Intervención de monseñor Tomasi en el Vaticano sobre el Sida

“La Iglesia, única institución que asiste a la gente desde cerca y de forma concreta”

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NUEVA YORK, miércoles 15 de junio de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que realizó monseñor Silvano Tomasi, el observador de la Santa Sede en las Naciones Unidas en Ginebra, en una reunión en el Vaticano, del 27 al 28 de mayo, sobre “La centralidad del cuidado para la Persona en la Prevención y Tratamiento de enfermedades causadas por el VIH/SIDA”.

El discurso de monseñor Tomasi se titula “El papel internacional de la Iglesia Católica en la Prevención y Tratamiento del VIH/SIDA”.

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Con mucha gratitud a monseñor Zygmunt Zimowski, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de Salud, y en solidaridad fraterna con él, comparto estas reflexiones sobre el papel importante de la Iglesia en el ámbito del amplio abanico de instituciones intergubernamentales y globales involucradas en la respuesta a una pandemia como el VIH y el SIDA. Antes de iniciar este debate, también quiero saludar con especial respeto y reconocimiento, al señor Michel Sidibé, que es responsable de dirigir el Programa sobre el SIDA co-patrocinada por el conjunto de las Naciones Unidas y quien aprovecha a su vez todas las oportunidades de reconocer y agradecer a la Iglesia Católica y a otras organizaciones religiosas por sus contribuciones únicas e inflexibles en la lucha contra esta urgente crisis de salud.

Desde los tiempos en que la pandemia del SIDA fue identificada por primera vez, en el principio de los años ’80, el compromiso inmediato de varias órdenes religiosas, las organizaciones de Cáritas diocesanas y nacionales, y otras instituciones de la Iglesia Católica que nacieron para dar una respuesta a la salud, el entorno social, y las necesidades pastorales de la gente que vivía y moría con enfermedades relacionadas con el SIDA, ha sido ampliamente conocida y documentada. Por tanto no fue una sorpresa que la Santa Sede, y las organizaciones internacionales vinculadas con la Iglesia Católica se mostrasen interesadas en compartir sus experiencias y puntos de vista con la coordinación global emergente de salud pública para responder a los retos planteados por el VIH y el SIDA. La representación de la Santa Sede en Ginebra supervisó el establecimiento del Programa Global del SIDA (GPA) en la Organización Mundial de la Salud. Priorizando la pandemia, en 1987, como un foco importante de reflexión y de acción, Cáritas Internacional acudió regularmente a las reuniones del Comité de Gestión de la GPA, y en ocasiones, fue consultada por el director primero, el doctor Jonathan Mann y su equipo de expertos, con respecto a a “las lecciones aprendidas” de forma práctica por las organizaciones católicas que servían a los enfermos y moribundos, así como también a las personas queridas que sobrevivían a aquellos que se habían visto tan trágicamente afectados por esta epidemia mortal y compleja. Es muy probable que la sensibilidad del Dr. Mann hacia los derechos humanos y determinantes sociales de la difusión cada vez mayor del VIH estuviese influenciada por las consultas a programas relacionados con la Iglesia Católica que vieron la situación de una forma integral, incluyendo las dimensiones sociales, económicas, emocionales y espirituales de la persona que vivía con o afectada por el VIH, en lugar de hacerlo desde una perspectiva meramente médica o científica.

Desde el establecimiento del ONUSIDA, en 1995, como un Programa Conjunto, que incluía el co-patrocinio de diez diferentes agencias de Naciones Unidas, la Santa Sede, así como distintas organizaciones inspiradas por la Iglesia Católica, como Cáritas Internacional, Catholic Relief Services, la Asociación Juan Pablo II han participado, como observadores, en las reuniones semestrales de la Junta Coordinadora del Programa del ONUSIDA. De forma similar, se pide a estas estructuras católicas que contribuyan en distintos grupos de trabajo, planeando estrategias, y desarrollo de políticas y directrices prácticas, no sólo por la ONUSIDA, también por varias agencias asociadas.

En 2006, Cáritas Internacional, con el apoyo de la Misión del Observador Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas y de Agencias Especializadas en Ginebra, cooperaron con ONUSIDA y la Organización Mundial de la Salud para convocar a unos 70 representantes de las organizaciones inspiradas por la Iglesia Católica de mayor compromiso en la respuesta mundial al VIH y el SIDA. En esa ocasión, y de forma transparente, se mantuvo un diálogo abierto entre los trabajadores “de la viña” en algunas de las zonas rurales más aisladas de la prevención del VIH, tratamiento y programas de atención de los países con bajos ingresos y los funcionarios de las mencionadas agencias de Naciones Unidas. Esta convocatoria permitió un gran avance en la comprensión de los expertos de salud pública con respecto a la amplitud y la profundidad de la respuesta de la Iglesia a esta pandemia y abrieron las puertas a la colaboración entre la Iglesia, gobiernos y organizaciones internacionales en los niveles, regionales, nacionales y locales.

Otro gran paso adelante en una mayor comprensión de la actividad internacional de la Iglesia en respuesta al SIDA ha sido facilitado por los informes de asignación de tales actividades en el sur de África (publicadas como los mejores informes de la práctica por la ONUSIDA), del trabajo del Dream Project para prevenir la transmisión del VIH de madre a hijo (publicado como mejor práctica por WHO), en la encuesta realizada por la Joint Commission on Health of Unions of Superiors General on the HIV/AIDS de las congregaciones religiosas de todo el mundo (diseñado con el apoyo de expertos investigadores técnicos de la ONUSIDA), y de la asignación nacional de varios ejercicios realizados a nivel regional por el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar, y, a nivel nacional, por las Conferencias Episcopales de países como India, Kenya, Tailandia y Myanmar. Estos estudios demuestran claramente la contribución significativa de la Iglesia a este campo en áreas como: Prevención, Atención, Tratamiento, Servicios para Niños Huérfanos y Vulnerables, Promoción, Capacitación, Reflexión Teológica, Cuidado Pastoral, y Participación Interreligiosa. La información básica y estrategias para promover la implementación de acciones en estos campos de acción eclesial se presentan claramente en la publicación titulada Formación Pastoral para afrontar el VIH/SIDA, desarrollado por la Cáritas Internacional. El libro, publicado originalmente por Publicaciones Paulinas de África está disponible en varios idiomas.

La Santa Sede ha tratado de controlar el establecimiento, así como la política y el funcionamiento, de Global Fund to Fight AIDS, TB, and Malaria. A pesar de la muy significativa e impresionante carga que supone la atención asumida por la Iglesia Católica en respuesta a estas tres pandemias que amenazan la familia humana en la era moderna[1], sólo una pequeña parte de los fondos distribuidos por esta estructura innovadora han sido, de hecho, destinadas a las organizaciones religiosas. De acuerdo con un estudio sobre este tema, realizado en 2008, sólo el 5’4% de los fondos de Global Funds fueron recibidos por las organizaciones religiosas.[2] Entendemos que hay un progreso lento pero constante en hacer disponibles estos fondos a programas patrocinados por la Iglesia Católica. Creo que el dr. Chritoph Benn, que es muy conocido por nosotros en Ginebra y quien participará como orador experto en esta Conferencia, será capaz de aportar datos actualizados a este respecto. Lamentablemente, sin embargo, todavía perece haber mucha resistencia entre algunas fundaciones internacionales en el ofrecimiento de fondos para apoyar respuestas basadas en la fe al VIH y SIDA.

Ahora vamos a examinar áreas en las que la Santa Sede y las organizaciones inspiradas por la Iglesia Católica han influido con éxito en la política global
y en las prácticas relacionadas con esta pandemia. En todos estos casos, dicha actividad se ha desarrollado en conformidad con con la misión magisterial, diaconal y pastoral.

Mucha energía educacional y experiencia se ha centrado en el área de prevención de la propagación de la infección del VIH. Muchos gobiernos, autoridades sanitarias públicas, e incluso algunas agencias de las Naciones Unidas han preferido promover una incompleta “solución rápida” como el enfoque basado exclusivamente de la promoción y distribución de preservativos. La Iglesia Católica, por otro lado, insistió en estrategias de prevención conforme a su enseñanza sobre la dignidad de la persona humana, la santidad del matrimonio, y la necesidad de ejercer la responsabilidad en las relaciones íntimas humanas mediante la observación de la abstinencia sexual fuera del matrimonio y la mutua y permanente fidelidad dentro del matrimonio. Esto dio lugar a falsas afirmaciones de que la jerarquía católica era un obstáculo a la prevención efectiva del VIH y que era “culpable” de las muertes relacionadas con el SIDA de millones de personas. Podemos estar agradecidos por la valentía y la sabiduría de expertos como el dr. Edward C. Green que fue capaz de demostrar la evidencia basada en que la promoción de un cambio de un comportamiento hacia unas relaciones sexuales más responsables ha sido mucho más efectiva que la promoción del preservativo en la disminución de nuevas infecciones del VIH.[3]

A este respecto, la Misión de Observación Permanente de la Santa Sede en Ginebra y en Nueva York han puesto de relieve en repetidas ocasiones el tema de la responsabilidad en las relaciones interpersonales en los encuentros de la ONUSIDA, La Organización Mundial de la Salud, y en las sesiones más amplias basadas en las Sesiones Especiales sobre el SIDA que fueron convocadas por las Asambleas Generales de las Naciones Unidas de 2001, 2006, 2008 y que pronto se convocará en junio de 2011. El Beato Juan Pablo II, de venerada memoria, ilustró este duradero e inalterable valor durante su discurso en la Conferencia del SIDA, convocada por el Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios en noviembre de 1989: “…la Iglesia, intérprete segura de la Ley de Dios y ‘experta en humanidad’, se ocupa no sólo de afirmar una serie de ‘no’ a los patrones de comportamiento particulares, pero sobre todo para proponer un estilo de vida totalmente significativo para la persona.”[4] Esta misma enseñanza ha sido reafirmada recientemente por nuestro actual Santo Padre el Papa Benedicto XVI, durante su entrevista con el periodista alemán, Peter Seewald, en su última publicación “Luz del mundo: el Papa, la Iglesia y los Signos de los Tiempos: “…no podemos solucionar los problemas repartiendo preservativos. Aún queda mucho por hacer. Debemos estar cerca de la gente, debemos guiarles y ayudarles; y lo debemos hacer antes y después de que contraigan la enfermedad”.

4. La Iglesia no ha limitado su atención a la enseñanza de la prevención del VIH; sino que también se ha comprometido en la eliminación de la discriminación contra los que viven con o afectados por el VIH, especialmente en el rechazo de toda marginalización basada en la falsa premisa de que el SIDA es un “castigo” enviado por Dios. Así las palabras de la Conferencia Episcopal del Sur de África, escritas en 2001, han resonado en las instrucciones del magisterio de los obispo de muchos otros países: “el SIDA no debe ser nunca considerado como un castigo de Dios. Él quiere que tengamos salud y no que muramos de SIDA. Es para nosotros un signo de los tiempos que desafían a todas las personas a una transformación interior y a seguir a Cristo en su ministerio de curación, misericordia y amor”.[5]

5. Inspirado en el mandato del Evangelio de priorizar las necesidades de los pobres y de los débiles, la Iglesia ha elevado siempre su voz para señalar e insistir en una justa solución que consista en una justa distribución de los recursos en la respuesta mundial a la pandemia del VIH. El Beato Juan Pablo II expresó su urgente preocupación sobre este tema en su carta al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan en ocasión de la primera Sesión Especial de las Naciones Unidas sobre el SIDA en 2001. En ella recordaba las palabras del Concilio Vaticano II con respecto a la destinación común de los bienes [6], haciendo el siguiente llamamiento urgente: “A causa de esta hipoteca social, incluida en la ley internacional por la afirmación, entre otras, del derecho de cada individuo a la salud, pido a los países ricos que respondan a las necesidades de los pacientes de VIH/SIDA de los países pobres con todos los medios disponibles, de manera que estos hombres y mujeres afligidos en el cuerpo y en el alma sean capaces de tener acceso a las medicinas que necesitan para tratarse”.[7]

De nuevo el Papa Benedicto XVI reafirmó las mismas preocupaciones cuando puso de relieve, en 2006, durante su discurso a los participantes de la 21º Conferencia Internacional promovida por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, al destacar, con mucha preocupación “… la importancia de la colaboración con varios organismos públicos para que la justicia social pueda ser implantada en esta sensible área de tratamiento” y cuidado de las enfermedades infecciosas como el VIH o la tuberculosis y la urgente necesidad de una “distribución justa de los recursos para la investigación y el tratamiento, así como la promoción de unos estándares de vida que ayuden a prevenir la aparición y limiten la difusión” de dichas enfermedades.[8]

Con el fin de asegurar que estas palabras de ponen en práctica, la Santa Sede, así como las distintas organizaciones internacionales de inspiración católica, incluidas Cáritas Internacional, la Asociación Juan XXIII, la International Catholic Child Bureau,y las congregaciones religiosas que tienen representación en las Naciones Unidas, han supervisado cuidadosamente y han realizado aportaciones a los procesos de las Naciones Unidas para promover flexibilidad en la aplicación de los derechos de propiedad intelectual, la promoción de un Acceso Universal al tratamiento preventivo, cuidado y apoyo a las personas que viven con o afectadas por la pandemia del VIH, y una especial atención a los derechos de los niños afectados por el VIH y otras enfermedades, asegurando el acceso a un diagnóstico precoz y un tratamiento adaptado a los niños para estas enfermedades.

6. La Iglesia no podía ignorar su misión esencial como Pastor del Pueblo de Dios. Por esto la Santa Sede pone de relieve las necesidades espirituales de la gente en sus intervenciones en las Naciones Unidas y en otros foros inter-gubernamentales. En la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, la definición de salud se extiende más allá de las intervenciones médicas y de los determinantes sociales para incluir “un estado de bienestar completo físico, mental y social y no simplemente la ausencia de enfermedades o afecciones [9]. En su comentario sobre la “Promoción y protección de los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo” durante la 7ª Sesión del Concilio sobre Derechos Humanos, la delegación de la Santa Sede reconoció “así mismo, la necesidad de asegurar el acceso a una asistencia espiritual entre las condiciones que garanticen el pleno disfrute del derecho a la salud”[10]. También aprovecho la ocasión para discrepar de las reclamaciones en el informe del Special Rapporteur on the Right of Everyone to the Enjoyment of the Highest Attainable Standard of Physical and Mental Healthde que algunos derechos humanos son absolutos” [11] y para insistir en que “no puede hacerse ningún compromiso con el derecho de la vida de una persona, desde su concepción hasta su muerte natural, ni con la capacidad de la persona de gozar de la dignidad que fluye de este derecho”. [12]

7.Mi conclusión ser
á breve, porque creo que ya nuestro Santo Padre ha resumido el tema de esta presentación, de un modo claro e incuestionable, y así voy a terminar citando de nuevo los comentarios que le hizo al periodista, Peter Seewald: “… La Iglesia hace más que cualquier otro. Porque es la única institución que ayuda a las personas de cerca y de forma concreta, con prevención, educación, ayuda, consejo y acompañamiento. Y porque no tiene rival en el tratamiento … (a las personas que viven con o afectadas por el VIH o el SIDA), especialmente con los niños con SIDA”. [13]

La acción efectiva realizada por la Iglesia Católica en respuesta a la pandemia global del VIH ha sentado precedente. Otra buena noticia ha sido el anuncio hecho hoy en relación a la efectividad del tratamiento anti-retroviral en la prolongación de la vida y en la mejora de la calidad de vida entre aquellos que ya viven con el virus y la eficiencia de este tipo de tratamiento en la prevención de la difusión del VIH. Sin embargo, el hecho es que todavía queda un largo camino por recorrer: 33 millones de personas en todo el mundo viven con el VIH; por cada persona que consigue el acceso a la medicación de anti-retrovirales que salvan la vida, dos se contagian con el virus, 7.100 cada día; actualmente 10 millones de personas que necesitan estas medicinas no tienen acceso a ellas y en un reciente estudio realizado por las agencias de financiación y asistencia técnica inspiradas por la Iglesia Católica, dan informes de las organizaciones asociadas de los países de bajos y medios ingresos sobre que los recortes en la financiación internacional han dado lugar a importantes retrasos en la recepción de los fondos prometidos, la insistencia en el cumplimiento de resultados previamente establecidos con menos fondos, restricciones en la aceptación de nuevos pacientes en el total de casos a tratar, y de una gran incertidumbre con respecto a la sostenibilidad futura de programas anti-retrovirales que salvan la vida.[14]

La Iglesia como comunidad de fe, esperanza y amor no puede descansar en su misión de servicio dirigida a poner a cada una de las personas humanas en el centro de la respuesta global al VIH y a realizar una promoción más firme y los esfuerzos conjuntos para segurar que este tipo de personas “tengan vida y la tengan en abundancia”.[15]

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[1] Un estudio de 2007 realizado por la Organización Mundial de la Salud y otras indican que entre el 40 y el 70% de la atención sanitaria en África Sub-sahariana se lleva a cabo por organizaciones religiosas.

[2] Informe del Dr. Christoph Benn, Director de Relaciones Exteriores, Global Fund to Fight AIDS, TB and Malaria, durante una Conferencia sobre “La ampliación de la participación de las organizaciones religiosas en los procesos del Fondo Mundial, realizada en Dar-Es-Salaam, Abril 2008.

[3] Edward C. Green y Allison Herling Ruark, “AIDS and the Churches: Getting the Story Right”, First Things, http://www.firstthings.com/article.php3?id_article=6172 ; Edward C. Green, Promesas rotas: Cómo el SIDA ha traicionado al mundo desarrollado, ISBN 978-1-93-6227-00-6, Sausalito, California, USA: Poli-Point Press, LLC, 2011.

[4] Papa Juan Pablo II, Discurso a la IV Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Asistencia Pastoral a los Agentes de la Salud, “LA Iglesia ante el desafío del SIDA: Prevención digna de la Persona Humana y Asistencia en completa solidaridad”15 de noviembre de 1989. 

[5] Un Mensaje de esperanza de los obispos católicos a la gente de Dios de Sudáfrica, Botswana y Swazilandia, 30 de julio de 2001.

[6] Gaudium et Spes, 7,1, con lo mencionado por el Papa Juan Pablo II en Centesimus Annus, 30.

[7] Mensaje de Juan Pablo II al secretario general de las Naciones Unidas, en ocasión de la Sesión Especial sobre el SIDA de la Asamblea General de Naciones Unidas, 25-27 de junio de 2001.

[8]http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/november/documents/hf_ben-xvi_spe_20061124_pc-health_en.html

[9] Preámbulo a la Constitución de la Organización Mundial de la Salud adoptada por la Conferencia Internacional de la Salud, Nueva York 19 de junio al 22 de julio de 1946; firmada en 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 estados (Documentos Oficiales de la Organización Mundial de la Salud, nº 2, p. 100) y que entró en vigor el 7 de abril de 1948.

[10] Carta para los Agentes Sanitarios, #40, Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, Ciudad del Vaticano, 1995. http://www.healthpastoral.org/pdffiles/Charter_06_Chapter2.pdf

[11] Documento A/HRC/7/11, 31 de enero de 2008, #63.

[12] Intervención de monseñor Silvano M. Tomasi, Nuncio Apostólico, Observador Permanente de la Santa Sede en Ginebra en la 7º Sesión del Consejo de los Derechos Humanos, Item 3: Promoción y protección de los derechos humanos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo, 11 de marzo de 2008.

[13] Benedicto XVI, “Luz del mundo: el Papa, la Iglesia y los Signos de los tiempos – Una conversación con Peter Seewald”, Ignatius Press 2010,  ISBN # 9781586176068, pp. 117-119.

[14] “Mantener los compromisos para el VIH y el SIDA: Acceso para todos al tratamiento, prevención, cuidado y apoyo” A Position Paper from the Catholic HIV and AIDS Network (CHAN), Abril 2011.

[15] Juan 10, 10

[Traducción del original en inglés por Carmen Álvarez]

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ZENIT Staff

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