Juan Pablo II: Basta con los niños-soldado

Palabras del pontífice durante el «Regina Caeli» de este domingo

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CIUDAD DEL VATICANO, 3 junio 2001 (ZENIT.org).- Al concluir la celebración eucarística de Pentecostés, en presencia de los restos mortales del Papa Juan XXIII, Juan Pablo II quiso pedir poco antes de mediodía de este domingo un compromiso mayor a favor de los niños involucrados por las guerras.

Al mismo tiempo, trazó un perfil cariñoso del «Papa bueno» y, en particular, de su devoción a la Virgen María.

Ofrecemos a continuación las palabras que Juan Pablo II pronunció antes de rezar el «Regina Caeli».

* * *

1. Al final de esta solemne celebración, deseo confiar a la maternal intercesión de María a toda la Iglesia, que en Pentecostés experimenta con renovada conciencia su vocación misionera. En sus manos ponemos, además las expectativas de paz y de justicia del mundo. En particular, queremos recomendar a la intercesión de la Virgen las vidas de todos esos jóvenes que son víctimas de la violencia absurda que tiene lugar, por desgracia, en varios países, como lo testimonian las noticias llegadas, en días pasados, desde Tierra Santa. Quiero hacer un recuerdo especial de los niños involucrados en los conflictos armados. En unos cincuenta países, muchos menores de edad viven en medio de conflictos o en situaciones de post-conflicto. Son víctimas del reclutamiento forzado y de abusos de todo tipo; no pueden ir a la escuela, están separados de su padres o sometidos a violencias físicas y psicológicas.

Invito a la comunidad internacional a aumentar los esfuerzos para proteger y rehabilitar a cuantos viven en una situación tan dramática. Que los niños, futuro y esperanza de la humanidad, puedan finalmente crecer alejados del flagelo de la guerra y de toda forma de violencia. Que María, Madre de la vida, proteja la infancia en peligro y sostenga a quienes se esfuerzan por ayudarla.

2. En unos momentos, los venerados restos del beato Juan XXIII, que hemos tenido junto a nosotros durante la santa misa, serán trasladados devotamente a la Basílica Vaticana, donde quedarán expuestos a la veneración de los fieles. Vuelvo a recordar con admiración el breve pero intenso pontificado de mi inolvidable predecesor. Quisiera recordar en este momento sobre todo su devoción a la Virgen. Con frecuencia recordaba las buenas tradiciones de su infancia, cuando el más anciano de la familia guiaba el rezo del Rosario en casa. Desde entonces, le gustaba decir, María Santísima le había tomado de la mano y acompañado por el camino del sacerdocio, que fue el ideal de toda su existencia.

Durante la última audiencia general en la Basílica de San Pedro, el 15 de mayo de 1963, exhortó a todos a multiplicar las manifestaciones de cariño a María, a la que está como consagrada toda la Ciudad Eterna, subrayó.

¡Recojamos su testamento espiritual! Como él, profundicemos en nuestra relación con la Madre de Cristo y Tabernáculo del Espíritu Santo y, animados por un nuevo fervor, invoquémosla con confianza: «Regina caeli…».

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ZENIT Staff

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