Inmigrantes: Diferentes sí, desiguales no, y todos necesarios

Declaración de departamentos episcopales de Migración y de las Cáritas de América y Europa

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QUITO, sábado, 23 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la declaración que han emitido representantes de los departamentos episcopales de Migración y de las Cáritas nacionales de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, España, Italia y Estados Unidos al concluir las Jornadas sobre Atención Pastoral a Migrantes Andinos y Latinoamericanos, que se celebraron en Quito del 12 al 15 de mayo.

 

DIFERENTES SI, DESIGUALES NO Y TODOS NECESARIOS

Reflexiones finales del Encuentro sobre migración andina y atención pastoral

Reunidos en Quito obispos y responsables de Caritas y de movilidad humana de Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Italia, Perú y Venezuela, a fin de analizar la realidad de la migración andina y fortalecer la cooperación mutua y el trabajo pastoral, queremos compartir algunos elementos de reflexión y señalar algunos desafíos.

La realidad de la migración está llena, tanto de oportunidades como de incertidumbres y peligros para las personas que se ponen en camino. En América Latina y el Caribe este signo de los tiempos, resultado de causas económicas, políticas y de violencia, constituye un fenómeno a veces dramático que afecta a millones de personas: emigrantes, desplazados y refugiados.

La Iglesia católica, preocupada por el bienestar integral de estos hermanos y hermanas imagen del Cristo sufriente, les acompaña y desea servirles cada vez mejor en las distintas fases del proceso migratorio. Este servicio pastoral es expresión de la caridad de una comunidad que se siente fraternidad «sin fronteras, Iglesia familiar» (AP 412) y que, reconociendo la emigración como un derecho, quiere preservar la dignidad humana del migrante en toda circunstancia.

La V Conferencia de Obispos Latinoamericanos y del Caribe recomendaba «reforzar el diálogo y la cooperación entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio» (AP 413). Esta atención humanitaria y pastoral ha de estar siempre al servicio del desarrollo integral de la persona.

En EEUU, país constituido en una larga historia de procesos migratorios, la atención pastoral específica a los que llegan de fuera cuenta con una rica experiencia de iniciativas y de respuestas institucionales contrastadas y en permanente proceso de renovación. En Europa, siendo relativamente nueva la llegada de fuertes flujos migratorios desde América Latina, la primera preocupación ha sido ayudar al migrante frente a los riesgos de precariedad social y económica, fortaleciendo su integración social. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados, la integración eclesial resulta todavía en muchos casos débil e incipiente.

Por otra parte, es importante que nuestros países andinos afronten con decisión la creciente migración regional, que suma cada año miles de migrantes, desplazados y refugiados, superando conflictos y apostando por el desarrollo y la paz entre nuestros pueblos.

Sugerencias para fortalecer la atención pastoral a los migrantes

1. Es necesario superar, tanto por parte del migrante como de la sociedad de acogida, una valoración economicista de la migración, dando paso a una visión de la misma como un derecho y una posibilidad de desarrollo humano integral.

2. El magisterio católico ha afirmado con claridad el derecho del migrante a que se respete su identidad cultural en el proceso de acompañamiento pastoral. Esto significa: a) Sensibilidad hacia los valores de las diferentes culturas. b) Necesidad de adaptar las estructuras pastorales existentes para garantizar una atención adecuada. c) Asegurar que la pastoral de conjunto integre la pastoral migratoria y de movilidad humana y le de la importancia que requiere.

3. Consideramos necesario prestar una atención especial a la dimensión religiosa de la vida del migrante, con «una actitud hospitalaria y acogedora, que los aliente a integrarse en la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y su peculiar identidad cultural». (Ecclesia in America 65).

4. Es urgente que las Iglesias de origen fortalezcan su compromiso de acompañar pastoralmente a los migrantes en el discernimiento de sus decisiones, en la inserción en los países de destino y en el posible retorno (AP 415), prestando especial atención a las situaciones de desintegración familiar.

5. Los retos planteados suponen intensificar los diálogos entre Conferencias Episcopales e instituciones eclesiales de los países andinos con las de EEUU y Europa, definiendo nuevas fórmulas de colaboración pastoral.

6. Necesitamos promover la responsabilidad de agentes pastorales (sacerdotes, religiosos, laicos) adecuadamente formados para atender a la población migrante, y al mismo tiempo capaces de integrarse en la pastoral de conjunto de la iglesia local y de enriquecerla con sus aportaciones.

7. Se han de promover políticas, reglamentos y prácticas migratorias que fomenten la unidad familiar. Sólo así podrán preservarse valores fundamentales de las comunidades migrantes que merecen respeto y, al mismo tiempo, enriquecen a las sociedades que las acogen.

8. El Evangelio de Jesús nos exige que reconozcamos en todas las personas la dignidad y condición de hermanas y hermanos, hijos de un mismo Padre. Por ello es imprescindible que en nuestras comunidades se destierre todo sentimiento de xenofobia, exclusión o desprecio al extranjero.

9. La comunidad cristiana debe seguir con atención las actuaciones de la administración pública y sus políticas migratorias, valorándolas, respondiendo e incidiendo ante ellas con sentido crítico y profético.

Agradecimiento final

Nos sentimos agradecidos y solidarios con todos aquellos que durante tanto tiempo han trabajado y trabajan a favor de nuestros hermanos migrantes. Queremos renovar nuestro compromiso personal y eclesial con ellos, con sus familias y comunidades. Estamos convencidos de que la migración, antes que un problema, es ya un motivo de esperanza y una oportunidad para construir juntos un mundo mejor, más fraterno y solidario.

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ZENIT Staff

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