Josep Samsó, un nuevo sacerdote beato martirizado en 1936

Mataró acogerá la ceremonia en enero de 2010

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

BARCELONA, miércoles 25 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- El sacerdote Josep Samsó i Elias, martirizado en 1936, será beatificado el próximo 23 de enero de 2010 en la basílica de Santa María de la ciudad barcelonesa de Mataró, de la que fue párroco.

El prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, asistirá a la ceremonia, junto a numerosos eclesiásticos y fieles

Será la primera celebración de beatificación que se celebrará en la arquidiócesis de Barcelona siguiendo las disposiciones de Benedicto XVI según las cuales las beatificaciones se celebran en las iglesias locales en las que vivieron las personas beatificadas., informó a ZENIT el arzobispado de Barcelona.

Su beatificación “es un acontecimiento sobre todo espiritual y todos estamos llamados a vivirlo como accíon de gracias a Dios y como una invitación a imitar hoy sus virtudes, el apostolado y el testimonio de fe -llevado hasta la cumbre del martirio- que nos ha dejado este santo sacerdote”.

Así lo señalaron los obispos de la provincia eclesiástica de Barcelona en una carta publicada con motivo de su beatificación, en la que destacan su dedicación a la catequesis y a la confesión, a la dirección espiritual y al fomento de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

También indicaron el “recuerdo inolvidable entre sus compañeros de cárcel” que dejó durante el mes que estuvo detenido, al estallar la guerra civil española y la persecución contra la Iglesia, por su condición de sacerdote.

Mataró y Ars

Los prelados compararon al doctor Samsó con san Juan María Vianney, el cura de Ars, cuyo aniversario ha propiciado la celebración del Año Sacerdotal en toda la Iglesia.

Ambos “fueron párrocos de comunidades cristianas, párrocos llenos de celo para llevar el amor de Dios a los hombres y a los hombres a la aceptación de la misericordia de Dios”, indica la carta de los obispos, con feha del 22 de noviembre.

“Ambos fueron unos evangelizadores fieles, en obras y en palabras, llenos de celo y caridad y ambos nos invitan a entregarnos a la obra de la evangelización”, añade.

Josep Samsó i Elias nació en la localidad barcelonesa de Castellbisbal el 17 de enero de 1887.

Como fruto de la buena educación cristiana que recibió en la familia, estudió en el Seminario de Barcelona, “con una conducta ejemplar y gran dedicación a los estudios”.

Por esta razón, sus superiores le pidieron que se graduara en teología en la Universidad Pontificia de Tarragona, y, siendo seminarista, en 1909, el obispo de Barcelona Josep Laguarda lo tomó como secretario particular.

Fue ordenado sacerdote el 12 de marzo de 1910, y ejerció su ministerio en varias parroquias, la última de ellas la de Santa María de Mataró, donde será beatificado.

Fue un modelo de sacerdote entregado totalmente al ministerio de párroco. Los obispos indicaron que era afable y bondadoso.

También “severo consigo mismo, por temperamento y por virtud, pero comprensivo con los demás y dotado de las cualidades de gobierno para regir las comunidades que le fueron encomendadas”.

El primer catequista de la diócesis

Destacó en el ministerio de la caridad y de la catequesis. Su obra más conocida en este sentido es la Guía para catequistas, preparada ya en marzo de 1936, pero que no fue publicada hasta 1940.

El obispo de Barcelona Manuel Irurita manifestó en varias ocasiones que el doctor Samsó era “el primer catequista de la diócesis».

Y el que fue obispo de Segovia y experto en catequesis monseñor Daniel Llorente declaró que «el doctor Samsó tenía en su parroquia de Santa María de Mataró el catecismo mejor organizado de toda España».

A la vez, su dirección espiritual animó a muchas personas a seguir su vocación sacerdotal o religiosa, implantó la puntualidad en el horario de las misas, buscaba la perfección en los actos litúrgicos para alcanzar su máximo esplendor del culto, y trabajó intensamente en la decoración interior de la iglesia de Santa María, que en 1928 fue distinguida con el título de Basílica Menor.

En octubre de 1934, un grupo de hombres armados entró en la rectoría de Santa María, amenazando al rector y a la gente que estaba con él, les obligaron a ir a la nave central y apilar sillas, y le ordenaron al rector que las prendiera. Samsó se negó, a pesar de las amenazas.

Aquellos hombres incendiaron un altar y algunos utensilios. Cuando pudieron llegar algunos feligreses el fuego se pudo apagar. El párroco perdonó a aquellos hombres y no quiso revelar su identidad cuando fue invitado a hacerlo por la autoridad judicial.

Desde ese día y hasta su detención en 1936, el sacerdote manifestó varias veces que se acercaba una persecución de sangre. El peligro para él y su condición de sacerdote y rector le llevó a aceptar generosamente la posibilidad del martirio, con una actitud de esperanza.

Perdón para sus ejecutores

En 1936 fue encarcelado por su condición de sacerdote. En la cárcel, siguió un horario estricto que le permitía leer el breviario, hacer meditación y organizar turnos para rezar el rosario de manera que los guardias no se dieran cuenta.

También confesó a algunos de los detenidos, convirtiéndose en catequista y apóstol para todos, mostrándose siempre amable y con ánimos y repartiendo entre los presos las cosas que le llevaban los que lo visitaban.

Su cautiverio terminó con su asesinato en el cementerio de Mataró el día 1 de septiembre de 1936.

Samsó ofreció su vida a Cristo con serenidad y murió con palabras de perdón para sus ejecutores.

Los guardias le llamaron por la mañana porque la columna de milicianos había pedido que, antes de salir hacia el frente, muriera el rector de Santa María.

Se despidió de los compañeros de prisión con su habitual «Dios sobre todo» y, con las manos atadas, fue trasladado al cementerio de Mataró.

Después de subir las escaleras, pidió que le desataran y quiso abrazar a los que lo iban a matarlo.

Les dijo que los perdonaba como Jesús lo había hecho a los que lo clavaron en la cruz.

Cuando intentaron taparle los ojos pidió que no lo hicieran, ya que quería morir mirando a la ciudad donde tenía a los feligreses que tanto amaba.

El deseo de promover su beatificación estaba muy presente desde los tiempos de su misma inmolación, especialmente en la ciudad de Mataró.

Los obispos señalaron en la carta: “De manera especial, nos parece que el perdón con el que murió nos pide ser siempre, y especialmente en las actuales circunstancias de nuestro país, promotores de ese espíritu de perdón y de reconciliación que siempre ha caracterizado a los mejores seguidores de Jesucristo».

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación