Jacques Berthieu, apóstol de Madagascar será proclamado santo

Antes la muerte que la apostasía

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ROMA, viernes 17 febrero 2012 (ZENIT.org).- Jacques Berthieu, sacerdote francés, jesuita, muerto en Madagascar (1838-1896), será proclamado santo por Benedicto XVI que anunciará la fecha este sábado 18 de febrero. Es considerado mártir de la fe. Fue beatificado por Pablo VI el 17 de octubre de 1965, durante el concilio Vaticano II.

Nacido en Francia, en Ponminhac, en los alrededores de Aurillac, en una familia de propietarios agrícolas, fue ordenado sacerdote de la diócesis de Sant-Flour, el 21 de mayo de 1864, y nombrado vicario en Roanne-Saint-Mary donde pasó nueve años.

A los 35 años, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Pau. En 1875, partió para Madagascar donde ejerció su ministerio evangelizador.

Pero la población se sacude el yugo del protectorado francés y estallan las rebeliones, duramente reprimidas. En 1896, tuvo lugar la insurrección de Menalambas, que buscaba no sólo expulsar a los europeos sino destruir la religión cristiana.

Los militares obligaron a los religiosos a replegarse con ellos, pero les abandonaron durante un ataque de los insurgentes. Los fugitivos se refugiaron en la aldea de Ambonhibesoandro donde el padre Berthieu fue hecho prisionero, golpeado hasta la sangre y conducido a Ambiatibé.

Respondía a quienes le inducían a la apostasía: “Prefiero morir”. Al anochecer, mientras oraba por sus perseguidores, fue fusilado y su cuerpo arrojado al río Mananara. Era el 8 de junio de 1896.

A un amigo sacerdote, describía así su misión, consciente del peligro: “Estoy ahora desde hace dieciocho meses a una larga jornada de Tananarive, sin compañero por primera vez en mi vida, teniendo dieciocho lugares que atender en una vasta extensión. Heme aquí pues misionero para todo lo bueno y me he hecho a ello. Mis fuerzas bajan pero todavía puedo montar bien un caballo. Una vez al mes, en la reunión de los padres, voy a la capital para todos los asuntos. Me falta poco. He aquí mi vida en juego. Para resumir, aquí es donde el Reino de Dios sufre violencia por parte de numerosos, malvados y potentes enemigos”.

Por Anita Bourdin

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ZENIT Staff

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