CIUDAD DEL VATICANO, 8 enero 2002 (ZENIT.org).- «Enciende la esperanza» es el título de la campaña para el año 2002 de la Pontificia Obra de la Infancia Misionera, que lanzó el mismo Juan Pablo II el pasado 6 de enero en Roma.
Difundida en 115 países de todo el mundo, la Obra distribuyó el año pasado subsidios por unos 13 millones de dólares (14.616.595 millones de euros), con los que se financiaron 2.666 proyectos: en África (1.209), Asia (1.192), América (212), Oceanía (37), Europa (16).
Sor Maria Teresa Crescini, secretaria del organismo pontificio, explica que «los niños se comprometen a rezar y ayudar concretamente a los niños del mundo en nombre de la fraternidad universal. Inventan actividades con las que poder llenar su hucha».
En Alemania, por ejemplo, tienen una larga tradición los «Sternsinger» o «Cantores de la Estrella»: medio millón de niños y adolescentes de la Infancia Misionera que participan en la recaudación de fondos cantando villancicos en las calles y plazas.
«Nuestros chavales –explica la religiosa– están comprometidos en un proyecto en Sudáfrica, para los niños enfermos de sida. En Perú, para la alimentación de los niños. Existe también un proyecto de escuela dominical en Manila para los niños recogedores de basura».
«Otro proyecto se dirige a los niños-soldado –añade–: lo llevamos adelante desde hace tres años con mucha fuerza y con mucha decisión. Por último estamos empeñados en la iniciativa de una escuela dominical para los niños de las Islas Salomón. Por tanto, los proyectos miran a los cinco continentes».
La infancia misionera incluye a los niños de cero a catorce años. Los fondos que recogen son enviados a la oficina de Infancia Internacional de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, donde existe un Fondo común de solidaridad.
A larga distancia, el mundo misionero está preparando la cita de Guatemala, cuando en noviembre de 2003 se desarrollará el Comla7-Cam2, es decir el séptimo congreso misionero latinoamericano y el segundo de todo el continente.
