Jordania, laboratorio de convivencia religiosa

Monseñor Twal: «No hay que minusvalorarla, el 80% de nuestros seminaristas viene de allí»

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ROMA, martes 26 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ignorada por muchas agencias de viaje, que erroneamente no la consideran parte de Tierra Santa y la excluyen de las peregrinaciones organizadas, Jordania es junto a Israel, Palestina y Chipre uno de los países sobre los que tiene jurisdicción el Patriarcado latino de Jerusalén.

Así lo recordó su Patriarca, monseñor Fouad Twal, que es precisamente de nacionalidad jordana, en una de las citas de “Miradas a los cristianos de Oriente Medio”, el espacio cultural abierto en Roma con ocasión del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio.

Este espacio estuvo promovido por la Custodia de Tierra Santa, por la Acción Católica Italiana, por Edizioni Terra Santa y por el Foro internacional de Acción Católica.

“En el reino jordano se encuentra la porción más consistente de nuestra comunidad cristiana local, que ha crecido numéricamente al añadirse, en 1948 y en 1967, muchos prófugos palestinos”, explicó monseñor Twal, que acudió acompañado por su vicario episcopal para Jordania, monseñor Selim Sayegh, y por Huda Muhasher, presidente de la Caritas jordana.

El resultado es que hoy el país cuenta con 65 parroquias y 77.000 fieles y, un dato no marginal, “el 80% de nuestros seminaristas es de origen jordano”.

Por ello, para el Patriarca el tema de los cristianos en Tierra Santa debe ser un centro de atención para la Iglesia universal: se trata “de los descendientes de la primera comunidad formada por el mismo Jesucristo”, y que nunca como ahora es “Iglesia del Calvario” hasta el punto de que la presencia de los cristianos debe verse “como una misión”, la de “llevar esta cruz”.

Ejemplo de diálogo y de convivencia religiosa, la “estabilidad de que goza Jordania” puede verse en términos políticos, como también en las muchas obras sociales puestas en pie por la minoría cristiana (3-4%) en esta zona del mundo. Un país que acoge y asiste en estos momentos a casi medio millón de refugiados, sobre todo iraquíes.

Jordania aspira a ser un modelo para toda el área mediooriental. De aquí, por ejemplo, partió la reacción de mayor apertura hacia el Papa tras las polémicas surgidas del discurso de Ratisbona, apertura que culminó con la visita de Benedicto XVI a la mezquita de Amman, en la cual fue acogido explicitamente como sucesor de Pedro.

El papel decisivo de los cristianos en la sociedad civil de Jordania se encuentra en lo que Benedicto XVI definió como “el diálogo de los hechos»: “Son muchos – afirmó Muhasher – y como laicos, tenemos en ellos un gran papel en ellos”.

Respecto a Caritas, aunque esta nació para responder a los graves problemas causados por la Guerra de los Seis Días, desde entonces en adelante ha hecho frente a todas las más graves emergencias nacionales, incluyendo la de los inmigrantes.

“Tenemos dos frentes caritativos – aclaró Muhasher –, uno hacia los jordanos, para quienes Caritas ha sido fundada, y otro hacia todos los extranjeros que llegan al país y que necesitan ayuda”.

Y siendo un laboratorio de convivencia entre cristianos y musulmanes, entre ciudadanos y extranjeros, “la mayor parte de los fondos recibidos en los últimos años se ha destinado a los prófigos iraquíes y no a los jordanos”, hecho que no ha molestado a la población local.

Caritas de Jordania – única organización que puede entrar en las cárceles –, entre los muchos proyectos que lleva adelante con el beneplácito de los políticos, tiene uno especial, el de los centros de atención para los niños discapacitados o, mejor, “para sus familias”, explicó monseñor Sayegh, ya que se enseña “a los padres cómo afrontar y vivir con la discapacidad”.

En el Instituto Regina Pacis de Amman, por ejemplo, los servicios de fisioterapia y de aprendizaje son gratuitos. A ellos recurren solo 4.000 personas a pesar de que el porcentaje de discapacidad entre los jóvenes (en el 97% de los casos, musulmanes) está en el 11%. “Superando las desconfianzas, vamos nosotros donde ellos, y comenzamos toda actividad rezando juntos, sin gestos exteriores, sino cada uno en el silencio de su propio corazón”.

Por Mariaelena Finessi, traducción del italiano por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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