Juan Pablo II: El sentido del bautismo de los niños

Intervención al rezar la oración mariana del «Angelus»

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 enero 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía al rezar la oración mariana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano, tras haber bautizado a 22 niños en la Capilla Sixtina.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. El tiempo de Navidad y de la Epifanía se clausura con la fiesta de hoy del Bautismo del Señor en el río Jordán. Los Evangelios concuerdan en atestiguar que, cuando Jesús salió del agua, se posó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma, y se escuchó desde lo alto la voz del Padre celestial, que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Marcos 1, 11).

Perdido entre la muchedumbre de los penitentes, Jesús había pedido a Juan Bautista ser bautizado, dejando desconcertado al mismo Precursor. Pero precisamente ese gesto revela el carácter singular del mesianismo de Jesús: consiste en cumplir la voluntad del Padre, convirtiéndose «propiciación por nuestros pecados» (1 Juan 4, 10).

La humilde solidaridad con los pecadores le llevará a la muerte en la Cruz.

2. Penetrar en la muerte y resurrección de Cristo libera radicalmente al hombre del pecado y de la muerte y realiza un nuevo nacimiento según el Espíritu, para una vida que nunca tendrá fin. Este es el Bautismo que el Resucitado confía a los Apóstoles enviándoles al mundo entero (Cf. Mateo 28,19). Esta mañana, según la costumbre, he tenido la alegría de administrar a algunos recién nacidos este mismo Bautismo.

El Bautismo de los niños, tan querido por la tradición cristiana, hace comprender con inmediata elocuencia la verdadera naturaleza de la salvación. Esta es gracia, es decir, don gratuito del Señor. Dios, de hecho, nos ama siempre en primer lugar y con la sangre de su Hijo ha pagado el precio de nuestro rescate.

Por eso, es bueno que los padres cristianos se preocupen por llevar a sus hijos a la fuente bautismal para que reciban, en virtud de la fe de la Iglesia, el gran don de la vida divina. Los mismos padres, después, con el ejemplo, la oración y la enseñanza, deben ser los primeros educadores de la fe de los hijos, para que esa semilla de nueva vida pueda madurar plenamente.

3. Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, rezamos por los 22 niños que esta mañana han recibido el santo Bautismo; rezamos por sus padres, por los padrinos y las madrinas, y por todo cristiano. Que la Madre del Señor ayude a todos los bautizados a rechazar todo aquello que es contrario al Evangelio, y a permanecer siempre fieles a la promesas asumidas en la fuente bautismal.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Tras rezar el «Angelus», el Papa saludó en castellano a los peregrinos y les dirigió estas palabras.]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los grupos de las parroquias de la Sagrada Familia de Torrente y Pego, Nuestra Señora de Lluch de Alcira y de la Preciosísima Sangre de Valencia. Que la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor renueve vuestros compromisos apostólicos. ¡Qué Dios os bendiga!

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ZENIT Staff

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