Intervenciones de los delegados ecuménicos en el Sínodo, 11 de octubre

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 12 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el resumen que ha distribuido la Secretaría del Sínodo de los Obispos de las intervenciones de los delegados fraternos que tomaron la palabra en la tarde del martes, 11 de octubre, durante la decimocuarta congregación general de la asamblea.

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– S.Em. JOHANNIS (Zizioulas), Metropolita de Pérgamo; Presidente emérito de la Academia de Atenas (GRECIA)
– Revdo. Ieromonaco Filippo VASYLTSEV, Patriarcado de Moscú (RUSIA)
– S.E. (Marsilianul) SILUAN, Obispo asistente de la Sede Metropolitana de la Europa occidental de la Iglesia Ortodoxa Rumana (RUMANÍA)
– Rev. Sotiriadis IGNATIOS, Representante de la Iglesia de Grecia ante la Unión Europea
– S.E. Amba BARNABA, Obispo de la Iglesia Copta Ortodoxa en Roma (ITALIA)
-S.E. Mor SEVERIUS MALKE MOURAD, Patriarcado Siro-Ortodoxo (SIRIA)
– S.E. Norvan ZAKARIAN, Obispo armenio de Lyon (FRANCIA)
– S.E. NAREG (Manoug) ALEMEZIAN, Obispo; Ecumenical Officer of the Great House of Cilicia (ARMENIA)
– S.E. Abuna SAMUEL, Arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía (ETIOPÍA)
– S.G. John HIND, Obispo de Chichester (GRAN BRETAÑA (INGLATERRA y GALLES)
– S.E. PER LØNNING, Obispo emérito de la Iglesia Luterana de Noruega (NORUEGA)

* * *

– S.Em. JOHANNIS (Zizioulas), Metropolita de Pérgamo; Presidente emérito de la Academia de Atenas (GRECIA)

Es para mí un gran honor tener la oportunidad de hablar a este venerable Sínodo de los Obispos y de traerle los saludos fraternos y los buenos auspicios del Patriarca Ecuménico Bartolomeo de la Iglesia de Constantinopla. La invitación dirigida a nuestra Iglesia de enviar un delegado fraterno a este Sínodo es un gesto de gran importancia ecuménica. Respondemos con gratitud y amor.
Nosotros ortodoxos nos sentimos profundamente gratificados por el hecho que también vuestro Sínodo considera la Eucaristía fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. Es muy importante que los católicos romanos y los ortodoxos puedan decirlo con una sola voz. Tal vez haya aún algunas cosas que dividen a nuestras Iglesias, pero ambas creemos que la Eucaristía es el centro de la Iglesia. Es sobre esta base que podemos continuar el diálogo teológico oficial entre nuestras dos Iglesias, que está entrando en una nueva fase. La eclesiología eucarística puede guiarnos en nuestros esfuerzos para superar mil años de división. De hecho, es un pecado tener las mismas convicciones con respecto a la importancia de la Eucaristía sin ser capaces de compartirla en una misma Mesa.
La eclesiología de comunión promovida por el Concilio Vaticano II y profundizada ulteriormente por eminentes teólogos católicos romanos, puede tener sentido sólo si deriva de la vida eucarística de la Iglesia. La Eucaristía no pertenece sólo al bene esse sino al esse de la Iglesia.
Toda la vida, palabra y estructura de la Iglesia es eucarística en su esencia.

[Texto original: inglés]

– Revdo. Ieromonaco Filippo VASYLTSEV, Patriarcado de Moscú (RUSIA)

Hoy tengo el gran honor de hablar ante las altísimas presencias y de representar a la Iglesia Ortodoxa Rusa del Patriarcado de Moscú. El tema del Sínodo de la Iglesia Católica Romano es actual y está cercano también para nuestra Iglesia. La Eucaristía es el punto central e importantísimo en la vida de la Iglesia y para cada persona cristiana. Por ello, el debilitamiento del conocimiento eucarístico en la vida de la Iglesia lleva al abatimiento de la conciencia eclesiástica, a cambiar el acento en la importancia de las cosas y a los errores en la comprensión de los valores cristianos.
Su Eminencia el Metropolitano Cirillo en sus prédicas, más de una vez, había hablado del hecho que nosotros, la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, somos portadores del mismo paradigma de valores espirituales y, desde este punto de vista, la experiencia espiritual de los unos y de los otros puede presentarse recíprocamente valiosa e importante.
Estaríamos muy contentos si nuestra experiencia de vida eucarística, tanto la histórica como la actual fuese útil y pudiera ayudar a la Iglesia Católica Romana.
El renacimiento de la Iglesia en la Rusia moderna es un hecho bien conocido por todos. Este hecho tiene que ver con todos los aspectos de la vida de la Iglesia. Pero el evento que da más alegría está representado por el renacimiento de la conciencia eucarística, que ha experimentado
importantes cambios en los últimos años.
En la mitad del siglo XIX Santo Metropolitano Filaret de Moscú escribió en su breve catecismo: “Quien quiera una vida cristiana devota debe tomar la Comunión cuatro veces al año” (según corresponde a la cantidad de los principales ayunos: La Cuaresma, el ayuno antes de la Natividad de Cristo, el ayuno antes de la Dormición, y el ayuno antes de la Fiesta de los Santísimos Apóstoles Pedro y Pablo). En conformidad con las condiciones de nuestros días, tomar la Comunión al menos una vez al mes ha entrado a formar parte de la práctica cristiana. Evidentemente, esta práctica comenzó a tomar forma durante el período de las persecuciones. San Serafimo Szezdinsky, el Obispo auxiliar de Moscú, escribió en los años veinte, que la vida de un cristiano debe ser tal que pueda estar siempre listo para recibir la Comunión. La práctica de la Comunión frecuente, en el período después de la guerra, existía en los monasterios y era estimulada por célebres confesores, como el arquimandrita Tavrion Batossky y otros.
Dicho esto, no se debe olvidar que en la Iglesia Ortodoxa Rusa la preparación a la Comunión incluye, además de la preparación interior, también la Regla (el ayuno severo de tres días, la visita a la Iglesia durante estos tres día, oraciones para la Comunión, ayuno eucarístico especial después de medianoche) y también la confesión obligatoria. Por otra parte, estas reglas severas no son consideradas como una obligación por parte de la Iglesia, sino como una medida media que históricamente se fue formando según las tradiciones para aplicarlas a sí mismos. Como lo demuestra la experiencia de los sacerdotes confesores, sería necesario que, quien toma la Comunión y frecuenta la iglesia no muy asiduamente, observase precisamente esta Regla para, a través ”de ella “despertar” y alcanzar su alma, porque para muchos cristianos no practicantes, el camino de la Iglesia pasa a través de “lo exterior”, y se presenta a ellos en los himnos y en los ritos, mientras las verdaderas personas de la Iglesia viven más para la vida interior.
Indudablemente este enfoque general hacia las reglas exteriores no puede y no debe ser entendido en sentido absoluto. En este sentido los confesores influyen mucho en la vida eucarística de la Iglesia, porque tienen la posibilidad de indicar la dirección basándose en la situación concreta de cada persona, tomando en consideración la tradición moderna de la Iglesia.
Por lo tanto podemos decir que la conciencia eclesiástica recorre el camino de la búsqueda de las normas, basándose en las antiguas tradiciones. La regla número ochenta del Sexto (de Trull) Concilio Ecuménico dice: “Si la persona no toma la Comunión durante tres domingos seguidos, con ello separa a sí misma de la Iglesia”.
Para terminar, agradezco una vez más a Vuestra Santidad, a los Reverendísimos miembros del Sínodo de la Iglesia Católica Romana, por la posibilidad que me habéis dado de participar con vosotros en la reuniones del Sínodo Abierto, dedicado al Sacramento de la Eucaristía y de haber podido pronunciar estas palabras sobre la experiencia eucarística ortodoxa.

[Texto original: italiano]

– S.E. (Marsilianul) SILUAN, Obispo asistente de la Sede Metropolitana de la Europa occidental de la Iglesia Ortodoxa Rumana (RUMANÍA)

El tema de la Eucaristía es central también en la Tradición de la Iglesia Ortodoxa. La preocupación de la Iglesia católica se une a la de nuestra Iglesia en muchos puntos, de manera particular, en los siguientes:
1. La preocupación especial per una catequesis mistagógica que permita a los fieles profundizar la vivencia de la Divina Liturgia.
2. La preparación para recibir la comunión al Cuerpo y a la Sangre de Crist
o. El lugar de la confesión y el papel del ayuno antes de la comunión, etc.
Los beneficios que resultan son muy significativos ya sea a nivel personal que a nivel eclesial:
1. La toma de conciencia de la importancia de la comunión en la propia vida, aún poniendo en evidencia, en un primer momento, que la división con los otros cristianos, hace nacer un sufrimiento auténticamente evangélico que va junto al deseo de unidad querido por Cristo mismo.
2.El nacimiento de una conciencia comunitaria radicada en la comunión al mismo Pan y al mismo Cáliz, que sustituye la de la piedad individual egocéntrica; una mentalidad verdaderamente eucarística y no más de satisfacción de sí.
3. El lugar central de la Eucaristía le da el verdadero significado al Sacerdocio y, por lo tanto, al episcopado consintiéndole elevarse, abriendo la perspectiva a una autoridad carismática cuya transparencia a veces se hace difícil debido a las estructuras administrativas. Ella refuerza la relación sacramental en el interior de la jerarquía, haciendo del obispo no solamente el presidente de la asamblea eucarística sino también el padre espiritual de la comunidad.
4. La vivencia auténtica de la Eucaristía puede y debe traer un testimonio de gran importancia y necesidad para la sociedad actual, en lo que concierne a la orientación de la vida hacia “las realidades de lo Alto”, hacia el Reino de los cielos que “no es de este mundo” (Jn 18, 36)

[Texto original: francés]

– Rev. Sotiriadis IGNATIOS, Representante de la Iglesia de Grecia ante la Unión Europea

La Iglesia de Grecia saluda cordialmente a este XI° Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica, el primero después de la entronización de Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Cada ocasión de expresión sinodal de la Iglesia constituye una bendición y es fuente de alegría para los miembros del Cuerpo de Cristo. Participando de esta alegría como delegado fraterno de la Iglesia de Grecia, expreso el deseo de que sus resultados sean excelentes y den fruto, ¡tanto para los fieles de la Iglesia Católica como para el diálogo de la caridad entre los cristianos!
El tema del Sínodo es importante para la vida de la Iglesia diacrónicamente, pero especialmente ahora que el diálogo teológico entre Católicos y Ortodoxos retoma sus trabajos, y pone énfasis en la cuestión de la Iglesia y la función del Obispo. La valorización teológica de la Divina Eucaristía está en estrecha conexión con la experiencia vivida y con la fe respecto del misterio de la Iglesia y la diaconía especial del Obispo. La cumbre de la manifestación de la unidad en el Cuerpo de Cristo es la participación de los fieles a la Divina Eucaristía, que celebra el Obispo como servicio para la gloria de Cristo y para su manifestación indivisible e inconfundible en el mundo como Redentor. Este servicio es una responsabilidad para todo cristiano a contribuir, desde el sitio que posee según la benevolencia divina, a fin de que se realice en el modo más completo posible. Nuestra oración en este momento es para que todos alcancemos a comprender esta responsabilidad con la plenitud que asegura la gracia del Espíritu Santo. Que este Espíritu de Verdad dirija los trabajos de este importante Sínodo, para que la vida de cada fiel en la Iglesia sea con la gracia de nuestro Señor Jesucristo la fuerza de una vida indestructible (Hb 7, 16), de fe sincera (2 Tm 1, 5), la esperanza que no falla (Rm 5, 5) y perfecta en el amor (cf. Jn 4, 18).

[Texto original: italiano]

– S.E. Amba BARNABA, Obispo de la Iglesia Copta Ortodoxa en Roma (ITALIA)

Deseo en primer lugar dirigir a todos un cordial saludo, con agradecimiento por los conocimientos que se han derivado de esta ocasión de encuentro: soy Monseñor Barnaba El Soryany – Obispo general de la Iglesia Copta Ortodoxa en Italia – y tengo el honor de participar en este Sínodo en representación del Patriarcado Copto Ortodoxo de Alejandría de Egipto.
El tema de la Eucaristía, afrontado en este encuentro, representa para todos los fieles cristianos un elemento esencial de vida; los fieles coptos, en particular, expresan la propia profesión de fe en la Eucaristía, en la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo, durante la Santa Misa y proclaman su religiosidad considerando la Eucaristía centro de la vida espiritual, expresión del reino de Dios y fuente de salvación eterna. La Iglesia Copta Ortodoxa la considera «el Sacramento de los Sacramentos» y, como tal, como alimento de vida divina, se suministra también a los niños en el día del bautismo.
Los daños causados por el mundo contemporáneo, las cosas feas que presenciamos cotidianamente, no pueden si no empujarnos cada vez más a buscar en la Comunión de Cristo una fuente de salvación y la esperanza de un mundo mejor. No se puede silenciar el hecho de que ya hoy ese Sacramento representa un emblema de la fe en Cristo Salvador, que une y distingue a todas las Comunidades cristianas. Y cada día más, arrollados por mil peligros y problemas de vario tipo, se advierte la necesidad de acercarse a la Comunión para encontrar en ella nuevo alimento y nueva fuerza que nos permiten afrontar con serenidad las insidias de la vida cotidiana.
Con el deseo de que este Sacramento actúe como propulsor del camino común hacia la unidad de todos los cristianos, auguro a todos los Padres Sinodales aquí presentes un proficuo trabajo para los días a venir y que alcancen justos y válidos resultados para el futuro de la Iglesia.

[Texto original: italiano]

-S.E. Mor SEVERIUS MALKE MOURAD, Patriarcado Siro-Ortodoxo (SIRIA)

En nuestra Iglesia siro-ortodoxa celebramos la Divina Liturgia en siro-arameo, la lengua de Nuestro Señor Jesús y, durante la Divina Liturgia se recitan exactamente las mismas palabras dichas por Jesús en la Sala Superior. Y el sacerdote que celebra este sacramento debe celebrarlo solo. Estoy orgulloso de vivir en el Monasterio de San Marcos en la Ciudad Vieja, en Jerusalén, donde Jesús celebró la Última Cena.
Su Santidad el Patriarca Ignatius Zakka I Iwas, en su libro sobre la Santa Eucaristía, se basó en la enseñanza de San Efrén, San Santiago de Sarug y de Bar Hebreus: “Según el dogma de nuestra Iglesia, la consagración de los dos elementos del pan y del vino y su transubstanciación en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo durante la Santa Eucaristía, tienen lugar y son llevadas a cumplimiento por la oración de invocación al Espíritu Santo y no sólo por las palabras de Nuestro Señor que el sacerdote celebrante recita como evocación de Su anuncio y que él debe decir con deferencia, con temor de Dios y con trepidación, meditando sobre su significado y sobre el gran sacrificio que Nuestro Señor Jesús ha ofrecido en el inmolarse a sí mismo en la Cruz y en el salvar a la humanidad. Y el Espíritu Santo es el que consagra todos los sacramentos celebrados por la Iglesia y que hace sagrados a las iglesias y a los altares. La substancia del sacramento de la Santa Eucaristía está formada por el pan y por el vino , allí donde el pan es pan con levadura hecho con harina llamada “Lahmo” en nuestra Biblia; nosotros no ofrecemos en sacrificio pan sin levadura. Al mismo tiempo ofrecemos vino rojo estacionado elaborado con el fruto de la vid mezclado con el agua. Tampoco está permitido recibir sólo el Pan Santo. Desde hace mucho tiempo en nuestra Iglesia está en vigencia la práctica de mojar el Cuerpo y la Sangre y de darlo así a los fieles, y de esta manera ellos reciben el Cuerpo y la Sangre contemporáneamente”.
La presencia de Cristo en la Santa Eucaristía no está constituida sólo por su presencia corpórea, sino por toda su plenitud de humanidad y de divinidad. De este modo Jesús está presente en cada parte los dos elementos. Antes de que el creyente se acerque a la Santa Comunión debería observar el sacramento de la Penitencia con la confesión individual. Hace poco nuestra Iglesia ha autorizado para los fieles las confesiones comunitarias.
San Pablo Apóstol exhorta a los creyentes para que se preparen espiritualmente antes de recibir la Santa Comunión con fe, respeto y con una conciencia purificada: él debería purificar el propio cuerpo y observar el ayuno desde la medianoche, que precede el rito de la Comunión. Entre nosotros se acostumbraba dar el sacramento de la Santa Comunión a los niños inmediatamente después los sacramentos del Santo Bautismo, el Crisma.
Debemos recordar la Declaración de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, y de Su Santidad el Patriarca Ignatius Zakka I IWas, de 1984, en la cual, en el párrafo 9, establecieron: “Autorizamos (a nuestros fieles)… cuando tengan necesidad, a pedir los sacramentos de la Penitencia, de la Eucaristía y de la Unción de los enfermos a los sacerdotes legítimos de una o de otra de nuestras dos Iglesias hermanas (la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Siro-ortodoxa)”.

[Texto original: inglés]

– S.E. Norvan ZAKARIAN, Obispo armenio de Lyon (FRANCIA)

Tengo el placer de transmitir a Su Santidad, el papa Benedicto XVI, y a todos los presentes, mis más cordiales y fraternos saludos de Su Santidad el Catholicos Karékine II, quien desea a esta XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos un trabajo provechoso. Antes de entrar en agonía, antes de ser arrestado como un vulgar malhechor y morir en la cruz, Jesús instituyó la Eucaristía, ese alimento sacramental que, por medio de signos visibles, nos comunica el amor de Dios en Jesucristo, el amor con el que Jesús amó a los suyos “hasta el extremo” (Jn 13, 1). La Eucaristía es el sacramento del sacrificio único de Cristo, siempre vivo para interceder en nuestro favor, memorial de todo lo que Dios ha hecho para la salvación del mundo. El celebrante invoca a Dios para que envíe su Espíritu sobre el pan (tres veces), después sobre el vino (tres veces), finalmente sobre las dos especies (tres veces). La consagración, la Eucaristía, engloba también al pueblo de Dios, es decir, a su Iglesia. Por lo que se refiere a la comunión, el sacerdote moja la hostia en el vino; luego, de rodillas en la tarima del altar, parte la hostia en pequeños trozos que tienen la forma de un grano de maíz y da la comunión directamente en la boca a los fieles, que están en pie ante el altar. A lo largo de toda la celebración, se dirigen oraciones al Padre, al Hijo y al Espíritu que es “fuente de vida”. La liturgia eucarística es una verdadera catequesis para el creyente. Esta larga oración cantada por el celebrante, los diáconos y el coro se lleva a cabo los domingos y en ocasión de las grandes fiestas. Alimenta plenamente al fiel. Acabada la ceremonia, éste es enviado a la misión, ya que Jesús derramó su sangre por la “multitud”. Debemos, pues, que dar testimonio de todo lo que hemos recibido: paz, amor, alegría. Nuestra liturgia ha sufrido muy pocas modificaciones a lo largo de los siglos y no nos tomamos ninguna libertad en relación con el rito. Los textos, los gestos son los mismos en todas las iglesias de Armenia y de la Diáspora. Los armenios, diseminados, se reúnen por tanto con alegría para celebrar la Eucaristía en una asamblea comunitaria.

[Texto original: francés]

– S.E. NAREG (Manoug) ALEMEZIAN, Obispo; Ecumenical Officer of the Great House of Cilicia (ARMENIA)

Después de haber transmitido los saludos al Jefe de su Iglesia, Su Santidad el Catholicos Aram I, Obispo de Alemezian, relató una experiencia eucarística histórica, que tuvo origen en un evento heroico ocurrido en el año 451. Indicó sus expectativas en lo que se refiere al estudio de la eclesiología eucarística por parte de la cristiandad en general y recordó la visita, en 1967, del Catholicos Khoren I al Papa Pablo VI, motivado por el espíritu descripto en la Primera Carta a los Corintios, 10, 16.
La palabra armenia utilizada para indicar la Santa Eucaristía es Surp Patarag, que significa Santo Sacrificio. En la vida litúrgica de la Iglesia estamos al servicio de Dios (liturgia) y ofrecemos el sacrificio de acción de gracias (Eucaristía) por los dones que de Él recibimos.
La Santa Eucaristía está centrada en el don sacrificial de nuestro Salvador y genera una comunión de amor con Dios y con nuestros hermanos a través de la potencia del Espíritu Santo. Desarrolla de esta manera una función importante en la difusión de la fe cristiana como continuación de la presencia encarnada de nuestro Señor crucificado y resucitado para la transformación de nuestra vida hoy y en el Reino de los Cielos.
Esta realidad está sostenida por la experiencia armenia del martyria, en obediencia al llevar la cruz hasta el punto de la extrema negación de sí (Mt 16, 24) con el fin de obtener, por la gracia, la corona del justo (cf. 2 Tm 2, 4. 7-8) y para la manifestación de la vida de Jesús en nuestro cuerpo (cf. 2 Cor 4, 6-11).
En el 451, durante una insurrección heroica para proteger su fe cristiana y su dignidad humana, los armenios participaron en la celebración al Santo Sacrificio, recibieron el precioso cuerpo y sangre del Cordero de Dios y proclamaron “Reconocemos a la Santa Biblia como nuestro Padre y a la Iglesia universal como nuestra Madre”.
Al evaluar la función constructiva de los diálogos ecuménicos bilaterales y multilaterales y al discutir el tema “La Iglesia como comunión”, les animo a todos para que se comprometan en el estudio de la eclesiología eucarística, que sitúa la unidad de la Iglesia en la celebración local de la Santa Eucaristía presidida por el obispo en comunión con sus hermanos obispos.
A este respecto, el papel distintivo del obispo está indicado como el de aquel que cuida el rebaño que le fue confiado por el Buen Pastor (Jn 10, 11), cuidándolo con un celo que se revela en toda su plenitud cuando se comparte eucarísticamente el único pan (1 Cor 10, 17), para una comunión espiritual y universal en el cuerpo místico de Cristo (1 Cor 12, 27)

[Texto original: inglés]

– S.E. Abuna SAMUEL, Arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía (ETIOPÍA)

Deseo presentarles los saludos de Su Santidad Abune Paulos, Patriarca de Etiopía, Arzobispo de Axum y Echege ante la Santa Sede de San Teklehaimanot. La Iglesia Ortodoxa de Etiopía es una de la Iglesias Ortodoxas Orientales. Estoy muy contento de poder presentar algunas de las tradiciones de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía relativas a la Santa Eucaristia. La Iglesia Ortodoxa de Etiopía, fiel a la recomendación del Señor “bebed todos de él”, distribuye ambas especies consagradas, pan y vino, a quien comulga. La Iglesia Ortodoxa de Etiopía no mezcla el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, excepto en algunas situaciones de emergencia, como las enfermedades terminales. El Cuerpo y la Sangre se distribuyen por separado, como nos ordenó hacer nuestro Señor Jesucristo. En la tradición ortodoxa de Etiopía se observa un severo ayuno eucarístico. Los celebrantes, los concelebrantes, los sacerdotes, los diáconos y todos los que comulgan deben ayunar durante al menos nueve horas antes de recibir la Santa Eucaristía y tienen que pedir perdón por sus faltas. A los diáconos se permite administrar la Santa Eucaristía, pero distribuyen el vino con cucharas en forma de cruz. Los laicos no pueden recibir el pan eucarístico en sus manos, por lo que el celebrante distribuye la comunión en la boca. En la tradición ortodoxa de Etiopía el sacerdote no puede celebrar la Santa Eucaristía varias veces al día, sino una sola vez. No obstante, dos, tres o más sacerdotes pueden celebrar contemporáneamente en altares diversos o también sobre el mismo altar, recitando juntos todas las oraciones. Esto sucede en Navidad, en Pascua y en la Solemnidad de María, Madre de Dios. Todos los que comulgan, hombres y mujeres, como también los niños, se acercan a la mesa con vestidos blancos para gloria de la Eucaristía. Esta tradición recuerda los dos ángeles de blanco, sentados donde había estado despuesto el cuerpo de Jesús (Jn
20, 12). Todos los fieles de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía están agradecidos al Señor Jesús por haber dado a la Iglesia un sacramento tan maravilloso.

[Texto original: inglés]

– S.G. John HIND, Obispo de Chichester (GRAN BRETAÑA (INGLATERRA y GALLES)

Traigo los saludos del Arzobispo de Canterbury y la petición de oraciones por los Anglicanos que pasan por un momento de dificultad. Seguirán algunos puntos relativos al tema de este Sínodo.
Los problemas de la inculturación evidencian la necesidad de una discusión más profunda sobre la diversidad y la unidad en el interior de la Iglesia.
¿Cuándo es adecuado compartir la Santa Comunión? ¿Cómo hay que interpretar la asunción pública de la comunión por parte del protestante Fray Roger Schutz?
La Eucaristía no es ante todo una cuestión, un rito o un ceremonial, sino un beneficio de la nueva vida en Cristo. Si debemos ser verdaderamente cristianos, tienen que existir criterios de reconocimiento recíproco. No es menos importante la medida con la cual nos toleramos los unos a los otros.
¿Cuál es la dinámica de la Eucaristía que Dios ha donado? La cultura que deriva de la Encarnación afirma la humanidad que Dios nos ha dado, incluida la diversidad cultural, pero también desafía a cada cultura humana. Solamente en el diálogo entre la encarnación y las culturas particulares podremos identificar lo verdaderamente católico.
ARCIC dijo que en la Eucaristía “entramos en el momento de la ofrenda de sí mismo de Cristo”. La ofrenda de Cristo fue tanto un sacrificio al Padre por nosotros como un “sacrificar su vida por sus amigos”. La anamnesis de su sacrificio está, pues, dirigida tanto a Dios como a la humanidad.
Esto demuestra tres puntos fundamentales con respecto a la Eucaristía.
a) En la Eucaristía no se celebra nuestra amistad, sino nuestra reconciliación con Dios que crea nuestra amistad.
b) Además, es Cristo mismo el Señor de la Eucaristía. Si su encarnación, muerte, resurrección y venida en la gloria son misterios, si la Eucaristía misma es “Mysterium fidei”, entonces se debe deducir que también nuestra amistad o comunión en la Iglesia es un misterion, es decir, que estamos hablando de algo que no podemos entender únicamente con la razón.
c) Por último, el hecho de estar unidos a Cristo en la ofrenda de sí mismo nos orienta no sólo hacia Dios, sino también hacia cada uno de nuestros hermanos y hermanas, por los cuales, en su maravillosa diversidad, el Hijo de Dios ofreció su vida. “Ite, missa est” es a la vez una afirmación de la plenitud de la obra de Cristo y un mandato para nosotros de llevarla adelante.

[Texto original: inglés]

– S.E. PER LØNNING, Obispo emérito de la Iglesia Luterana de Noruega (NORUEGA)

¡Un cordial agradecimiento de parte de la Federación Luterana Mundial, de las Iglesias de Noruega y de parte mía por haberme invitado como delegado fraterno y por haberme acogido de manera tan abierta y fraterna!
Para los luteranos la Santa Eucaristía ha sido y es una preocupación fundamental. El acento que ponemos sobre la presencia real del Señor, nos ha llevado durante siglos a negar la fraternidad eucarística con las Iglesias de la tradición reformada.
Para entrar en el tema de la presente Asamblea, quisiera contar algunas de mis experiencias de promesas y de dolores en lo que se refiere a la fraternidad eucarística en relación a la Iglesia católica romana.
En 1971 en Amberes, en Bélgica, fui invitado por primera vez a predicar en el ámbito de una Misa católica romana. En la sacristía, el celebrante, joven y comprometido en el campo ecuménico, me preguntó: “¿Naturalmente usted estará preparado para recibir la Santa Comunión?”. Me di la vuelta enseguida hacia el obispo presente, que tenía aproximadamente 30 años más que yo: “Dígame, ¿no sería contrario a las reglas de la Iglesia católica? ”El obispo asintió y yo continué: “Como huésped, ciertamente no haré nada que no esté de acuerdo con las reglas de quien me hospeda”. “Gracias por su comprensión”, dijo el anciano obispo. ¿Y qué sucedió? Durante toda la liturgia él permaneció sentado a mi lado en el coro, absteniéndose también él de recibir el sacramento. Al final dijo: “¡Venga, hermano, vayamos al altar e impartamos juntos la bendición!” ¡Qué experiencia auténticamente ecuménica!
En 1975, en la Abadía de San. John en Minnesota. Durante una conferencia sobre “El estado actual del ecumenismo”, había expresado el temor de que habrían de transcurrir muchos años antes de poder establecer formalmente una fraternidad ecuménica. En seguida se supo que, en aquel lugar, los estudiantes protestantes, ya desde hacía varios años, se acercaban a la mesa de la comunión sin haber sido invitados de manera explícita a hacerlo. “Hemos debido hacer pactos -dijo un Padre benedictino- y éste es el resultado: ¿quiénes somos nosotros para censurar la obra del Espíritu Santo?”. La semana siguiente escuché la misma observación por parte del capellán católico en el Luther College en Iowa. Sus estudiantes habían comenzado a participar en la comunión: “No estoy autorizado a disuadirlos de que lo hagan pero, mientras estoy sentado aquí observándolos, sólo siento una cosa: y es que como embajador católico oficial no me pueda unir a ellos”. Hace diez años, en una catedral católica en el hemisferio sur, le pregunté al arzobispo oficiante: “Supongo que usted aquí observa las reglas oficiales, así que ¿puedo permanecer sentado durante la comunión?”. “Hermano, hace mucho tiempo que aquí no escuchamos nada semejante. Usted vendrá y recibirá el sacramento inmediatamente después de mí…”
Me apresuro para llegar al punto. Los puntos 86 y 87 de vuestro Instrumentum laboris me entristecen mucho. Especialmente porque sé que entristecen a muchos de mis amigos católicos: obispos, docentes, jefes monásticos. Porque se han presentado conclusiones que se sostienen con la lógica, pero sin ninguna referencia a los que ha sucedido y sucede en vuestra Iglesia. No se presta ninguna atención a las opiniones que no están menos fundamentadas en la Biblia de la que aquí domina. ¿Es que acaso será útil para el progreso ecuménico si esta última se publica como voz oficial de la Iglesia católica romana?
Si creemos verdaderamente que la presencia de Cristo Salvador está unida al misterio de la Santa Comunión, ¿cómo podemos permanecer con nuestros altares divididos y no escuchar la dura pregunta del apóstol que se nos hace: “Cristo ha sido dividido”?

[Texto original: inglés]

[Traducciones distribuidas por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]

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ZENIT Staff

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