Juan Pablo II agradece a Polonia su defensa de las raíces cristianas de Europa

Al encontrarse con el primer ministro, Marek Belka

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 octubre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II agradeció este sábado al gobierno de Polonia su empeño a favor de la mención de las raíces cristianas en la redacción de la Constitución de la Unión Europea, a pesar de que la propuesta no ha recibido consenso.

Al día siguiente de la firma del Tratado constitucional en el Ayuntamiento de Roma, con la participación de 25 representantes de países europeos, el pontífice recibió en el Vaticano al primer ministro de Polonia, Marek Belka, para comentar el histórico acontecimiento.

«Como Papa, estoy agradecido a los gobiernos y al Parlamento polacos por la comprensión de este desafío y por haberlo acogido», afirmó el Papa en el discurso que dirigió durante el encuentro en polaco.

En particular, agradeció a Belka las palabras que le ha dirigido en una carta en la que afirma: «el Gobierno polaco hará todo lo posible para que la nueva Constitución de la Unión europea sea entendida en el espíritu de los valores europeos, en cuyo fundamento se encuentra la visión cristiana del hombre y de la política como servicio al mismo hombre y a toda la comunidad».

Belka, nacido en 1952, economista y ex ministro de Economía antes de ser primer ministro, desde el 24 de junio de 2004, era el responsable de la política económica de la Autoridad Provisional instaurada por la coalición internacional en Irak.

En su discurso, el Papa reconoció que tanto él como la Santa Sede han apoyado «personalmente» el proceso de integración para que «Europa pueda respirar plenamente con dos pulmones: con el espíritu de Occidente y de Oriente».

«Confío en que, a pesar de que falta en la Constitución europea una referencia explícita a las raíces cristianas de la cultura de todas las naciones que componen hoy la Comunidad –confesó–, los valores perennes elaborados con el fundamento del Evangelio por las generaciones de quienes nos ha precedido siga inspirando los esfuerzos de quienes se asumen la responsabilidad de la formación del rostro de nuestro continente».

«Espero –añadió– que esta institución, que en el fondo es una comunidad de naciones libres, no sólo haga lo posible por no privarles de su patrimonio espiritual, sino que además lo custodie como fundamento de la unidad».

«No es posible construir una unidad duradera separándose de las raíces de las que han crecido los países de Europa y de la gran riqueza de la cultura espiritual de los siglos pasados. No habrá unidad de Europa hasta que ésta no se funde en la unidad del espíritu», concluyó el Papa.

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ZENIT Staff

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