Intervenciones de los auditores en la mañana del 12 de octubre

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 13 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el resumen de las intervenciones de los auditores pronunciadas en la decimoquinta congregación general del Sínodo de Obispos sobre la Eucaristía, celebrada en la mañana del miércoles, 12 de octubre. Tomaron la palabra después de que intervinieran algunos de los padres sinodales (Intervenciones de los padres sinodales en la mañana del 12 de octubre).

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– Hno. Alvaro RODRÍGUEZ ECHEVERRÍA, F.S.C., Presidente de la Unión de Superiores Generales (U.S.G.) (ITALIA)
– Sra. Henrietta TAMBUNTING DE VILLA, Embajadora de Filipinas ante la Santa Sede (FILIPINAS)
– Rev.da Hna. Renu Rita SILVANO, Miembro del Comité ejecutivo de la «International Catholic Biblical Federation»; Directora del Catholic Bible Institute de Mumbai (INDIA)
– Rev. P. Paul ROUHANA, Sacerdote de la Orden Libanesa Maronita, Miembro de la Comisión Central y de la Secretaría General del Sínodo Patriarcal Maronita (LÍBANO)
– Rev.da Hna. Elvira PETROZZI, Fundadora de la Comunidad Cenáculo (ITALIA)
– Sr. Moysés Lauro DE AZEVEDO FILHO, Fundador y Moderador General de la Comunidad Católica Shalom (BRASIL)

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– Hno. Alvaro RODRÍGUEZ ECHEVERRÍA, F.S.C., Presidente de la Unión de Superiores Generales (U.S.G.) (ITALIA)

El I.L. del Sínodo recalca la esperanza que tiene la Iglesia en sus jóvenes (IL 74). Esos jóvenes de hoy, viviendo en culturas globalizadoras caracterizadas por el incesante cambio de perspectivas, y en una sociedad destrozada por tanta inseguridad económica y por la glorificación de la violencia, encuentran difícilmente puntos de apoyo para articular un relato de su propia vida, que dé sentido, dirección y propósito a sus sueños juveniles. Hoy más que ayer, necesitamos pues alimentar la sed y el hambre que experimentan los jóvenes en busca de una experiencia mística de unión con Jesús. Es, sin duda, una fuerza que atrae a los jóvenes del mundo de hoy. Desde ese centro, encuentran el movimiento más íntimo y unificador de sus vidas, aunque éstas oscilen entre la desesperación y las esperanzas.
Pero ese centro, no es sólo experiencia de tranquilidad y de pacificación personal. Sino que bebiendo de este manantial en el encuentro con Cristo, encuentran también la fuerza para descubrir en el mundo a sus hermanos y hermanas crucificados, los que sufren por la opresión de las guerras, de la violencia, del hambre. Los que no tienen futuro. Desde esa fuente y cumbre salen enardecidos por una nueva pasión y con la fuerza de la gracia para participar en la misión dela Iglesia en la sociedad y en el mundo. Los jóvenes serán sin duda, la porción de la Iglesia más sensible en sentir las esperanzas en ruinas que encuentran día tras día millones de niños y de jóvenes en el mundo de hoy.
Centro hacia el cual van todas sus acciones, la Eucaristía es también la cumbre desde donde salen todas sus acciones. De esa manera, la Eucaristía no está desconectada de las preocupaciones sociales y políticas que vive el discípulo de Jesús en medio de los otros hombres y mujeres en el mundo, especialmente entre los pobres.

[Texto original: español]

– Sra. Henrietta TAMBUNTING DE VILLA, Embajadora de Filipinas ante la Santa Sede (FILIPINAS)

Queridísimo Santo Padre y todos nuestros buenos pastores y el pueblo de Dios en este aula majestuosa, me siento casi cohibida por participar en este Sínodo -yo, una simple ama de casa, una mujer común. Esto demuestra que la Iglesia en la que creo y que amo con todo el corazón abraza a todos sus hijos. Oh! Cómo todo es don con Dios! Su don de fe en el Bautismo, representado cotidianamente en la Eucaristía- la Eucaristía es, con las palabras de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, “amor que no acaba nunca”
Vengo de un país, las Filipinas, que cuenta con el mayor número de católicos en Asia y creo que es el tercero en el mundo con tal característica. Recuerdo aún lo que me dijo el gran Papa Juan Pablo II, al que todos amamos, en 1996. Me dijo que Dios le ha dado a las Filipinas dos grandes
dones: la riqueza de nuestra fe y la unidad de nuestras familias. Aunque si bien esto es aún hoy válido, gracias a Dios, no podemos cerrar los ojos frente a la triste circunstancia de que nuestra fe está debilitada y la separación en las familias es causa de preocupación.
El mes pasado, dos jóvenes estudiantes del liceo, en una de nuestras escuelas parroquiales se suicidaron. Algunos de sus compañeros de clase dijeron que, probablemente, estos jóvenes no se sentían amados por nadie. Los padres de uno de ellos se encontraban en el exterior por trabajo, y el otro provenía de una familia de separados. El conflicto de estos jóvenes puede ser también el reflejo del conflicto de sus padres. Tal vez no conocen lo suficiente a Jesús para encontrar en Él felicidad y sentido de la vida. Muchos jóvenes, aún los más grandes, participan en la Misa dominical porque se trata de una tradición familiar y, por lo tanto, de una costumbre. No porque “deseo con gran deseo” la Eucaristía, el anhelo del Pan de Dios”
Esto ocurre porque actualmente mucha gente, sobre todo los jóvenes, ya no sienten el deseo de Cristo, no advierten la maravilla de la Eucaristía. El sentido de asombro frente a este “amor que no acaba nunca” no ha echado raíces en sus mentes, ni conmueve sus corazones. El centro de gravedad parece estar corrido hacia todo lo atrayente que ofrece el mundo. Y así muchas vidas se desperdician, lejos de los tesoros de la Eucaristía.
La Iglesia -mater et magistra- no parece lograr cautivarlos. Tal vez ellos no la sientan como maestra porque no la percibieron como madre.
Las parroquias, donde “La Iglesia vive su vida” deben empeñarse -y hacerlo rápidamente- en convertirse en centros de caridad -amor que acoge, perdona y salva. Centros que representen un modelo para las familias, donde las personas, sobre todo los jóvenes, se sientan en casa, se sientan amados y unidos los unos a los otros. Centros en los que la liturgia esté viva, una auténtica celebración de fe que nos lleva al encuentro personal con Jesús – Dios con nosotros. Necesitamos catequesis -catequesis permanente en varios niveles- que nos haga acercarnos a Cristo como las Escrituras nos lo presentan, que nos muestre el rostro de Abba, del Padre, y haga vivir en nuestras vidas la potencia transformadora del Espíritu.
Santo Padre, a todos nuestros Pastores, Dadnos a Jesús, sólo Jesús, siempre Jesús, para que, llenos de las maravillas de su amor que no acaba nunca, y que se manifiesta en la Eucaristía, podamos descubrir “la alegría y el valor” de proclamar con nuestras vidas: creemos, esperamos, amamos.

[Texto original: inglés]

– Rev.da Hna. Renu Rita SILVANO, Miembro del Comité ejecutivo de la «International Catholic Biblical Federation»; Directora del Catholic Bible Institute de Mumbai (INDIA)

El Instrumentum Laboris llama a la Eucaristía “Un sacramento de alta espiritualidad” (75).
Ciertamente ella es tal, como pueden atestiguarlo mi experiencia positiva y la de otros que he encontrado. Pero debemos hacer aún más para que sea también así para los llamados católicos del domingo en India y en el mundo. Un sector en el que nos empeñamos es la mesa de la Palabra, que, recuerda el IL (Nº64), está ligada íntimamente a la mesa de la Eucaristía. Otro campo al que se dirigen nuestros esfuerzos es el de la contemplación y la adoración.
1. En mi experiencia como lector en la parroquia, las personas con frecuencia me han dicho que encuentran muchos textos y, especialmente, el Antiguo Testamento, difíciles de entender. Esto se debe al hecho de que la mayoría de nuestra población no conoce las Escrituras. Hago un llamado a este Sínodo para que se encuentren maneras de poner en práctica el llamado efectuado hace 40 años en el “Dei Verbum” del Vaticano II: para ayudar a los fieles a desarrollar una “creciente devoción respecto de la palabra de Dios”, para que puedan experimentar “un nuevo impulso de vida espiritual” (Cfr. DV, 26). Esto debe ser hecho tanto durante como después de la celebración eucarística. El papel del celebrante, en este caso, es de crucial importancia: puede hacer mucho más para ayudar a los laicos a entender y amar la palabra de Dios. Deber hacerlo, tanto en la manera de “proclamar” (no sólo
leer) el Evangelio, como en las citas bíblicas de sus homilías dominicales. He escuchado muchas homilías que no presentan a las Escrituras suficientemente vivas o que no tienen ninguna conexión con las lecturas. De esta manera, uno sale de la Misa olvidando completamente la palabra de Dios que ha sido proclamada en la liturgia (justamente como en la parábola de Jesús “la semilla que cayó junto al camino pero que fue pisada y comida por los pájaros”. (Cfr. Lucas 8,5).
¡Por otra parte existen sacerdotes que se preocupan por sacar un rico alimento de la mesa de la Palabra y se los agradezco vivamente! Recordando el contexto eucarístico en el cual proclaman la palabra del Señor, ellos tratan de llevar la comunidad a la fe en la presencia del Señor, hablando a través de las lecturas. ¡Ojalá todos los celebrantes fuesen así! También en nombre de la Federación Bíblica Católica aprovecho la ocasión para pedir humildemente a Su Santidad que convoque para un futuro Sínodo de los Obispos sobre la gran importancia y urgencia del tema de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia.
2. Contemplación en la adoración: me gustó mucho el comentario de nuestro amado Papa Juan Pablo II: “Yo quisiera volver a encender el asombro eucarístico”…” (Cfr. Eucharistia de Ecclesia, N° 6). Además dijo: “La presencia de Jesús en el tabernáculo deber ser una especie de polo magnético que atrae…almas enamoradas de Él, dispuestas a esperar pacientemente oír su voz… sentir el pálpito de su corazón” (Cfr. Mane Nobiscum Domine, 18). ¡Tomemos seriamente estas palabras! Hago un llamado a todos los sacerdotes para que les enseñen a los fieles (también con el ejemplo) a estar algunos minutos después de la comunión en completo silencio, para escuchar con amor el palpitar del corazón de Jesús en el tabernáculo o dentro de nosotros. Esta devoción profunda al Señor nos hará libres para donarnos totalmente al Padre. Nos llevará, necesariamente, además, al generoso servicio al prójimo; de esta manera los frutos de nuestra contemplación se convertirán en acción apostólica, y serán “prueba de la autenticidad de las celebraciones eucarísticas” (I.L: 3).
Concluyendo, estoy convencido de que un ministerio, renovado por la mesa de la Palabra, lleve a un renovado espíritu de contemplación y adoración. Que este Sínodo pueda crear en nosotros un nuevo compromiso para hacer de la Eucaristía, tanto “la mesa de la Palabra” como “la mesa del Pan” (cf MND, 12), un sacramento de intensa espiritualidad para todos. Gracias.

[Texto original: inglés]

– Rev. P. Paul ROUHANA, Sacerdote de la Orden Libanesa Maronita, Miembro de la Comisión Central y de la Secretaría General del Sínodo Patriarcal Maronita (LÍBANO)

Mi intervención se refiere a la dimensión escatológica de la Eucaristía según los números 68 y 69 del Instrumentum laboris. Presentaré este tema partiendo de dos anáforas: la de San Marcos Evangelista y la de San Santiago, hermano del Señor que se usan en la Iglesia siro-maronita de Antioquía.
Si la espera de la segunda venida del Señor es normalmente presentada en las liturgias eucarísticas de Oriente y Occidente como un acontecimiento del futuro al que la Iglesia se prepara con la oración, la vigilancia y la esperanza, en las tres oraciones eucarísticas mencionadas anteriormente se hace referencia como a un acontecimiento del pasado, del cual, la comunidad eucarística hace memoria. Por eso, el celebrante se dirige a Cristo en la anáfora de San Marcos proclamando: “Señor nuestro Jesucristo, nosotros hacemos memoria de toda tu economía salvífica por nosotros: de tu concepción, tu nacimiento, tu bautismo… y de tu venida gloriosa cuando tú juzgarás a todos los hombres, retribuyendo a cada uno según sus obras…” El teólogo ortodoxo Jean Zizioulas (obispo actual de Pérgamo), confiere a esta visión particular de la anamnesis la expresión de “memoria del futuro” que también se encuentra en la liturgia de San Juan Crisóstomo.
Propongo que se profundice ulteriormente este concepto de “memoria del futuro” en una época en la que la dimensión escatológica de la fe está en crisis profunda, donde el sentido cristiano de la historia se ofusca frente a un cristianismo donde predomina lo social, y cuyas ambiciones no van más allá de una sociedad humana más justa y solidaria. Celebrando la Eucaristía como “memoria del futuro”, los cristianos serán conducidos a meditar el misterio de la economía de la salvación cumplida por Cristo, no de manera fragmentaria y selectiva como si fuera una realidad única soteriológica con aspectos múltiples, desde la Encarnación a la parusía. Esta realidad que se desarrolla admirablemente durante los eventos del año litúrgico, encuentra su fundamento y su cumbre en el misterio pascual, celebrado en la Eucaristía. Peregrinos de Dios, los cristianos encontrarán en esta “memoria del futuro” la fuerza y la luz necesarias que llegan desde lo del alto para testimoniar, con frecuencia en contra de la corriente, los valores liberadores del Evangelio, en comunión con la pléyade de santos, mártires y confesores y con “todos aquellos que han agradado al Señor desde Adán hasta hoy” (oración del ofertorio en el Misal maronita).

[Texto original: francés]

– Rev.da Hna. Elvira PETROZZI, Fundadora de la Comunidad Cenáculo (ITALIA)

Soy una pobre y simple religiosa, pero soy testigo de lo que Dios obra por medio de la Eucaristía hoy en día.
Ante la Eucaristía, he empezado a percibir el dolor profundo de tantos jóvenes por las calles, a escuchar el grito de su soledad. Jesús me ha enviado a estos jóvenes con la tristeza de la droga en el corazón, con el hambre y la sed del sentido de la vida que todavía no encontraron.
¿Cuál método terapéutico o medicina podía proponerles?
Les he propuesto lo que me ha aliviado y vuelto a dar confianza y esperanza tantas veces: la Misericordia de Dios y la oración Eucarística. La Eucaristía no se entiende con la cabeza, sino que se experimenta con el corazón. Si con confianza te arrodillas ante Él, sientes que su humanidad presente en la hostia consagrada despierta la imagen de Dios en ti que ¡vuelve a resplandecer!
Es el “milagro eucarístico” que contemplo desde hace tantos años. La Eucaristía crea un dinamismo no sólo personal sino de Pueblo.
Algunos jóvenes, al principio, empezaron a levantarse por las noches para realizar la adoración personal, luego, cada sábado por la noche, para ellos noche de la desbandada, decidieron arrodillarse entre las dos y las tres en cada una de las cincuenta comunidades para orar por los jóvenes extraviados en medio de las propuestas falsas del mundo.
Después comenzaron a realizar la adoración Eucarística continua.
Se produjo un cambio sustancial en la historia de la Comunidad: llegaron jóvenes de todas partes, las comunidades se multiplicaron y nacieron las misiones en América Latina, así como las vocaciones de familias y de consagrados a Dios en esta obra suya. Y así hizo explosión lo que el Santo Padre en Colonia llamó la revolución del Amor.
Con palabras simples he querido relatarles una parte de nuestra historia para agradecer a Jesús que en la Eucaristía nos ha dejado entre las manos el tesoro, la medicina y la luz más extraordinaria para salir de las tinieblas del mal. Los jóvenes con los cuales vivo desde hace veintidós años han sido para mí, como religiosa, el testimonio vivo de que la Eucaristía es verdaderamente la presencia viva del Resucitado y que, también nuestra vida muerta, entrando en la suya, Renazca.
Verdaderamente si uno está en Cristo, ¡es una criatura nueva!
Gracias por haberme escuchado

[Texto original: italiano]

– Sr. Moysés Lauro DE AZEVEDO FILHO, Fundador y Moderador General de la Comunidad Católica Shalom (BRASIL)

En la mayoría de estos nuevos carismas, que son los Movimientos y las Nuevas Comunidades, se ha experimentado un renovado
amor por Cristo en la Eucaristía. A través de ésta se dejan alcanzar por los dolores de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo que tienen hambre de Dios. Esta multitud hambrienta son los «Tomás» de nuestros tiempos que se resisten a creer en Cristo sin verlo, sin oírlo y sin tocar su Cuerpo. En la Eucaristía y entre los discípulos de Cristo alimentados por su Palabra y por su Carne, Jesús se hizo ver, oír y tocar por los «Tomás».
Uno de los frutos más importantes de la Eucaristía que debemos cultivar es la «‘Parresia». Esta «Parresia» es una palabra griega que en el nuevo testamento asume el significado de audacia en el anuncio de Cristo.
En el período del Carnaval brasileño, los jóvenes están expuestos a grandes peligros y, por ello, la Comunidad Católica Shalom promueve la evangelización a través del testimonio, la música y el arte. Durante este evento, tenemos un momento de adoración del Santísimo Sacramento. Ha sido impresionante observar lo que a muchos les parece imposible: cien mil jóvenes en profundo silencio de adoración delante de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Eso fue un preludio del evento de Colonia. Todavía más impresionante ha sido constatar los frutos de ésta y de otras acciones del mismo tipo: muchas conversiones, un gran número de confesiones, compromiso con la Iglesia con un retorno a participar en la Misa, un despertar de las vocaciones sacerdotales, además del amor y servicio a los pobres. Hemos descubierto que la mejor respuesta al desafío de la secularización es ¡presentar a Cristo con audacia!
Inflamados por el Espíritu Santo que suscita nuevas formas del vivir eclesial en los Movimientos y Nuevas Comunidades, los laicos, en comunión con sus Pastores, multiplican las formas y los medios para atraer con «Parresia» a los »Tomás» de este nuevo milenio que, sin saberlo siquiera, anhelan encontrar a Cristo en la Eucaristía.

[Texto original: italiano]

[Traducción distribuida por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]

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ZENIT Staff

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