Juan Pablo II: Adviento, una promesa de paz para la humanidad

Palabras del pontífice en su encuentro dominical con los peregrinos

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CIUDAD DEL VATICANO, 2 diciembre 2001 (ZENIT.org).- El Adviento que este domingo comenzaron los cristianos prepara para la venida de Jesús, Señor de la Paz. Un mensaje de reconciliación, consideró este domingo Juan Pablo II, particularmente elocuente para Tierra Santa, que ha vivido un trágico fin de semana de sangre.

Estos trágicos acontecimientos hacen aún más necesarios la jornada de ayuno por la paz (14 de diciembre) y el encuentro de representantes de las religiones (Asís, 24 de enero), que el pontífice ha convocado y que volvió a recordar al dirigir la oración mariana del «Angelus» ante miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Con este primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico. La Iglesia retoma su camino y nos invita a reflexionar más intensamente en el misterio de Cristo, misterio siempre nuevo que el tiempo no puede agotar. Cristo es la alfa y la omega, el principio y el fin. Gracias a Él, la historia de la humanidad avanza como una peregrinación hacia el cumplimiento del Reino, que él mismo inauguró con su encarnación y su victoria sobre el pecado y la muerte.

Por eso, Adviento es sinónimo de esperanza: no es la espera vana de un dios sin rostro, sino la confianza concreta y cierta del regreso de Aquél que ya nos ha visitado, del «Esposo» que con su sangre ha sellado con la humanidad y pacto de eterna alianza. Es una esperanza que estimula la vigilancia, virtud característica de este singular tiempo litúrgico. Vigilancia en la oración, alentada por una expectativa amorosa; vigilancia en el dinamismo de la caridad concreta, consciente de que el Reino de Dios se acerca allí donde los hombres a prenden a vivir como hermanos.

2. Con estos sentimientos, la comunidad cristiana entra en Adviento, manteniendo vigilante el espíritu para recibir mejor el mensaje de la Palabra de Dios. Resuena hoy en la liturgia el famoso y estupendo oráculo del profeta Isaías, pronunciado en un momento de crisis en la historia de Israel: «Al final de los tiempos –dice el Señor– el monte de la Casa del Señor será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones… Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra» (Isaías 2, 1-5).

Estas palabras contienen una promesa de paz más actual que nunca para la humanidad y, en particular, para Tierra Santa, desde donde también hoy llegan noticias dolorosas y preocupantes. Que estas palabras del profeta Isaías inspiren la mente y el corazón de los creyentes y de todos los hombres de buena voluntad para que el día de ayuno –el 14 de diciembre de este mes– y el encuentro de los representantes de las religiones del mundo en Asís –el 24 de enero próximo– ayuden a crear en el mundo un clima más distendido y solidario.

3. Confío esta invocación de paz a María, Virgen vigilante y Madre de la esperanza. Dentro de unos días celebraremos con fe renovada la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Que ella nos guíe en este camino, ayudando a cada hombre y cada nación a dirigir la mirada hacia «el monte del Señor», imagen del triunfo definitivo de Cristo y de la venida de su Reino de paz.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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