Jesús en el centro de la vida, «secreto» de la nueva beata Maria Maddalena Starace

Fundadora de las Religiosas Compasionistas Siervas de María

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CASTELLAMMARE DI STABIA, martes, 17 abril 2007 (ZENIT.org).- «Para la Madre Maria Maddalena Starace, Jesús era verdaderamente «el Primero y el Último, el Viviente»»: así sintetizó el prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos el perfil de la religiosa italiana al proclamarla beata el domingo.

La Concatedral de Castellammare di Stabia (provincia de Nápoles), localidad natal de la nueva beata, acogió la solemne celebración en la que el purpurado portugués, como enviado del Papa, inscribió en el catálogo de beatos a la fundadora de las Religiosas Compasionistas Siervas de María (http://www.compassioniste.org/).

Nació el 5 de septiembre de 1845; fue bautizada con el nombre de Costanza Anna Maria. En 1850 las Hijas de la Caridad se establecieron en Castellammare para atender a los enfermos y posteriormente abrieron un orfanato y un internado para niñas, donde fue admitida Costanza. En ese clima de oración y entrega ya deseó consagrarse al Señor.

Tuvo que regresar con su acomodada familia por problemas propios de salud, situación que se repitió más veces. Deseaba entrar en un convento de clausura, pero sus padres se opusieron.

Su confesor le permitió primero la comunión diaria (en aquella época se necesitaba este permiso), y a los quince años de edad consagrarse al Señor con los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. El 8 de junio de 1867 profesó entre las Terciarias de los Siervos de María, tomando el nombre de Sor Maria Maddalena della Passione.

Dirigió la Pía Unión de las Hijas de María e impartía catequesis a las niñas del lugar. Cuando varias epidemias de cólera azotaron Castellammare, fundó –en 1869- el Instituto de las Religiosas Compasionistas, aprobado a los dos años.

Su carisma se resume en cuatro puntos –explica la congregación-: «amar a Dios en todo hermano y hermana; compartir los ideales y las aspiraciones de cada hombre; participar, como María, en la obra redentora de Cristo, en el mundo, con amor, oración y sacrificio; estar con María a los pies de las infinitas cruces del hombre, en las que Cristo sigue siendo crucificado».

En 1893 la congregación de las Compasionistas fue oficialmente agregada a la orden de los Siervos de María.

Sor Maria Maddalena della Passione murió de pulmonía el 13 de diciembre de 1921.

En su homilía durante la ceremonia de la beatificación –el pasado domingo, de la Divina Misericordia-, el cardenal Saraiva recalcó cómo Dios era el centro de la vida de la religiosa, quien «dirigía su Instituto arrodillada ante el altar, hablando antes al Señor de la vida de cada fundación y de los problemas individuales de sus hijas».

El «criterio fundamental» de la nueva beata –recordó el purpurado portugués- «estaba en la convicción» de que «la asistencia a los ancianos, la educación de los jóvenes, la donación propia a cuantos necesitaban ayuda y consuelo» tienen relación directa con la santificación personal, con la unión profunda con Dios.

Ya lo dice Benedicto XVI en su encíclica «Deus caritas est», pues –recordó el cardenal prefecto- «llama al primado de la caridad en la vida del cristiano y de la Iglesia, subrayando que los testigos privilegiados de tal primado son los santos, quienes han hecho de su existencia, aún con mil matices, un himno a Dios Amor».

Clave en la vida de la nueva beata fueron «el arma de la oración, la aceptación de la cruz y el abandono en la voluntad de Dios»; es todo lo que ella oponía a las pruebas, recalcó el cardenal Saraiva, invitando, a ejemplo de la Madre Maddalena della Passione, a convertirnos en «anunciadores del Evangelio de la Misericordia».

«Aprendamos de ella a elevar la mirada a lo alto, hacia Aquél que es el Primero y el Último, el Viviente, en cuyo nombre sacrificó su vida por los pobres, los niños, los ancianos, y en cuyo espíritu educó a sus hijas, convencida de que sólo viviendo así se logra ser felices también en la tierra», concluyó.

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ZENIT Staff

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