Intervenciones de los Padres Sinodales (I)

Tercera Congregación General, mañana del martes 6 de octubre

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 7 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación los resúmenes de las intervenciones que se produjeron durante la Tercera Congregación General de la Asamblea del Sínodo sobre África, en la mañana de ayer martes 6 de octubre.

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Cardenal Ángelo Sodano (Ciudad del Vaticano), Decano del Colegio Cardenalicio

El 15 septiembre de 1965 el difunto Papa Pablo VI instituyó un nuevo organismo de comunión eclesial entre los Obispos y el Sucesor de Pedro. Es nuestro “Synodus Episcoporum”.

1. Esta Institución se ha vuelto adulta ya con sus 44 años de vida y me parece que sus asambleas (22 hasta ahora) han sido una gran contribución para los fines específicos que el Legislador le había atribuido, siguiendo la huella indicada por el Concilio Ecuménico Vaticano II. Son los fines que el nuevo Código de Derecho Canónico, en 1993, sintetizó luego en los tres siguientes:

a) fomentar una estrecha unión entre el Romano Pontífice y los Obispos;

b) prestar ayuda a la misión del Romano Pontífice;

c) estudiar juntos los problemas que conciernen a la actividad de la Iglesia en el mundo (Can. 342).

Personalmente fui testigo de la gran importancia que poseen estos encuentros, ya que he participado en las últimas 12 Asambleas Sinodales, algunas generales y otras especiales.

El Santo Padre ha querido invitarme hoy nuevamente a ser miembro del Sínodo, casi en representación del Colegio Cardenalicio, la otra milenaria Institución eclesial también llamada a asistir al Romano Pontífice en su misión de Pastor de la Iglesia universal (cfr. Can. 349).

Por supuesto, entre nosotros ya hay varios hermanos Cardenales, provenientes sobre todo de África. Pero me alegro igualmente de poder representar aquí, simbólicamente, a los 185 Cardenales del mundo entero, que en este momento sentimos cerca con su oración y con su común compromiso apostólico.

2. Cada Sínodo, como cada Consistorio, está destinado a ser un momento de intensa comunión eclesial. En este contexto, quisiera mencionar el Cap. IV de nuestro “Instrumentum laboris”, donde habla de las personas y de las instituciones católicas llamadas a trabajar en la realidad africana a favor de la reconciliación, de la justicia y de la paz. En ese capitulo se subraya la necesidad de la colaboración de los Obispos con las Conferencias Episcopales y de estas con el Simposio de las Conferencias de África y Madagascar.

Pero sería conveniente recordar que, en primer lugar, es necesaria una estrecha colaboración con la Sede Apostólica, es decir, con el Romano Pontífice y sus colaboradores.

Como es sabido, en los diferentes países de África existen también los Representantes Pontificios: son 26 generosos Nuncios Apostólicos que mantienen los contactos con los Obispos del Continente y establecen un diálogo constructivo también con las autoridades civiles, para favorecer la libertad de la Iglesia y contribuir a la obra de reconciliación, de justicia y de paz: las tres finalidades de este Sínodo.

Al recordar aquí la misión de los Representantes Pontificios, quisiera también rendir homenaje ante ustedes al difunto Nuncio Apostólico Mons. Michael Courtney, que fue asesinado bárbaramente en Burundi el 29 de diciembre de 2003, precisamente cuando estaba trabajando por la reconciliación entre los diferentes grupos étnicos del País. Lamentablemente tuvo que pagar con su sangre su abnegado servicio por la pacificación de esa región.

3. Precisamente por esta razón, he notado con gusto que el tema de la reconciliación tiene incluso la prioridad entre los tres grandes temas que se estudian en este Sínodo: reconciliación, justicia y paz.

En realidad, hoy vemos con mayor claridad la enormidad de desastres que provoca el nacionalismo y la exaltación del concepto de raza. Nosotros aquí en Europa hemos acumulado una triste experiencia a lo largo de los siglos, hasta llegar a la ultima guerra mundial ¡que en 5 años provocó 55 millones de muertos! Ahora tenemos que trabajar todos para que estas tragedias del pasado no se vuelvan a repetir.

¿Cómo podemos olvidar que también en África la furia homicida entre diferentes grupos étnicos ha afectado a enteros países? ¡Sólo habría que pensar en Ruanda y los países limítrofes! En 1994 y en los años siguientes la ideología nacionalista llegó a provocar más de 800.000 muertos, entre ellos tres generosos miembros del Episcopado, con otros miembros del clero y de varias congregaciones religiosas.

Creo que tendríamos que repetir a todos, con mayor insistencia, que el amor a su nación (en concreto, a su pueblo, a su gente) por supuesto es un deber del cristiano, pero tendríamos que añadir también que la desviación del nacionalismo es totalmente anticristiana. Claro que el concepto de nación es muy noble. Este concepto se formó en ambiente cristiano, según muchos historiadores, ya que en la antigüedad prevalecían más bien las figuras de las pequeñas tribus, por un lado, y del vasto Imperio, por otro. El Cristianismo, en cambio, ha favorecido la integración de las gentes de una determinada región, dando vida al concepto de pueblo o nación, con su específica identidad cultural. Pero el Cristianismo ha condenado siempre todo tipo de deformación de este concepto de Nación, una deformación que a menudo caía en el nacionalismo o incluso en el racismo, verdadera negación del universalismo cristiano. En realidad, los dos principios básicos de la convivencia humana cristiana fueron siempre los siguientes: por un lado, la dignidad de cada persona humana, y por otro, la unidad del género humano. Son los dos confines infranqueables, dentro de los que se pueden desarrollar luego los distintos conceptos de nación, según los lugares y las épocas. Y en realidad vemos hoy en Europa que muchas naciones se van integrando, con el fin de una convivencia mas solidaria, es decir, con el apoyo de los Episcopados locales y de la propia Sede Apostólica.

4. Para concluir, quisiera decir que las actuales 53 naciones africanas tendrán un gran futuro, en el concierto de las 192 Naciones que componen hoy toda la familia humana, si saben superar sus divisiones y cooperan conjuntamente por el progreso material y espiritual de sus pueblos. Por su parte, este Sínodo quiere demostrar una vez más a nuestros hermanos y hermanas de África que la Iglesia está con ellos y que les quiere ayudar en la misión de ser artífices de reconciliación, de justicia y de paz en todo el continente.

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Cardenal Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-es-Salaam (Tanzania), presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM)

El tema de este Sínodo es particularmente urgente para la Iglesia en África. Para desarrollar y profundizar en el tema, como se nos ha pedido, los problemas como el egoísmo, la codicia de los bienes materiales, las cuestiones étnicas que desembocan en conflictos y otros, que son las causas de la falta de paz en muchas sociedades africanas, deben ser afrontados sin temor y abiertamente, e ir acompañados por directivas pastorales específicas. Las guerras y los conflictos que afectan a nuestro continente están dividiendo a nuestros pueblos, imponiendo una cultura de la violencia y destruyendo el tejido espiritual, social y moral de nuestras sociedades. Es triste tener que reconocer que algunos de nuestros pastores han sido acusados de estar involucrados en estos conflictos, o por omisión, o incluso por intervención directa. En este Sínodo deberíamos tener la valentía de denunciar, incluso contra nosotros mismos, el abuso de poder o de la práctica del poder, el tribalismo y el etnocentrismo, la parcialidad política de los líderes religiosos, etc. La Iglesia
en África no será capaz de hablar con una sola voz de reconciliación, justicia y paz, si en el continente falta la unidad y la comunión y el debido respeto hacia el SECAM por parte de los obispos, así como de las Conferencias episcopales nacionales y regionales. Necesitamos una mayor comunión y solidaridad pastoral en la Iglesia en África.

Estaba planeado que, justo antes de esta II Asamblea especial, el SECAM celebrara su XVI Asamblea plenaria en Frascati, sobre el tema: “Autonomía: la vía de la Iglesia en África”. Desgraciadamente, y para nuestra vergüenza, la asamblea ha tenido que ser cancelada en el último momento debido a la falta de apoyo financiero por parte de muchos de los miembros de las Conferencias episcopales, y todo esto, mientras celebramos los 40 años del SECAM.

¡Tengo la esperanza, y rezo por ello, de que este Sínodo nos lleve a todos a comprometernos más con el SECAM!

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Monseñor Lucas Abadamloora, obispo de Navrongo-Bolgatanga (Ghana), presidente de la Conferencia Episcopal

Con frecuencia desempeñamos papeles políticos y económicos y debemos contribuir a los asuntos educativos y sanitarios, a la luz de nuestra fe. Como individuo, el cristiano viene de un determinado marco cultural que puede tener algunas líneas duras opuestas a la fe de cada uno. Con frecuencia, el individuo se encuentra en conflicto consigo mismo en muchos aspectos, lo que no le permitirá hacer nada. Es obvio que el cristiano pertenece al mismo tiempo a la Iglesia y a la sociedad en sus distintas dimensiones. Como miembro polifacético con muchos frentes, a veces puede encontrar dificultad en saber qué hacer y qué ámbito respetar.

En la Primera Asamblea Sinodal, nos centramos en la Iglesia como familia universal de Dios. La Asamblea estableció una serie de condiciones para añadir credibilidad a su testimonio: reconciliación, justicia y paz. En este sentido, por tanto, ha recomendado entre otras cosas: la formación de los cristianos en la justicia y la paz, que es la aserción del papel profético de la Iglesia, y que atañe a los siguientes temas: un salario justo para los trabajadores y la creación de unas Comisiones de Justicia y Paz.

Los principios subyacentes al documento Ecclesia in Africa destacan muy claramente, y han sido citados en muchas Iglesias particulares como orientación para sus reflexiones. Pero no llegan al fondo del problema. No es la experiencia de muchos obispos, sacerdotes y laicos de África, que han viajado a Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo. Nuestra experiencia de la Iglesia en Europa y América e incluso la de otros hermanos obispos y sacerdotes, sugiere que somos miembros de segunda categoría de esa familia, o que pertenecemos a una Iglesia diferente. La impresión que crea es que nosotros los necesitamos a ellos, pero ellos a nosotros no. En teoría, la fraternidad y la comunidad son fuertes, pero no es así en la práctica.

La dinámica de la Iglesia que insiste en que la Comunidad Eclesial esté prácticamente integrada en la teoría y en la práctica de manera que todos pertenezcan a ella y se sientan en casa, debe ser continuada también en este Segundo Sínodo. La presente Asamblea Sinodal debería considerar oportuno continuar con la dinámica del anterior Sínodo. En este caso, los temas no deben ser discutidos sólo colegialmente, sino que se requiere también una perspectiva cristiana.

Para que esto suceda, sugerimos utilizar la radio, la prensa y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Deberán hacerse grandes esfuerzos para recibir este mensaje, que permanece siempre pertinente y actual.

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Monseñor Fidèle Agbatchi, arzobispo de Parakou (Benin)

Es evidente que la presente asamblea constituye una feliz continuación de la de 1994. Si aquélla concluyó con la Exhortación postsinodal Ecclesia in Africa, ésta presenta de este modo su argumento: “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz”. Esta fórmula, por positiva que sea, no trata de esconder las disensiones familiares, las tensiones entre etnias con raíces históricas, las guerras y la corrupción a gran escala que minan el continente.
Deseamos que, siguiendo el servicio a favor de este continente, los Padres sinodales comprendan, más allá de los aspectos prácticos varias veces subrayados en el Instrumentum Laboris, cómo fundamentar exegética y teológicamente la reconciliación, la justicia y la paz sobre el Dios Uno y Trino y sobre Su obra en la Revelación, desde el Antiguo Testamento hasta la llegada del Hijo del Hombre. Una empresa semejante por parte de los Padres sinodales ayudaría a África a asumir su responsabilidad histórica frente al Evangelio que ha recibido y que tiene el deber de donarse, integrándose resueltamente en la dinámica de la “metanoia”. Esta responsabilidad la obligaría a liberarse del miedo.

De hecho, África tiene miedo y vive en el miedo. Al guardar celosamente para sí sus descubrimientos sobre el mundo y la naturaleza, se abandona instintivamente a la desconfianza, a la sospecha, a la actitud defensiva, a la agresión, al charlatanismo, a la adivinación, al ocultismo y al sincretismo, tantas cosas que han contribuido a ofuscar la búsqueda del Dios verdadero durante milenios. ¡Cuánto se espera, por tanto, en este continente -madre de todos los demás- la difusión aún más brillante de la luz de Cristo muerto y resucitado! Lo que yo deseo en este Sínodo es un futuro pascual y, después de sus sufrimientos, la resurrección de África.

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Cardenal Franc Rodé (Ciudad del Vaticano), prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica

El Instrumentum Laboris, en el nº 113, destaca “el fuerte crecimiento de las vocaciones” religiosas, “signo del dinamismo de la Iglesia en África” y junto a ello, la energía espiritual que proviene de los monasterios de vida contemplativa.

Los obispos africanos, en visita ad limina testimonian el insustituible compromiso apostólico y misionero de los consagrados, hombres y mujeres, que ofrecen su propia vida por el Evangelio. La presencia de los consagrados/as es todavía hoy absolutamente predominante, de manera particular en el campo de la salud, la enseñanza y la caridad.

Este loable compromiso no puede no tener en cuenta los grandes desafíos de la Iglesia en África, principalmente los desafíos del discernimiento vocacional y de la formación inicial y permanente. La vida consagrada en África necesita, por tanto, de formadores y formadoras preparados y, junto a ellos, de una comunidad educadora: el testimonio de vida religiosa de las comunidades, la fidelidad a los consejos evangélicos, a las Constituciones y al propio carisma, representan una condición indispensable para formar verdaderos discípulos de Cristo.

Los religiosos y religiosas africanos están llamados, además, a vivir en plenitud el valor y la belleza de los consejos evangélicos en una cultura en la que es difícil ser testimonios de pobreza, obediencia y castidad, vividos libremente y por amor.

Las Conferencias de los Superiores Mayores a nivel nacional, y dos organismos internacionales, se ocupan de la animación de los consagrados y consagradas africanos, y representan un instrumento válido para el diálogo con los obispos.

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Monseñor Maroun Elias Lahham, obispo de Túnez (Túnez)

Mi intervención trata de las relaciones con el Islam en África. El primer punto que cabe resaltar es que el Instrumentum laboris habla del Islam en un solo párrafo (102), usando términos genéricos que aluden al Islam en el África Subsahariana. Ahora bien, la mayoría de africanos musulmanes viven en África del norte, una zona geográfica totalmente ausen
te en el Instrumentum laboris. Otro punto es que casi el 80% de los 350 millones de árabes musulmanes viven en los países del norte de África.

Todo esto para decir que las relaciones musulmano-cristianas en el norte de África son diferentes de las que existen en Europa y en el África Subsahariana, e incluso de las de los países árabes de Oriente Medio. Esta omisión de las Iglesias en el norte de África, cuando estamos hablando de África, y sobre todo del Islam, nos sorprende y ya lo hemos comunicado a las autoridades competentes.

La especificidad de las relaciones musulmano-cristianas en las Iglesias en el norte de África, puede enriquecer las experiencias de diálogo vividas en otros lugares (en Europa o en el África Subsahariana) y atenuar las reacciones de miedo y de rechazo al Islam, que comienzan a manifestarse en algunos países, pues todos sabemos que el miedo es un mal consejero.

¿En qué consiste la especificidad de la experiencia de las Iglesias en el norte de África?

– Se trata de una Iglesia del encuentro. Si bien no goza de la libertad que desearía, no es perseguida.

– Se trata de una Iglesia que vive en países casi 100% musulmanes y donde la aplastante mayoría de sus fieles está compuesta por extranjeros que, en la mayoría de los casos, no se quedan más que unos años.

– Se trata de una Iglesia que, después de la independencia de los países del norte de África, se ha comprometido considerablemente en el servicio humano, social, cultural y educativo de los países que la acogen.

– Es una Iglesia que goza de un amplio margen de libertad para que miles de fieles puedan ejercer el culto cristiano, en Túnez por ejemplo.

– Se trata de una Iglesia que vive en países musulmanes donde está naciendo un movimiento de pensamiento crítico hacia un Islam integrista y fanático. Existe incluso una escuela “magrebí” de estudio racional de textos y tradiciones musulmanas.

– Se solicita con frecuencia la colaboración de la Iglesia en esta nueva manera de pensar y de vivir el Islam. Dicha invitación se hace normalmente a sacerdotes y obispos que han vivido varios años en países del Magreb, y ha aumentado después del nombramiento de obispos árabes en algunas sedes episcopales.

Dos propuestas:

– Que el Sínodo para Oriente Medio, previsto para el mes de octubre de 2010, incluya también las diócesis del norte de África, sobre todo en lo que concierne a las minorías cristianas, y las relaciones y el diálogo con el Islam.

– Un debate sobre el Islam en África, que tenga en cuenta la variedad de las experiencias africanas, desde Túnez hasta Johanesburgo.

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Monseñor Simon-Victor Tonyé Bakot, arzobispo de Yaoundé (Camerún), presidente de la Conferencia Episcopal

Los bantúes del sur de Camerún conceden una importancia particular a la vida en comunidad. Uno puede ser excluido como consecuencia de una falta grave, e intentar reencontrar la comunión con todos. Es el sentido del perdón, ofrecido o acogido, según que se haya recibido una ofensa o se haya cometido una culpa.

A él se llega mediante un ritual, cuyas etapas fundamentales son las siguientes: el árbol de la palabra, la confesión pública, las palabras rituales de concesión del perdón, la reconciliación y la comida comunitaria. Es lo que llamamos la cultura de la paz y de la reconciliación. El clan es capaz de restablecerlas cada vez que la comunidad se encuentra en desequilibrio.

La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana, promueve la paz y la reconciliación, pero no ha alcanzado aún la misma capacidad de conversión entre los cristianos que participan en la misma, ya que el beso de la paz que se da durante la misa revela discordancias bastante claras entre los fieles.

Podemos incluso dar la espalda a quien nos ofrece la paz.

Los Pastores, deberían emprender una catequesis adecuada para hacer entender a todos que, convertidos en hermanos y hermanas de sangre, ya que la misma sangre de Cristo, recibida en la Comunión, corre por nuestras venas, deberíamos comprender que esta sangre nos purifica de todas nuestras manchas y debería hablar más fuerte que la tradición del clan. Pero esto no sucede aún. Será necesario tender a ello cada vez más.

[©Libreria Edtrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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