Juan Pablo II: 22 años de pontificado

Balance del cardenal Paul Poupard

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 oct (ZENIT.org).- El Vaticano estaba hoy de fiesta con motivo del vigesimosegundo aniversario del pontificado de Juan Pablo II. La tarde del 16 de octubre de 1978 la gente reunida en la plaza de San Pedro escuchó un nombre en latín poco conocido después del famoso «Habemus Papam», Carolum Wojtyla. Algunos pensaron que era un cardenal africano.

Aquel día, día comenzaba el pontificado de Karol Wojtyla, el más largo del siglo XX. Detenta una cantidad impresionante de records: ha realizado 92 viajes internacionales visitando 123 países; además, ha emprendido 138 visitas pastorales a Italia; ha visitado 291 parroquias de su diócesis, Roma; ha escrito 13 cartas encíclicas, 12 exhortaciones apostólicas, ha presidido 123 ceremonias de beatificación y 41 de canonización con 994 beatos y 447 santos; ha ofrecido 996 audiencias generales en las que han participado 15 millones de fieles de todos los países del mundo.

Y, sin embargo, el momento más importante de este pontificado es el Jubileo, preparado ya por el Papa Wojtyla en el inicio de su primera encíclica. El cardenal francés Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, ha hecho ante los micrófonos de «Radio Vaticano» un interesante balance de este año único.

–¿Cuáles son los eventos jubilares que usted considera más importantes?

–Cardenal Poupard: Citaré, entre otros muchos, tres acontecimientos particularmente significativos. El primero es, sin duda, la peregrinación apostólica a Tierra Santa. El segundo, la Jornada Mundial de la Juventud, no sólo por el número, sino también por la atmósfera y testimonio de los jóvenes, las confesiones en el Circo Máximo, fue un auténtico evento de gracia. Dos millones de rostros radiantes, que permiten entrever la realidad de la Buena Noticia del amor de Cristo. En tercer lugar, entre los muchos Jubileos por categoría, como el de los obispos o el de las familias, quisiera señalar uno que quizá fue modesto en números de participación, pero que es especialmente relevante por su importancia histórica: el Jubileo de los científicos. Me parece que constituye la conclusión de un proceso difícil de aclaración dentro de la Iglesia sobre la relación fecunda entre razón, ciencia y fe que comenzó con el concilio Vaticano I.

–Todos los pontificados hacen historia. ¿Por qué será recordado el pontificado de Juan Pablo II?

–Cardenal Poupard: Este pontificado tiene una fuerza realmente excepcional. Con palabras, gestos y viajes me parece que ha alterado literalmente la geografía de l mundo, la imagen de la Iglesia, las relaciones entre las naciones y las religiones, integrando a la Iglesia en el dinamismo de la modernidad y presentándose a veces como la única voz valiente en defensa de la humanidad y de sus valores más profundos. Al hacer suya la herencia del Concilio Vaticano II, este pontificado, el más largo del siglo, ha introducido a la Iglesia en el tercer milenio cristiano, inaugurado con el gran Jubileo del año 2000. Por último, diría que si Juan XXIII es el padre del Concilio, y Pablo VI su artífice, Juan Pablo II es su hijo primogénito. De este modo, ha inaugurado una nueva manera de ser Papa, un papado caracterizado por su sentido pastoral.

–Últimamente se ha criticado a Juan Pablo II por la beatificación de Pío IX o por la publicación de la declaración «Dominus Iesus» sobre el carácter único y universal de la salvación traída por Cristo. Usted, ¿qué opina?

–Cardenal Poupard: Así como Pablo VI fue alabado por la «Populorum Progressio» e injuriado por la «Humanae Vitae», así este pontífice es elogiado por las peticiones de perdón, por los viajes y por tantos otros gestos y criticado por la revelación del tercer secreto de Fátima, por esta beatificación, o por la «Dominus Iesus». Yo diría que el hecho de ser signo de contradicción caracteriza el servicio apasionado a la verdad.

Por lo que se refiere al caso de Pío IX hay que decir que una beatificación no canoniza actos de gobierno, sino más bien las virtudes cristianas vividas. Además, no cometamos errores históricos. En definitiva, algunos ambientes no aceptan esta beatificación por el rechazo de Pío IX del modernismo. Pero todos saben que el modernismo no es lo mismo que modernidad, como la pulmonitis no es lo mismo que el pulmón, sino más bien una inflamación del pulmón.

Por lo que se refiere a la declaración «Dominus Iesus», acabo de regresar de París donde he participado en un congreso sobre el teólogo Henri De Lubac y el diálogo con los budistas. He citado su pensamiento. Así decía el padre De Lubac: «Las religiones no son como otros muchos senderos que se alzan por las laderas de una montaña. Deberían ser comparadas más bien con cimas diferentes, separadas por abismos, y el peregrino que se ha alejado de la dirección justa corre el riesgo de quedarse en el punto más alejado de la meta. El método de la oposición –dice De Lubac–, al suscitar contrastes, procura al creyente una inteligencia más nítida de su fe, por encima de interpretaciones mediocres».

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ZENIT Staff

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