Juan Pablo II de vacaciones en Castel Gandolfo

Mantiene las audiencias generales y redacta un libro

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CASTEL GANDOLFO, 11 julio 2003 (ZENIT.org).- Momentos de descanso, de oración, de lectura, así como la redacción de un libro sobre su experiencia como obispo, son algunas de las actividades que Juan Pablo II está realizando en sus vacaciones de verano.

Juan Pablo II desde este jueves en la residencia pontificia de Castel Gandolfo (a 30 kilómetros de Roma) desempeñando sus responsabilidades ordinarias hasta el próximo 11 de septiembre, cuando debería emprender una visita pastoral a Eslovaquia (que todavía no ha sido anunciada oficialmente por el Vaticano).

En esta ocasión, el Papa no ha renunciado a las audiencias generales (como hacía en años precedentes cuando pasaba dos semanas en los Alpes). Durante todo el verano el miércoles recibirá a los fieles el con motivo de la audiencia general y el domingo con motivo del «Angelus» en el patio de su residencia.

A estas citas públicas, el Papa ha querido incluir además otros encuentros con jóvenes. El 19 de julio recibirá a unos mil jóvenes en representación de los universitarios europeos, y el 9 de agosto se encontrará con otros mil participantes en la iniciativa «Jóvenes hacia Asís».

El Papa quiere aprovechar este verano para acabar su meditación-testimonio sobre su ministerio episcopal que podría terminar al celebrarse sus bodas de plata de su elección como obispo de Roma.

Al mismo tiempo está redactando una exhortación apostólica sobre la figura del obispo, como conclusión del Sínodo de Obispos de todo el mundo dedicado en 2001 al tema «El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo».

La residencia de Castel Gandolfo acoge desde 1626 a los Papas en estos meses de verano, en los que el calor de Roma se vuelve húmedo e insoportable, ofreciendo un aire algo más fresco gracias a sus 380 metros de altura y a sus 55 hectáreas llenas de vegetación (el Vaticano tiene 44 hectáreas).

Los romanos, como los papas, en estos días abandonan la «cuidad eterna», en la que sólo pasean quienes no han podido liberarse de sus ocupaciones y turistas despistados.

Con el pasar de los años, la residencia veraniega de los Papas fue embellecida por los mejores arquitectos, como Madreno, a quien se debe la actual fachada de la Basílica de San Pedro.

Gian Lorenzo Bernini diseñó los planos que permitieron después a Alejandro VII completar el palacio.

La dimensión actual de este territorio pontificio fue establecida por el Pacto de Letrán. En 1929, este famoso concordato firmado con la Italia de Benito Mussolini acabó con el litigio entre la Santa Sede y la joven nación italiana, tras la anexión de los Estados Pontificios de 1871.

Desde entonces, la residencia engloba la antigua propiedad Barberini, en la que se encuentran los vestigios –ironía de la historia– de la residencia del emperador Domiciano, cruel perseguidos de cristianos.

Los pocos miles de habitantes del pueblo de Castel Gandolfo han creado una relación personal con Juan Pablo II, que viene por vigesimoquinto año consecutivo.

«Cuando llega el Papa hay mucho movimiento, mucha alegría, sobre todo el domingo, cuando todos acuden y participan en el «Angelus»», explica el obispo de la diócesis local de Albano, monseñor Agostino Vallini.

Según el prelado, «la sencillez y el cariño» de la gente del lugar, que corre en esas mañanas para tratar de coger un puesto cercano al Papa, es una de las cosas que más le gusta a Juan Pablo II de Castel Gandolfo.

Maurizio Colacchi, alcalde de Castel Gandolfo, asegura que «toda la administración municipal pone a su disposición todos los recursos» para garantizar una estancia tranquila al Papa.

«Sobre todo con la presencia de nuestros guardias municipales, aunque tengo que decir que toda la ciudad promueve una acción de vigilancia para que Castel Gandolofo siga siendo en este período una ciudad tranquila y segura», añade.

El alcalde explica que en estos momentos el pueblo está preparando la fiesta popular del 27 de julio, en la que, según la tradición, los jóvenes se visten con trajes típicos tradicionales y se encuentran con el Papa ofreciéndole los frutos más propios de esa tierra, el melocotón.

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ZENIT Staff

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