Juan Pablo II: El Papa destaca el papel central de la ONU y el derecho para la paz

CIUDAD DEL VATICANO, 15 mayo 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II este jueves en su saludo conjunto a doce nuevos embajadores que le entregaron sus cartas credenciales: Joseph Herron (Australia), Kelebert Nkomani (Zimbabwe), Siba Nasser (Siria), Leari Edgar Rousseau (Trinidad y Tobago), Negash Kebret (Etiopía), Alberts Sarkanis (Letonia), Emitai Lausiki Boladuadua (Islas Fiji), Térence Nsanze (Burundi), Alexander Chikvaidze (Georgia), Michel Rittié (Vanuatu), Mihail Laur (Moldavia) y Fauzia Abbas (Pakistán).

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Excelencias,
1. Os deseo la bienvenida en el momento en el que presentáis las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países respectivos: Australia, Zimbabwe, Siria, Trinidad y Tobago, Etiopía, Letonia, Islas Fiji, Burundi, Georgia, Vanuatu, Moldavia, y Pakistán. Os agradezco las corteses palabras que me habéis transmitido de parte de vuestros jefes de Estado; por mi parte os agradecería el que les expresarais mis mejores deseos para sus personas y para su elevada misión al servicio de sus países. Vuestra presencia me da también la oportunidad de saludar cordialmente a las autoridades civiles y religiosas de vuestros países, así como a todos vuestros compatriotas, transmitiéndoles mis mejores deseos.

2. Nuestro mundo vive un período difícil, caracterizado por numerosos conflictos, de los que sois testigos atentos; esta situación causa gran inquietud en los seres humanos e invita a los responsables de las naciones a comprometerse siempre en favor de la paz. Desde este punto de vista, es importante que la diplomacia vuelva a encontrar sus nobles propósitos. Efectivamente, la atención a las personas y a los pueblos, al igual que el interés por el diálogo, la fraternidad y la solidaridad, constituyen la base de la actividad diplomática y de las instituciones internacionales encargadas de promover ante todo la paz, que es uno de los bienes más preciosos para los individuos, para los pueblos y para los mismos Estados, cuyo desarrollo duradero puede basarse solamente sobre la seguridad y la concordia.

3. En el año en que celebramos el cuadragésimo aniversario de la encíclica «Pacem in terris» del beato Juan XXIII, que fue también un diplomático al servicio de la Santa Sede en los atribulados años de la segunda guerra mundial, es particularmente oportuno escuchar de nuevo la invitación que lanzaba a basar la vida social sobre «cuatro pilares»: la preocupación por la verdad, la justicia, el amor y la libertad. La paz no puede realizarse en detrimento de las personas y pueblos; se construye cuando todos se convierten en socios y protagonistas de la edificación de la sociedad nacional.

4. Desde el período de los grandes conflictos mundiales, la comunidad internacional se ha dotado de organismos y legislaciones específicas para que nunca más estalle la guerra, que mata a las personas civiles inocentes, devastando regiones y dejando plagas que tardan mucho tiempo en curarse. Las Naciones Unidas están llamadas a ser más que nunca el lugar central de las decisiones sobre la reconstrucción de los países y los organismos humanitarios son invitados a renovar su compromiso. Esto ayudará a los pueblos afectados a hacerse rápidamente cargo de sus destinos, permitiéndoles pasar del miedo a la esperanza, de la incertidumbre al compromiso en la en la construcción de su futuro. Es, además, una condición indispensable para que regrese la confianza en el seno de un país. Por último, hago un llamamiento a todas las personas que profesan una religión para que el sentido espiritual y religioso sea una fuente de unidad y de paz, que no enfrente nunca los hombres entre sí. No puedo dejar de recordar a los niños y jóvenes, que con frecuencia son los más marcados por las situaciones de conflicto. Al serles muy difícil olvidar lo que han vivido, pueden verse tentados por la violencia. Nuestro deber consiste en prepararles un futuro de paz y una tierra de solidaridad fraterna.

Estas son algunas preocupaciones de la Iglesia católica, que quería compartir esta mañana con vosotros, que sabéis cómo está comprometida en la vida internacional, en las relaciones entre los pueblos, así como en el apoyo humanitario, expresiones de su misión primordial: manifestar la cercanía de Dios a cada hombre.

5. Durante el tiempo que desempeñaréis vuestra noble misión ante la Santa Sede, tendréis la posibilidad de descubrir más concretamente su acción. Os presento hoy mis mejores deseos para vuestra misión. Invoco abundantes bendiciones divinas sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores, así como sobre las naciones que representáis.

[Traducción del original francés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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