Juan Pablo II: La paz exige una «movilización global de las conciencias»

Palabras del pontífice antes de rezar el primer «Angelus» del año

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 enero 2002 (ZENIT.org).- Al final de la misa de este 1 de enero, XXXV Jornada Mundial de la Paz, Juan Pablo II se asomó a la ventana de su biblioteca para rezar el «Angelus» ante los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro. En su intervención, que publicamos a continuación, hizo un llamamiento a creyentes y no creyentes a una «movilización global de las conciencias», como senda hacia la paz.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. ¡Feliz año a todos! Nos intercambiamos este augurio, a inicios de 2002, bajo la mirada de María Santísima, que hoy veneramos como Madre de Dios. Un augurio de serenidad y de paz en esta Jornada Mundial de la Paz, que se renueva todos los años desde que, en 1968, fue instituida por mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI. Para construir la civilización del amor la humanidad tiene necesidad de paz. Por desgracia, en este período de la historia, preocupaciones y dificultades obstaculizan este camino. Sin embargo, no puede ser abandonado. A las fuerzas negativas, guiadas por intereses perversos, que buscan hacer del mundo un teatro de guerra, es necesario responder con la lógica de la justicia y del amor.

2. En este contexto, se enmarca el Mensaje para esta Jornada de la Paz, en el que he querido reafirmar que «No hay paz sin justicia; no hay justicia sin perdón». De hecho, no es posible restablecer plenamente el orden quebrantado si no se conjugan entre sí justicia y perdón.

Hago un llamamiento, en particular, a los hombres y mujeres que han conocido en el siglo pasado las funestas guerras mundiales. Me dirijo a los jóvenes que, por suerte suya, no han vivido aquellos conflictos. Les digo a todos: tenemos que oponernos juntos con firmeza a la tentación del odio y de la violencia, que sólo dan la ilusión de resolver los conflictos y procuran pérdidas reales y permanentes. El perdón, por el contrario, podría parecer debilidad, presupone sin embargo una gran fuerza espiritual y asegura ventajas a largo plazo.

El perdón, al oponerse al instinto de responder al mal con el mal, es una actitud que tiene –especialmente para los cristianos– profundas motivaciones religiosas, y se rige incluso por fundamentos racionales. Para todos, de hecho, creyentes y no creyentes, vale la regla de hacer a los demás lo que queremos que nos hagan. Este principio ético, aplicado a nivel social e internacional, constituye una vía maestra para construir un mundo más justo y solidario.

3. En un mundo globalizado, donde las amenazas a la justicia y la paz tienen repercusiones a amplia escala en perjuicio de los más débiles, se impone una movilización global de las conciencias. El
gran Jubileo del 2000 puso las bases: no hay que desalentarse ante las pruebas de la historia, sino perseverar en el compromiso de orientar en la dirección justa las opciones personales, familiares y sociales, así como las grandes líneas del desarrollo nacional e internacional.

Nos dirigimos a la celestial Madre de Dios para que alcance la paz de Cristo para el mundo. Ponemos en sus manos con confianza a la Iglesia y a la humanidad entera en la aurora de este nuevo año.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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