CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 17 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II constató este jueves con entusiasmo la primavera de vocaciones a la vida consagrada que está experimentando la Iglesia católica en Colombia.
«Un signo de esperanza para la Iglesia en Colombia es el florecimiento vocacional» que distingue a las comunidades eclesiales y «es expresión de su vitalidad», aseguró el Santo Padre al recibir a un grupo de obispos de ese país.
En algunas regiones colombianas, «ricas en vocaciones sacerdotales y religiosas», los seminarios son «una especial bendición para la Iglesia, pues los sacerdotes que salen de los mismos no sólo sirven en vuestras Iglesias particulares sino que, además, algunos de ellos no dudan en ir a colaborar en otras zonas más necesitadas», constató.
El Santo Padre alentó a los prelados colombianos a «continuar en ese camino, sin descuidar para el futuro una asidua pastoral vocacional, conscientes del papel insustituible de cada comunidad eclesial en esta tarea».
Las vocaciones dependen de dos elementos fundamentales, aclaró.
Ante todo, de «una incesante oración al Dueño de la mies para que mande operarios a la mies». En segundo lugar, de una educación «a los niños y a los jóvenes para afrontar los retos de la vida cristiana», presentándoles «también las condiciones para oír la llamada divina a seguir a Cristo en el camino de la vida sacerdotal o consagrada mediante los consejos evangélicos».
«Llevad mi saludo a los jóvenes, llamados a ser «centinelas de la aurora» de este nuevo milenio, esperanza de la Iglesia y de la Nación; en particular tengo presentes a los jóvenes colombianos que en los Seminarios y casas de formación se preparan al sacerdocio o a la vida religiosa», dijo el Santo Padre antes de despedirse de los obispos.
En el año 2001, en Colombia, se preparaban para el sacerdocio 4.960 estudiantes de filosofía y teología (diocesanos o religiosos). En 1985, eran 2673, según el Anuario Estadístico de la Iglesia.
