Informe de la Conferencia Episcopal de Paraguay en Aparecida

APARECIDA, jueves, 24 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el informe que presentó monseñor Ignacio Gogorza en nombre de la Conferencia Episcopal de Paraguay ante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

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El Paraguay y su contexto:
Es un país mediterráneo. Tiene una superficie de 406.752 km² y una población aproximada de 6.000.000, de habitantes, de los cuales son católicos el 87%.

El Paraguay se caracteriza por ser un país rico por la calidad de su gente y por sus recursos naturales, sin embargo, hoy está sufriendo una profunda crisis en los ámbitos; político, económico, social, cultural y moral.

Una serie de factores inciden en esta situación. No obstante, podemos afirmar que los aspectos determinados tienen relación con la corrupción generalizada, tanto en el sector público como en el privado, así como con la falta de confianza en los líderes políticos y en las asociaciones político – partidarias.

Nuestra economía es mayoritariamente dependiente del sector agropecuario. Pero este rubro se encuentra agotado en sus modelos y con poca diversificación, generando una economía inestable.

La inseguridad se ha agudizado en el Paraguay. A la inseguridad ciudadana cotidiana, se suman los hechos de secuestros extorsivos. Por otra parte, la inseguridad política y jurídica impide la inversión nacional y extranjera, tan necesaria para resolver los problemas sociales y económicos de la nación.

La pobreza y la falta de oportunidades y de esperanza en amplios sectores de la población paraguaya, por la falta de políticas públicas que atiendan las necesidades de la gente, profundizan el fenómeno de la migración masiva, interna y externa, con graves consecuencias morales, sociales y económicas para el país. Una de las consecuencias más dolorosas de la migración es la disgregación de la familia.

La vida de la Iglesia en este contexto:
Como se podrá deducir inmediatamente del contexto social, político y económico que se describe, los Obispos del Paraguay, tanto individual como colectivamente, viven inmersos en una realidad que demanda un acompañamiento pastoral muy cercano intenso, con fuerte incidencia en lo social y político, desde la perspectiva del Evangelio y siguiendo las orientaciones de la Doctrina Social de la Iglesia. Esto nos ha ayudado a vivir más la comunión entre los Obispos mediante un diálogo permanente entre nosotros, con el clero y con los fieles.

En este sentido, han sido particularmente importantes para nuestra Iglesia en el Paraguay la visión pastoral y las orientaciones emanadas de las Conferencias Generales del Episcopado latinoamericano en Medellín, Puebla y Santo Domingo, especialmente las dos primeras, cada una en su momento.

Las hemos asumido y hoy venimos a esta V Conferencia trayendo la memoria del rico pasado para proyectar al futuro.

Existe una gran religiosidad popular y mucha participación en los actos litúrgicos que consideramos una riqueza. Creemos, sin embargo, que debemos reorientar y evangelizar a nuestros fieles para que sean discípulos y misioneros de Cristo.

¡Habla, Señor, que tu pueblo escucha!
Los Obispos del Paraguay, reunidos en su 179° Asamblea Plenaria Ordinaria en marzo pasado, han recibido los resultados del emprendimiento Pastoral denominado:! Habla, Señor, que tu pueblo escucha! Las comunidades eclesiales, agentes de pastoral y fieles en general han flexionado a la luz de la Palabra de Dios sobre los problemas y desafíos pastorales para la Iglesia en el Paraguay.

El objetivo del emprendimiento fue recoger la visión y el sentir de los católicos del Paraguay sobre la realidad de su Iglesia, con el fin de elaborar unas Líneas Comunes de Acción Pastoral.

Algunos puntos resaltantes de esta realidad tienen que ver con el acelerado proceso de descristianización de nuestro pueblo, a pesar del alto porcentaje de los que se declaran católicos y a pesar del gran prestigio del que goza todavía hoy la Iglesia Católica en el Paraguay.

Es posible que lo precedente tenga su explicación en el divorcio entre la fe y la vida de los que se declaran católicos, lo que, a su vez revela una débil identidad, fruto de una deficiente evangelización.

La catequesis no ha conseguido que la gente viva las consecuencias de su fe en la vida diaria. Notamos una carencia de formación y de itinerarios formativos para nuestros fieles.

Sobre todo, nos urge profundizar y fortalecer la Pastoral Familiar.

El divorcio entre la fe y la vida lleva muchos católicos a una débil o casi nula conciencia del pecado y de los valores como la honestidad, la veracidad, el respeto al prójimo, a sus bienes y a su vida. Crece el secularismo, el subjetivismo y el relativismo.

Esta situación nos exige una nueva evangelización, que tenga como soporte un clero de calidad, que ama su pueblo, agentes de pastoral bien formados y laicos comprometidos con los grandes y graves desafíos que presenta la realidad paraguaya.

En este contexto, nos anima, nos alegra y nos llena de esperanza el gran número de jóvenes que se preparan para el sacerdocio. Aproximadamente 300, entre religiosos y diocesanos, están formándose en el Instituto Superior de Teología de la Universidad Católica de Asunción. En el mismo sentido nos ilusiona ver a numerosos laicos comprometidos en los distintos movimientos, en la sociedad y en las parroquias. Todos ellos desean una mayor formación para vivir con integridad su vocación y su misión de laicos.

Por ello, el conocimiento y el seguimiento de Jesucristo, con todas sus consecuencias transformadoras en la vida del cristiano y de la sociedad, debe ser fundamento de nuestra Acción Pastoral en el Iglesia en el Paraguay.

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ZENIT Staff

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