Jesús en el centro: la misión de los jóvenes en Roma

Con el mismo tema del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra

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ROMA, viernes 3 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Una misión de jóvenes para los jóvenes en el corazón de Roma: esta es la síntesis de «Jesús en el centro», la iniciativa de que se está desarrollando en la capital italiana en estos días (hasta el 5 de octubre), a cargo del Servicio de pastoral juvenil de la diócesis de Roma.

«El proyecto nace hace cinco años –cuenta a Zenit el sacerdote Mauricio Mirilli, responsable del Servicio de pastoral juvenil diocesano– con la idea de llevar al centro de la ciudad el testimonio de los jóvenes que han puesto en el primer lugar de sus vidas el encuentro con Jesús».

Una idea que se ha hecho verdaderamente «centro», pues hoy cuenta con cerca de cuatrocientos jóvenes provenientes de las parroquias de la ciudad, de las asociaciones y movimientos eclesiales, del seminario y de las congregaciones religiosas que animan la misión.

En la mañana, los «misioneros» visitan los chicos de las escuelas y aquéllos que se encuentran en los hospitales. En la tarde se confrontan con los coetáneos en un pub en la vía del Corso y en la noche se dividen entre la adoración eucarística, los espectáculos en las plazas de Roma y las conferencias en el «Lugar del encuentro», preparado en la famosa plaza Navona.

Romanos y turistas detienen el paso para escuchar por algunos minutos, a veces deciden sentarse y tratar de entender de qué cosa se trata.

«Alguno a veces tiene una reacción molesta –afirma el padre Mirilli–, pero la mayor parte es curiosidad y después atracción. De un sacerdote tú esperas que hable de Jesucristo, pero un joven que lo hace y que además toca la guitarra, baila o se mueve como un mimo, es algo insólito: o está loco o tiene algo grande en el corazón»

Primero inicia el dialogo. Después, el espectáculo. Algunas personas siguen a los jóvenes evangelizadores a la Iglesia.

«La experiencia más fuerte para un sacerdote –cuenta Mirilli– es siempre la de administrar el sacramento de la reconciliación a quienes por muchos años no sentían la exigencia de acercarse a Dios y de escuchar su palabra.

En la vigilia del Sínodo sobre «La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia» la misión presenta este argumento a los jóvenes.

«Se trata de un tema que es de importancia vital para toda la Iglesia –afirma el obispo Rino Fisichella, rector de la Pontificia Universidad Lateranense, quien ha acogido la invitación a hablar en el palco de la plaza Navona– y es útil que los jóvenes se habitúen a tener un contacto directo con la Biblia, como recomendaba san Jerónimo, es necesario tener siempre entre las manos y no dejarla caer nunca»

Teniendo bien presente que «la nuestra no es la religión del libro; la Palabra no esta cerrada en un escrito, sino que sigue hablando a cada uno de nosotros, sigue siendo transmitida a un pueblo que la hace vida. Si Dios habla, esta Palabra debe ser acogida. Acogida y anunciada, es éste el sentido de la misión. De cualquier parte se encuentran, los cristianos no conocen confines, no conocen límites de espacio y tiempo»

«Si retomamos los primeros años de la historia de los cristianos, encontramos a Pablo que en la grande ciudad de Atenas, no ha tenido ningún temor de hablar con los filósofos de su tiempo en el areópago -prosigue el prelado-. Nosotros vamos a llevar a Cristo donde vivimos, estamos llamados a vivirlo con un estilo de vida, lo mas coherente posible, a pesar de nuestras contradicciones, y lo queremos hacer en una manera creíble».

Cuando se pone a Cristo en el centro, prosiguió el rector de la Lateranense, se pone también en el centro el respeto de la dignidad de cada persona, se busca entender que hay un bien que nos une y que todos deben seguirlo.

«Roma fue testigo de la presencia de Pedro y Pablo –agregó– y esto hasta hoy es probablemente el sentido de la presencia del cristianismo en Roma».

«Donde han estado Pedro y Pablo, allí esta el sucesor de Pedro, y allí hay una misión que continúa. Creo que esta ciudad anhela, también hoy como hace dos mil años, acoger el anuncio del Evangelio» concluyó.

Por Chiara Santomiero, traducción de Carmen Elena Villa Betancourt

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ZENIT Staff

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