Juan Pablo II: «El amor a Cristo es el secreto de la santidad»

Homilía en la ceremonia de proclamación de seis nuevos beatos

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 25 abril 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía de Juan Pablo II en la ceremonia de beatificación de Augusto Czartoryski, (1858-1893), sacerdote de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco; Laura Montoya (1874-1949), fundadora de la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena; María Guadalupe García Zavala (1878-1963), cofundadora de la Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres; Nemesia Valle (1847-1916), religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de santa Giovanna Antida Thouret; Eusebia Paolomino Yenes (1899-1935), religiosa del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, Alexandrina Maria da Costa (1904-1955), laica, de la Unión de los Cooperadores Salesianos.

* * *

[En italiano]
1. «Sabían que era el Señor» (Juan 21, 12): de este modo el evangelista Juan expresa la reacción de alegría de los discípulos al reconocer al Señor resucitado. Jesús se les manifiesta después de una noche de duro e infructuoso trabajo en el lago de Tiberíades. Confiando en su palabra, echan las redes al agua y traen a la orilla «abundancia de peces» (Juan 21, 6).

Como los apóstoles, también nosotros quedamos sorprendidos ante la riqueza de las maravillas que Dios realiza en el corazón de quienes confían en Él. En el transcurso de esta celebración eucarística contemplamos lo que él ha hecho en seis nuevos beatos: en el presbítero Augusto Czartoryski; en cuatro religiosas: Laura Montoya, María Guadalupe García Zavala, Nemesia Valle, Eusebia Palomino Yenes; en una laica, Alexandrina Maria da Costa. Son ejemplos elocuentes de cómo el Señor transforma la existencia de los creyentes, cuando se fían de Él.

[En polaco]
2. ¡Qué amables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Anhela mi alma y languidece tras de los atrios del Señor… Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones» (Salmo 84/83/, 2. 11). Estas palabras del Salmo las escribió como lema de vida en el recordatorio de su primera misa el beato Augusto Czartoryski. En ellas se refleja a un hombre seducido, que siguiendo la voz de la llamada, descubre la belleza del ministerio sacerdotal. Resuena en ellas el eco de las diferentes opciones que tiene que hacer todo el que descubre la voluntad de Dios y desea cumplirla. Augusto Czartoryski, joven príncipe, elaboró un eficaz método de discernimiento de los designios divinos. Presentaba a Dios en la oración todas sus peticiones y dudas de fondo y después, en espíritu de obediencia, seguía los consejos de sus guías espirituales. De este modo, comprendió su vocación a emprender una vida pobre para servir a los más pequeños. Este mismo método le permitió, en el transcurso de toda su vida, tomar opciones de tal modo que hoy podemos decir que cumplió los designios de la Providencia divina de manera heroica.

Quiero proponer el ejemplo de su santidad sobre todo a los jóvenes, que hoy buscan la manera de descifrar la voluntad de Dios para sus vidas y desean caminar fielmente todos los días según la Palabra divina. Queridos jóvenes amigos, aprended del beato Augusto a pedir ardientemente en la oración la luz del Espíritu Santo y guías sabios para que podáis conocer el plan divino de vuestra vida y seáis capaces de caminar siempre en el camino de la santidad.

[En castellano]
3. «Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús» (Juan, 21, 4). Es una posibilidad para el hombre no conocer al Señor, a pesar de múltiples manifestaciones a lo largo de la historia. La Madre Laura Montoya, viendo cómo tantos indígenas, lejos de los centros urbanos, vivían desconociendo a Dios, se decidió a fundar la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, para llevar la luz del Evangelio a los habitantes de las selvas.

Esta beata colombiana se sintió madre espiritual de los indígenas, a los que quiso mostrar el amor de Dios. Sus tiempos no fueron fáciles, pues las tensiones sociales ensangrentaban también entonces su noble patria. Inspirándonos en su mensaje pacificador, le pedimos hoy que la amada Colombia goce pronto de paz, de justicia y de progreso integral.

4. En el Evangelio hemos escuchado la triple pregunta de Jesús a Pedro: «¿Me amas?». Esta misma pregunta Cristo dirige a los hombres y mujeres de todas las épocas. Los cristianos deben responder con firmeza y prontitud a los proyectos que Él tiene sobre cada uno. Así sucedió en la vida de la beata Guadalupe García Zavala, mexicana, que renunciando al matrimonio, se dedicó al servicio de los más pobres, necesitados y enfermos, y fundó por eso la Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres.

Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia. De este modo vivió el lema que dejó a sus hijas: «Caridad hasta el sacrificio y constancia hasta la muerte».

[En italiano]
5. «Manifestar el amor de Dios a los pequeños, a los pobres, a todo ser humano, en todas las partes de la tierra»: este fue el compromiso de la beata Nemesia Valle en el transcurso de toda su existencia. Deja esta enseñanza de manera particular a sus hermanas, las Religiosas de la Caridad de Santa Giovanna Antida Thouret, así como a los fieles de la archidiócesis de Turín. Es el ejemplo de una santidad luminosa, orientada hacia las elevadas cumbres de la perfección evangélica, que se traduce en los sencillos gestos de la vida cotidiana entregada totalmente por Dios.

La nueva beata sigue repitiéndonos a todos nosotros: «La santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer cosas grandes… Santo es el que se entrega totalmente en su propio puesto, cada día, por el Señor».

[En español]
6. El Señor dice a Pedro de manera decidida y tajante: «Sígueme». También sor Eusebia Palomino, de las Hijas de María Auxiliadora, oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de una intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria. Como buena salesiana, estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba, fiel a la máxima salesiana del «da mihi animas, caetera tolle».

Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, sor Eusebia Palomino Yenes traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo.

[En portugués]
7. «¿Me amas?», pregunta Jesús a Simón Pedro. Este responde: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». La vida de la beata Alexandrina Maria da Costa se puede resumir en este diálogo de amor. Penetrada y abrasada por estas ansias de amor, no quiso negar nada a su Salvador: de voluntad fuerte, aceptó todo para mostrar que le ama. Esposa de sangre, revive místicamente la pasión de Cristo y se ofrece como víctima por los pecadores, recibiendo la fuerza de la Eucaristía que se convierte en el único alimento de sus últimos trece años de vida.

Tras la estela de la beata Alexandrina, expresada en la trilogía «sufrir, amar, reparar», los cristianos pueden encontrar estímulo y motivación para ennoblecer todo lo que la vida tenga de doloroso y triste con la prueba del amor más grande: sacrificar la vida por el que se ama.

[En italiano]
8. «Sí, Señor, tú sabes que te quiero» (Juan 21,15). Como Pedro, como los apóstoles en las orillas del lago de Tiberíades, también estos nuevos beatos han asumido hasta sus últimas consecuencias esta sencilla pero incisiva profesión de fe y de amor. ¡El amor a Cristo es el secreto de la santidad!

Queridos hermanos y hermanas, ¡sigamos el ejemplo de
estos beatos! ¡Ofrezcamos, como ellos, un testimonio coherente de fe y de amor en la presencia viva y operante del resucitado!

[Traducción del texto original en varios idiomas realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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