad en este tiempo de transición”, afirmó el padre Carballo.

Con ese objetivo, destacó algunos compromisos que la Orden deberá afrontar, el primero de los cuales es la inculturación.

“Para nosotros los franciscanos, la primera forma de inculturación es la implantatio Ordinis en China.

Esto significa, explicó, formar verdaderos Frailes menores autóctonos, encarnar nuestro carisma en la religiosidad y la cultura chinas y, como consecuencia, ofrecer a la Iglesia un modelo vivido de inculturación.

Un segundo desafío es el de “contribuir de manera importante a la comunión interna en la única Iglesia que hay en China”, seguido del compromiso por las obras sociales y la promoción humana.

“Hoy, la evangelización en China todavía pasa a través de las actividades sociales y caritativas, en las que el testimonio silencioso pero vivo de tantos religiosos se hace mensaje elocuente de los valores del Evangelio de Jesucristo”.

También pide compromiso el acompañamiento y la formación de los franciscanos en China, donde están presentes varias congregaciones femeninas y al menos cuatro mil miembros de la Orden Franciscana Seglar.

Misión franciscana en China

Entre los aspectos característicos de la evangelización franciscana en China, el padre Rodríguez Carballo destacó en primer lugar “la utilización por parte de los misioneros, de los “caminos humanas” que se les abren”.

De la misma manera, ha sido fundamental “la promoción humana y cultural”, dijo.

“No pocos franciscanos se han dedicado a la lengua china” y han constituido “muchas obras de tipo humanitario y caritativo” dedicadas sobre todo a las poblaciones de las zonas rurales.

La actividad principal era de todos modos la difusión del Evangelio, para “dar a conocer la persona de Jesucristo, provocar y acompañar las conversiones al cristianismo y ofrecer la gracia de Dios con la administración de los sacramentos”.

En el anuncio misionero, así como en la cultura china, la palabra tiene una función muy importante.

Juan de Montecorvino ya había traducido a la lengua de los dominadores tártaros el Salterio y el Nuevo Testamento, y en el siglo XX, fray Gabriele M. Allegra decidió traducir toda la Biblia al chino.

Después de haber pasado tantas dificultades, no podía dejar de ser especialmente relevante el testimonio del martirio.

El de los primeros misioneros y las terribles experiencias de “tantos otros frailes anónimos que han dado su vida con penurias o sufrimientos de varios tipos en la cárcel, donde estaban encerrados como en una tumba”.

En este contexto, el padre Rodríguez Carballo recordó que “decir vocación franciscana significa decir compromiso por salir de sí mismo”, y “ponerse en camino, por las calles del mundo, para anunciar el Evangelio, como frailes y menores”, porque “el Evangelio es un don destinado a ser compartido”.

“Es la hora de responder, con imaginación y creatividad, a esta exigencia de nuestra vocación”, declaró.

La Orden de los Frailes Menores “no puede renunciar a obedecer el mandato de Jesús: ‘Id por todas partes y enseñad a todas la naciones”.

Y concluyó: “En esta obediencia nos jugamos la fidelidad a nuestra vocación y misión de Portadores del don del Evangelio”.

[Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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