Josefa Segovia: «Un nuevo modo de ser mujer que es camino de santidad»

Entrevista a Loreto Ballester, directora de la Institución Teresiana

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ROMA, domingo, 25 diciembre 2005 (ZENIT.org).- El pasado 19 de diciembre, Benedicto XVI autorizó al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, a publicar el decreto de virtudes heroicas de María Josefa Segovia Morón, primera directora de la Institución Teresiana. Su actual sucesora, Loreto Ballester, hace para Zenit una lectura del personaje, y comunica lo que supone este nuevo paso hacia el reconocimiento que hace la Iglesia de la santidad de esta mujer singular.

Loreto Ballester Raventós, de 61 años, es catedrática de Química Inorgánica en la Universidad Complutense de Madrid, realiza programas de investigación de alcance nacional e internacional y es autora de numerosas publicaciones científicas en las áreas de investigación y renovación didáctica. Ha sido profesora invitada o ha realizado estancias de investigación, en Inglaterra, Italia, República Checa y Bulgaria. Desde 2000, es directora de la Institución Teresiana.

–¿Qué significado tiene para la Institución Teresiana este nuevo paso en el proceso de Josefa Segovia?

–Loreto Ballester: Un fuerte sentimiento de alegría compartido por las personas formadas en la Institución Teresiana, muchas de ellas comprometidas actualmente en su misión, que agradecen a la Iglesia este nuevo paso hacia el reconocimiento de esta mujer como modelo de referencia creyente y laical. «Hemos abierto un camino nuevo en la Iglesia», decía san Pedro Poveda, sacerdote impulsor del laicado, que en 1911 en Oviedo iniciaba las Academias Teresianas para la formación de mujeres que desarrollarían su profesión en la enseñanza del Estado, y en otras instancias de la sociedad.

A Josefa Segovia, directora de la Institución Teresiana desde 1919, que en 1923 presentó la Obra a SS Pio XI para la aprobación pontificia, correspondió hacer realidad este camino nuevo, tal como lo afirmó el fundador: «En ti está encarnado el espíritu de la Institución Teresiana». Su figura de mujer, en un tiempo de silencio, como es el primer tercio del siglo XX, es pionera de aquellas que salen del ámbito familiar al público y muestra que la mujer puede aportar una nueva manera de estar en el mundo y en la Iglesia. Y este nuevo modo de vivir un seguimiento apasionado de Cristo, a lo Teresa de Jesús, siglos más tarde, es camino de santidad.

–Usted es educadora y también lo fue Josefa Segovia. ¿Qué rasgos destacaría de las dotes de educadora de Josefa Segovia?

–Loreto Ballester: La dimensión educadora, es algo connatural a ella, forma parte de su ser. Con una extraordinaria capacidad de comunicación, todo en ella, su mirada, sus gestos, sus palabras vivas, transmitían sentido, despertaban nuevas energías, formaban.

Era mujer de lo concreto, de lo cercano y, al mismo tiempo, su hacer y proyectar aportaba direccionalidad. Acogía en su corazón entrañable, al tiempo que lanzaba, proyectaba, dirigía. Sobresalía en la calidad de sus relaciones, con la capacidad singular de hacer sentir a cada persona, y a cada pueblo y cultura, la dignidad más profunda otorgada por el Dios y Padre de misericordia. Con esta fuerza, pedía también la coherencia de vida, la formación sólida, la responsabilidad social, la fe formada y vivida. Siempre «levantaba» e invitaba a «levantar», partiendo de una mirada profunda y positiva las personas y las situaciones, y acompañaba en el camino.

Así actuaba con su familia, con las estudiantes universitarias de Madrid , con las maestras de las Escuelas rurales de las que era inspectora. También con muchos sacerdotes con los que tuvo profunda comunicación. Por ello su personalidad atraía, fascinaba, dejaba huella profunda. Una huella que siempre orientaba, favorecía el encuentro con Dios.

–Josefa Segovia fue pionera, con un feminismo ‘sui generis’, que no la llevó a competir, sino a demostrar sus cualidades como intelectual, dirigente sin tutelas, tras la muerte del fundador, de una asociación laical internacional. Esto ha hecho que las mujeres de la Institución Teresiana sean hoy, según afirman muchos, una fuerza transformadora allí donde realizan su misión. La promoción de las mujeres ¿es un rasgo fundamental de su carisma personal?

–Loreto Ballester: Sí. Podemos decir que es este un rasgo fundamental del carisma teresiano. Poveda elige como referente para su Institución a una mujer, arraigada profundamente en Dios que busca la renovación y la revitalización de las estructuras en las que vive, Teresa de Jesús. La propone como modelo a las jóvenes profesoras que, con él, comienzan la aventura educativa de las Academias, ámbitos de vida y formación de las jóvenes que accedían a sus estudios de Magisterio y a la Universidad. Josefa Segovia a quien P. Poveda encomienda la dirección de la Academia de Jaén, recién terminados sus estudios en la Escuela Superior del Magisterio de Madrid, posee ese «quid», tan singular.

Su experiencia personal y la que le proporcionó el contacto con alumnas y con maestras siendo inspectora de enseñanza primaria, los debates ideológicos de su tiempo, fueron afianzando en ella la urgencia de contribuir más y con mejores medios al despertar cultural y social de las mujeres. Pensaba que para lograrlo había que atreverse a romper con un modo reductivo de entender el destino de las mujeres, y apostar por una preparación que permitiera modificar este destino. Ella misma realizó estudios de nivel superior, para los que apenas se contaba entonces con precedentes y con modelos femeninos. Fue esa inquietud personal, compartida con otras profesionales de la educación, la que la llevó a implicarse en los proyectos educativos iniciados por Pedro Poveda en 1911, incorporándose a la Institución Teresiana.

Como Directora de la misma, desde 1919 y hasta su muerte, alentó un asociacionismo femenino que favoreciera la implicación y el protagonismo de las mujeres en diferentes ámbitos de la sociedad, a través del ejercicio profesional y de la participación en la vida pública. Contribuyó igualmente a la creación de centros que apoyaran el acceso y la presencia de un número creciente de mujeres jóvenes a la educación superior, lo que hizo posible a lo largo de su vida en numerosas provincias españolas y en otros veinte países de cuatro continentes. Mujeres con cuidada preparación, capaces de dialogar y de proponer, para las que la experiencia de la fe se compagina con una profunda preparación cultural y científica, era el programa que presentaba como bagaje para el protagonismo al que debían sentirse llamadas en la vida social, en el trabajo, en la familia, en los propios itinerarios biográficos.

Desde el principio, las iniciativas de la Institución Teresiana fueron dirigidas a muchas mujeres decididas a orientar sus vidas desde perspectivas más amplias que las ofrecidas por el entorno social de su época.

Hoy las circunstancias han cambiado en numerosos países respecto a la situación de las mujeres, y donde aún no se ha producido, ese mismo objetivo sigue acompañando los proyectos que desarrolla. Y no deja de participar –en los foros académicos, en los debates sociales, y con intervenciones en realidades concretas- en los nuevos caminos que hay que recorrer para que las mujeres puedan, siendo ellas mismas, ser consideradas y reconocidas en sus aportaciones y dinámicas especificas.

La visión y misión de la Institución, para mujeres y varones, sigue teniendo, respecto a la mujer, el horizonte expresado por una anterior directora de la Institución, Angeles Galino: «Poveda –escribe en 2002- aborda el problema femenino desde dos puntos principales: la educación y el trabajo (…) pero ha hecho algo mejor, ha interpelado a la mujer, ha puesto en manos de mujeres la dirección de la búsqueda y el descubrimiento de su propia identidad»

–A Josefa Segovia tocó tras la muerte de san Pedro Poveda, recoger una asociación golpe
ada por la guerra y llevarla a muchos países. ¿Cree que Josefa Segovia previó un mundo futuro más globalizado, en el que se necesitaba el diálogo entre razas, pueblos, culturas, generaciones?

–Loreto Ballester: «Globalizado» es un término muy reciente que corresponde a parámetros de nuestro momento histórico, sin embargo el horizonte al que remite en cuanto a diversidad, y a las posibles maneras de vivirla, sí podemos decir que J. Segovia lo intuyó.

Los estudios realizados en su tiempo, su mente abierta, el contacto con personas de diferentes contextos, los viajes que realizó a varios países de Europa, América, Medio Oriente (Tierra Santa), su participación en encuentros y congresos de cultura y espiritualidad y, en otro sentido, me atrevería a decir que también su propia experiencia de Dios y su vivencia eclesial, nos hablan de ello.

Su compromiso personal y el impulso dado a la Institución Teresiana muestra su visión de un mundo más interdependiente, abierto a otras culturas, a otras razas y pueblos, necesitado de diálogo, de colaboración, y de la riqueza que genera un hacer en el que intervienen personas adultas y jóvenes, en el que se entrelaza experiencia y entusiasmo, reflexión y creatividad, sentido de la realidad y actitud de riesgo.

Resulta muy elocuente que, en una de las últimas grabaciones que se conservan de ella, reflexiona precisamente sobre este tema. Pone de relieve la necesidad del diálogo de la diversidad, de la comunicación intergeneracional y, con una apertura y una visión casi profética, entra muy a fondo en lo que hoy denominamos pluralismo multicultural y multiétnico. Sin duda ninguna, el tipo de preparación humana, cultural y espiritual que ella propició, las experiencias de vida que ella desarrolló, como clave de una vida «plenamente humana y toda de Dios», llamada a vivir como los primeros cristianos, paradigma claro del Fundador, hablan claramente de personas con visión y con entrenamiento para construir, integrando críticamente la multiculturalidad.

–Se dice que los ámbitos en los que vivió Josefa Segovia se caracterizaron por un cálido ambiente familiar, como el mejor caldo de cultivo educador. ¿Cuáles serían los rasgos teresianos, o si se quiere povedanos, de este ambiente de familia?

–Loreto Ballester: Desde el comienzo de su actividad educativa, Pedro Poveda se pregunta por ‘la fisonomía de las Academias’. Fisonomía que es el ‘espíritu exteriorizado’, añade él, y para describirlo une dos palabras cargadas de significado: fortaleza y amor.

Firmes, con fortaleza que hace posible el sacrificio, la paz y al mismo tiempo, suaves, amables, como la sal que al tiempo que preserva y cura, da sabor. Estas son las personas por cuya formación apuesta y estos son los ambientes capaces de configurar personas a las que él mira en el horizonte de plenitud que Dios ofrece a la existencia humana.

Ambientes humanos en los que cada uno está llamado a dar cuanto puede y a recibir cuanto necesita. Donde cada uno tiene su lugar, como en el desarrollo de una familia natural. Son ambientes en los que todo lo que constituye la persona entra en juego y en los que se desarrolla lo mejor de cada uno, en los que se genera confianza, alegría, visión positiva de la vida. Ambientes de naturalidad y autenticidad, de acogida incondicional y de memoria permanente de las metas y valores que unen. Por ello son ambientes de comprensión y de exigencia, de fiesta y de compromiso.

Seguramente también hoy, como le sucedió a Josefa Segovia y las primeras colaboradoras, nos surge la pregunta a Pedro Poveda de cómo adquirir ese espíritu y fisonomía. Su respuesta fue: el secreto está en poner a Dios en el corazón. Y nuestros esfuerzos y búsquedas siguen siendo también hoy los caminos que abren a la comunicación, al encuentro de cada ser humano, de cada grupo humano, con el Dios que a través de nosotros, como en Jesús, quiere seguir encontrándose con la humanidad de este siglo.

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ZENIT Staff

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