Intuición y asombro en la obra literaria de Karol Wojtyla

Según la profesora Mª Pilar Ferrer

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VALENCIA, jueves, 21 diciembre 2006 (ZENIT.org).- La obra literaria de Karol Wojtyla tiene dos claves de lectura imprescindibles: la intuición y el asombro.

Lo ha escrito María Pilar Ferrer Rodríguez, profesora de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia y autora de «Intuición y asombro en la obra literaria de Karol Wojtyla», un libro publicado en la colección Astrolabio de la editorial española EUNSA.

Ferrer, que es profesora de Antropología, ha analizado la obra literaria del papa polaco al que define como “promotor del nuevo humanismo” y como “poeta filósofo”.

Zenit la ha entrevistado a propósito de esta novedad editorial.

–Karol Wojtyla siempre unía el arte y el pensamiento. ¿Era un Papa «artístico», si es que se puede definir así?

–Ferrer: Se puede decir que para él el arte es algo esencial como se ve en la «Carta a los Artistas».

La obra de Wojtyla, sobre todo los dramas y poemas, eran la expresión de una convicción forjada tiempo atrás: la realidad no podía captarse mediante un único instrumento.

Estaba convencido de que una de las debilidades de la vida intelectual moderna es pensar que sólo existe un modo de captar la realidad de la condición humana.

Para Wojtyla, las profundidades de la experiencia humana sólo podían sondearse mediante métodos variados.

En su caso, mediante las obras dramáticas y la poesía podía alcanzar ciertas verdades que no se captaban adecuadamente mediante la filosofía o la teología.

–La categoría del «asombro» recorre la vida y la obra del pontífice polaco. ¿En qué momentos se advierte más?

–Ferrer: El asombro es la profunda actitud que constituye su modo de mirar y comprender al hombre, al mundo y al mismo Dios.

La disposición del asombro es la puerta que abre el acceso del hombre tanto a la filosofía -«Verum»- como al arte –«Pulchrum»- y a la ética –«Bonum»- e, incluso, a la teología, fundamento de todo el ser -«Esse»- y de toda la perfección.

La intuición es la chispa que espera y anhela la revelación del asombro en todas sus manifestaciones.

En primer lugar, la experiencia del encuentro con la persona que se hace presente, del «tú» que está ante «mí». Después, será necesario desarrollar con la reflexión esa primera centella. Y habrá que responder a la llamada del «asombro originario» con el cultivo del amor como don de sí en orden a la comunión interpersonal.

Esta disposición se manifiesta en las diversas facetas de los escritos y de la misma vida de Wojtyla. Por eso, estudia no sólo la obra poética y dramática, incluyendo su actividad como joven actor en el teatro Rapsódico, sino también su doctrina filosófica y teológica.

Estudiando detalladamente la obra de Wojtyla me di cuenta de cómo la obra poética, dramática, filosófica y teológica del autor polaco gira de algún modo en torno a su asombro radical y comprometido ante una «intuición» básica e inconmovible de Wojtyla: la grandeza de la dignidad de la persona humana.

–¿Por qué habla de «intuición» en la obra literaria de Karol Wojtyla?

–Ferrer: Por una parte, Karol Wojtyla, luego Juan Pablo II, «intuyó» desde muy joven esa inalienable grandeza radicada en el ser personal del hombre, que es un chispazo de la divinidad.

Al contemplar la persona humana y su dignidad, en un alma sensible brota espontáneo el «asombro». Pero no se trata de un asombro paralizante; se trata de un asombro que mueve a poner en acción todos los resortes del hombre para que la dignidad humana sea reconocida y respetada en la sociedad.

Y podemos hablar de una segunda intuición: captar que toda esa riqueza de la persona es posible, y aún más eficaz comunicarla mediante la literatura: poesía y drama.

–¿Qué mensaje dejó el Papa con su obra poética «Tríptico Romano»?

–Ferrer: «Tríptico Romano» nos obliga a reflexionar. Una de las dificultades que tiene el hombre actual es la disminución de la capacidad de percibir la belleza que hay en la personas y en las cosas.

El lenguaje hablado resulta como empobrecido ante el lenguaje artístico. En nuestro mundo muchas veces los argumentos caen en el vacío, porque en ocasiones son contradictorios.

Sin embargo, el encuentro con la belleza puede convertirse en un impacto, como una flecha que hiere el alma y quizás la única manera de llegar a los otros. La belleza puede ser incluso «camino de evangelización y diálogo».

La literatura no es una actividad para hombres ajenos al mundo y a sus conflictos; seríamos extraños para nosotros mismos si no se escribiese poesía, porque dejaríamos de «ver» el mundo renovado por la palabra.

Además, los versos del Papa muestran una visión cuyo horizonte es el mundo entero y son testimonio de un deseo ardiente por conocer y llegar al corazón de la realidad, incluso la más dolorosa.

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ZENIT Staff

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