Informe de la Conferencia Episcopal de Colombia en Aparecida

APARECIDA, domingo, 20 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el informe que presentó monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, IMC, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, ante la Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe.

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Los obispos delegados y demás convocados desde Colombia, hemos llegado a Aparecida con inmensa esperanza, esa que brota de la seguridad de que nos guía el Señor Resucitado, Jesucristo vivo, por medio de su Espíritu, en medio de los cambios que hoy vivimos.

CAMBIO CULTURAL

Nos damos cuenta de que no estamos experimentando unos cambios en nuestra época sino que es la misma época la que está cambiando. No estamos enfrentando cambios dentro de la casa cultural en que vivimos, sino constatamos que estamos cambiando de casa. Este nuevo paradigma nos interpela, nos pide otro tipo de respuestas pastorales y sobre todo, otro estilo de ser pastores.

Nuestro deseo es que aquí en Aparecida podamos diseñar ese nuevo estilo de vida, de actitudes pastorales y de itinerarios espirituales necesarios hoy.

CONVERSIÓN DEL DISCÍPULO
Reconocemos cuán acertado e inspirado es el tema de discípulos y de misioneros de Jesucristo para fortalecer nuestra identidad cristiana. A tiempos difíciles, discípulos nuevos. Hacemos alusión a un nuevo obispo, un nuevo sacerdote, un nuevo diácono, un nuevo religioso consagrado y un nuevo laico. Esperamos que Aparecida tome en especial consideración los procesos formativos de todos estos discípulos frente a los nuevos desafíos religiosos y socioculturales del continente.

CONVERSIÓN PASTORAL
Nuestro anhelo es que podamos diseñar, creativa y comunitariamente, esa nueva pastoral que dé la debida prioridad al anuncio de Jesucristo y a los procesos de iniciación cristiana. Vislumbramos una pastoral de procesos y no simplemente de acciones momentáneas. Tomamos en cuenta la dificultad de los procesos largos, cuando la mentalidad light de corte postmoderno sólo quiere asumir compromisos blandos, sin mucho pasado y sin mucho futuro. Queremos soñar con una pastoral realizada por todos y para todos sin exclusiones así que vaya construyendo la unidad en la diversidad.
Insistimos en que se dé forma a una visión pastoral donde el laico en la Iglesia y con la luz del Espíritu, sea de verdad protagonista en la pastoral y no solo fiel ejecutor de la misma.

CONVERSIÓN ESPIRITUAL
Con genuina humildad y con actitud de escucha debemos enfrentar las nuevas realidades latinoamericanas.

Además, no podemos reducirnos a llegar unilateralmente a la cabeza de nuestros fieles con ritos, normas, leyes y doctrinas. Es la hora del corazón. Es la hora del primado del amor. Es la hora de la imaginación que acompaña las migraciones intelectuales y el mundo virtual. Es la hora de la belleza y de la simpatía como caminos para llegar con la verdad de Jesús.

Esperamos que se haga énfasis en cuatro realidades, vida, familia, educación y bien común que, según Benedicto XVI, no son negociables. Tengamos también en cuenta que no diseñamos una respuesta sólo para los adultos sino ante todo para los niños y jóvenes constructores del futuro. Ellos, con su sed de ideales y de razones para vivir, esperan mucho de nosotros.

CAMBIO SOCIAL
El continente latinoamericano va creciendo económicamente. Pero este crecimiento no se traduce en desarrollo incluyente, integral y equitativo. Por tanto, es indispensable que reafirmemos nuestra opción por los pobres. Pero esta opción no basta. Debemos optar también por la evangelización del mundo político, del mundo empresarial, del mundo de los capitales para que en estos mundos penetre el sentido ético como solidaridad con el otro en necesidad.
La Iglesia en Colombia trabaja sin descanso, no desde la política sino desde el Evangelio, por el logro de la paz en los corazones, en las familias, en la nación toda. Esperamos de Aparecida una luz solidaria que nos guíe.

CAMBIO MISIONERO
El Reino de Dios nos apasiona y nos convoca en América Latina. Cada discípulo desde su ángulo y perspectiva está llamado a servir al Reino de Dios comprometiéndose en esos elementos propios de la misión como son el testimonio, el anuncio y el ayudar al nacimiento de otras comunidades; la liturgia, la oración y contemplación; el trabajo por la paz, la justicia y la integridad de la creación; el diálogo interreligioso, la inculturación, el ministerio de la reconciliación, la animación misionera y la acogida de los que regresan a la fe católica. Es indispensable identificar bien los destinatarios de la misión.

La misión es sustancial en el discípulo desde su bautismo, no es arandela o accidente. Por eso, nadie debe concentrarse exclusivamente en su propia perfección. El que se busca a sí mismo se pierde. En cambio la fe se fortalece dándola.

Por eso, invocamos al Espíritu Santo evangelizador para que transforme a Aparecida en otro maravilloso Pentecostés.

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ZENIT Staff

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